Muchos meses después del repentino cambio, Mena presentó un informe con 16 capítulos en el que no fue capaz de demostrar ninguna de las hipótesis con las que forzó la expulsión de un cuadro capital en la trayectoria de Goya. Mena solo logró convencer al director entonces, Miguel Zugaza, y al presidente del Patronato, Eduardo Serra. Más allá de las paredes del museo el pelotón de investigadores y especialistas en el artista (como Jesusa Vega, Carlos Foradada, Nigel Glendinning, Valeriano Bozal, Arturo Ansón o José Manuel pita Andrade) pusieron el grito en el cielo y Mena sólo encontró apoyo en Francisco Calvo Serraller, que firmó una inolvidable columna de opinión titulada: Goyesco sí, de Goya no, publicada en El País.
En el famoso informe Manuela Mena pasó por alto la iconografía absolutamente novedosa de un tema tan original como este (una transposición del Torso Belvedere) y basó su decisión contra el cuadro en que Goya no tenía arrepentimientos y El Coloso, sí. La pincelada típica del artista aragonés "tiene una precisión tremenda y virtuosa", escribió. Además, dijo que los toros presentaban rabos cortos y levantados como si fueran los de un perro, que el autor rompió la perspectiva de forma tosca y que la naturaleza era artificial, sin vibración naturalista. Fue un informe demoledor contra el cuadro. También le puso nueva fecha, en lugar de 1814-1818 sería de 1800. El estudio trataba de demostrar la "pobreza" técnica de esta pintura que había pasado como una de las grandes alegorías de la derrota de las tropas españolas tras la Guerra de la Independencia. Era la imagen de la melancolía.
Trece años después de haber desatribuido el cuadro con nocturnidad y alevosía, el Museo del Prado rectifica con las mismas maneras y devuelve la autoría a Goya sin dar explicaciones. La dirección del museo ha aprovechado inexplicablemente la presentación de la reorganización de las doce salas dedicadas al arte del XIX para colar sin hacer ruido la nueva cartela y, posteriormente, ha asegurado que después del verano Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española hasta 1800, presentará un argumentario contra las hipótesis de Manuela Mena. El Prado ha decidido no esperar a ese momento y sin argumentarlo ha ejecutado el cambio.
Este esperado movimiento se puso en marcha en noviembre de 2018, el día de la jubilación de Manuela Mena, que en realidad era especialista en pintura italiana del siglo XVII. Y se consumó cuando el director Miguel Falomir reordenó, un mes después, el organigrama de los científicos del museo y confirmó a Javier Portús como cerebro de referencia de la institución, con Goya bajo sus dominios. Falomir recuperaba de esta manera el organigrama que se había roto por decisión del ex director Fernando Checa, que creó para Mena el departamento especializado en Goya. Portús, con sus nuevas atribuciones, será el responsable de responder a las teorías que separaron a Goya de El Coloso.
"El Prado se ha sacudido el miedo", llegó a decir Miguel Zugaza, a pesar de las durísimas críticas que los especialistas lanzaron contra el museo. ·Con este tema nos quitamos una mordaza muy importante para poder discutir sobre cosas que parecían indiscutibles. Eso nos ha permitido abrir un horizonte de conocimiento nuevo", explicó Zugaza a este periodista en 2012. Sin embargo, la investigación ni siquiera se presentó en foro para contrastarla con otros especialistas y llegar al consenso sobre el que se construye esta especialidad. Fue un hecho consumado que creó una oferta en el centro. Nadie se atrevía a hablar en contra de lo que había sucedido.
La principal defensora de El Coloso como obra de Goya durante todo este tiempo ha sido Jesusa Vega, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha cuestionado las maneras sin fundamentos con las que el Prado actuó durante la dirección de Zugaza. Ha sido muy crítica con la fórmula de atribuir de Mena a "buen ojo", un método basado más en la retórica que en el rigor. Con ese "ojo" se ha cuestionado la autoría también de La lechera de Burdeos y El Marianito. "La ciencia tiene sus protocolos, y el protocolo científico exige que para investigar haya método y, precisamente, el 'ojo' es la negación del mismo, y en esto hay consenso", ha escrito Vega. Los historiadores del arte del ojo hacen de la ciencia de las atribuciones una "religión de las atribuciones". Cuestión de fe.