Fruto de décadas de docencia, el último libro de Caballé reflexiona sobre el género de la biografía, al tiempo que analiza su evolución en España hasta los años setenta del pasado siglo. A pesar de que lamenta la débil tradición del género en nuestro país, la profesora se muestra optimista por sus avances en los últimos años en los que, según sus palabras, "está cuajando una escuela biográfica que no existía y que ofrece muchas obras escritas e investigadas con seriedad".
"Hay que defender la biografía", señala, "como un instrumento de cultura y de conocimiento que explica de donde surge el interés por las vidas de los otros. Además, esa cultura no se limita a las biografías, sino que abarca también los diarios, las correspondencias, las memorias, las huellas del pasado en suma". Ahora bien, la autora recalca que la escuela biográfica que se agrupó en torno a Ortega y Gasset en los años veinte del pasado siglo resultó una experiencia fallida. "Escritores como Antonio Marichalar o Benjamín Jarnés no se tomaron en serio el género y se dedicaron a hacer un ejercicio de estilo. Cabe subrayar que las buenas biografías exigen una parte literaria y otra de investigación y de retrato de una época". Cuando se le pregunta a Anna Caballé si una biografía es una de las mejores formas para explicar una época responde sin dudar que sí. "Si iluminas un personaje, iluminas toda una época, decía Simone de Beauvoir, y la escritura biográfica obliga a situarnos en un periodo histórico concreto y a juicios muy medidos".
En opinión de Caballé la necesidad de reconstruir nuestro pasado con libertad se halla en el origen del relativo auge que la escritura y lectura de biografías ha tenido en nuestro país desde la llegada de la democracia, aunque muy lejos del enorme interés que suscita en los países anglosajones, en Alemania o en Francia. "Una cierta crisis de la ficción", comenta la ensayista, "ha favorecido el interés por géneros como la biografía, que se basan en vidas reales, en un deseo de verdad, en la búsqueda de conocimiento en contextos que están acreditados. En unos tiempos en los que se produce una separación tan salvaje entre lo que es y lo que no es, entre la realidad y los bulos, una buena biografía se convierte en un alivio. De algún modo la biografía exige más libertad que la novela porque has de contar la realidad".
El libro de Caballé también aborda el reciente fenómeno de la llamada autoficción que cultivan autores de éxito como el francés Emmanuel Carrère y el español Javier Cercas, entre otros. "Si bien esta fórmula literaria siempre existió en forma de autobiografías o de biografías noveladas", explica la profesora, "ahora la autoficción se nutre de la literatura, del periodismo y de la investigación histórica. Esta manera de abordar la escritura responde también al eclecticismo que vivimos en todas las facetas y en todos los campos". No obstante, Caballé destaca que los autores de autoficción deben dar la talla a la hora de que los lectores no pongan en duda los datos que ofrecen en sus obras y como buenos ejemplos de este género cita Anatomía de un instante (Random House), de Javier Cercas; y El hijo del chófer (Tusquets), de Jordi Amat.
A la hora de poner nombres propios a ilustres biográfos españoles del siglo XX, Anna Caballé destaca en su obra a Manuel Azaña, por su simbolismo como político e intelectual y por su biografía sobre Juan de Valera, libro premiado con el nacional de Literatura en 1926; y sobre todo a los grandes innovadores del género que fueron el andaluz Manuel Chaves Nogales, con Juan Belmonte, matador de toros; y el catalán Josep Pla, con Vida de Manolo. Periodistas y escritores ambos, los dos elevaron el género de la biografía en nuestro país a una gran altura literaria. De otro lado, la práctica ausencia de mujeres en la tradición biográfica española, como autoras y como objetos de estudio, la achaca Caballé por supuesto a su relegación a papeles secundarios en la cultura. "Salvo las vidas de reinas y de santas", comenta con ironía, "las trayectorias de españolas importantes han sido olvidadas y discriminadas hasta fechas bien recientes. Está claro que los personajes que interesan en una época determinada sirven como termómetro de esa época".
Autora de libros sobre Carmen Laforet, Francisco Umbral o Víctor Catalá, esta escritora ha llegado a la conclusión de que los últimos años de la vida de la gente suelen ser más determinantes que sus etapas juveniles y lamenta que algunas biografías se ocupen poco de la vejez de los personajes. "Creo en el revés de la trama", argumenta, "y pienso que en la juventud casi todos nos parecemos bastante en nuestros impulsos y deseos. Por el contrario, a partir de los 70 años las personas suelen ser bastante diferentes entre sí, o bien están en plenitud o son una ruina por citar los extremos. Podríamos afirmar que los finales de las biografías son más distintos que sus comienzos". En cualquier caso, Caballé no se cansa de repetir que quedan muchas personalidades en España pendientes de una biografía y recuerda en su libro a un desconocido Antonio Espina, escritor y político republicano que cayó totalmente en el olvido durante el franquismo. "Espina, como tantos otros y tantas otras, habría sido un magnífico escritor, pero en otro contexto más favorable", concluye Anna Caballé.