"Nos llamamos Culpa porque es una palabra con la que hemos crecido, nos interpela a todas las que nos hemos criado en una cultura católica y sobre todo si somos del colectivo LGTBIQ, al que siempre se asocia ese sentimiento, que también se asocia a la noche", explica Vera desde Londres y unos días antes de viajar a Madrid para la sesión.
El propósito de Culpa era claro y ambicioso: montar fiestas diversas musicalmente y que fueran un espacio seguro para personas LGTBIQ. "Un espacio seguro es una utopía, sería un lugar sin ningún tipo de violencia ni discriminación hacia ninguna persona. Y eso es muy difícil de conseguir, aunque hay maneras de acercarse, es lo que intentamos con nuestras fiestas", dice desde Madrid.
Las personas trans o queer a menudo son acosadas o agredidas en los clubs, donde los horarios nocturnos y el consumo de alcohol u otras sustancias son, a veces, subterfugios para violentar a personas que se encuentran en una situación vulnerable. El machismo y la homofobia también salen de noche y pueden convertir en una pesadilla lo que era un encuentro de fiesta y diversión. "Un club no va a ser nunca un espacio seguro. Lo que sucede ahí dentro está fuera de las normas que rigen la sociedad día a día, y eso supone ciertos peligros, acrecentados por el consumo de sustancias. Y también en el deseo hay cierto grado de peligro. Se pueden buscar medidas para proteger a la gente, pero es muy difícil conseguirlo al cien por cien", cuenta Perla.
Para lograr un espacio libre de violencia hacia las personas LGTBIQ es fundamental la colaboración de los dueños y trabajadores de los clubs y eso es algo que, en la mayoría de los casos, no se logra. "No podemos contar con el personal de seguridad de las salas, ni con los porteros. De hecho, a menudo hay mucha violencia por parte de los porteros o los dueños de las salas, que muchas veces discriminan o acosan a quienes no les gustan. Este es un tema muy complicado de abordar del que ahora empieza a hablarse, pero las salas no se están posicionando públicamente, ni parecen querer aprender", cuenta Perla. "Ante un caso de violencia, tienes que negociar y a veces luchar con el portero o el dueño del club para que echen a una persona que ha agredido a alguien, por ejemplo, y es difícil", añade.
Empieza a haber discotecas y clubs con baños mixtos en algunas ciudades españolas, pero la mayoría distingue y separa los que son para hombres y para mujeres. Las personas transexuales, transgénero o que no se rigen por estereotipos de género señalan que les puede suponer un problema a la hora de utilizar un baño determinado. "Si los baños son no mixtos, la discriminación empieza con el baño en el que no eres admitido. Los colectivos no pueden hacer mucho ante esto, puedes quejarte al personal de la sala, pero el club de por sí ya tiene esa discriminación, y en casi ningun sitio se percibe como un problema para algunos de sus clientes", explica Vera.
Culpa y otros colectivos buscan vías para generar esos espacios seguros. "Es importante la manera en la que comunicas la fiesta y dejas claro qué tipo de espacio estás creando. Que se sepa quién está organizando la fiesta ya asegura que viene un tipo determinado de personas", cuenta. "Y después, en la propia fiesta, es muy importante tener un nivel de comunicación con el público, y si sucede un acto de violencia, que se sepa enseguida. Cuando hay agresiones, quien las sufre no sabe a quién acudir, y abrir un canal directo de comunicación con la gente que organiza la fiesta es una vía para atajarlo", añade Perla.
Las sesiones de música electrónica presididas por un hombre serio mirando a su ordenador, con un halo de endiosamiento y alejado del público, han dejado de ser la norma. Personas racializadas, latinas, trans o no binarias, han conseguido ganar espacios en la cultura de club. Aún así, el negocio de la noche sigue siendo masculino: la mayoría de los promotores, dueños de clubs y técnicos de sonido son hombres, y los carteles están copados todavía por ellos, aunque esto se va desdibujando. "Ya no son todos hombres cis blancos. Primero han sido las mujeres, y las trans vamos detrás. La feminidad ha entrado en unos espacios que eran muy masculinos, y la masculinidad marcaba que solo importaba la música. Nosotras le damos la vuelta a eso. La música por supuesto es importante, es lo que une todo lo demás, pero nosotras añadimos otras cosas, le damos mucha importancia a los elementos estéticos y performativos", cuenta Vera.
"La manera de estar en el escenario es a veces tan o casi más importante que la música, es otro lenguaje con el que te comunicas con el público", relata Perla. "Y eso es un arma de doble filo, que cuidemos la parte estética puede ser tachado de superficial. Esa actitud es en realidad un mecanismo de defensa que tienen quienes lo critican, que no se atreverían nunca a hacer ese tipo de performances", añade.
El patriarcado, una vez más, dicta sus sentencias: "Nosotras nos exponemos a que nuestra sesión sea mucho más juzgada que la de un hombre. A que digan que somos solo niñas guapas, o que hacemos solo un espectáculo en el que exhibirnos. Nosotras entramos en las sesiones con una fragilidad que con determinados públicos puede generar agresividad. Tenemos que aprender a tener seguridad. Los hombres entran desde la seguridad, y el error en ellos se tolera más", concluyen a dos voces Vera y Perla.
Y frente al miedo al fracaso, eligen empoderar el error, y se apropian de él. "Nosotras somos errores, viva el error, basta de puritanismo, en esos entornos masculinos se olvidan de que la noche es un espacio para vivir emociones, no es un examen técnico. Pero el nivel de exigencia hace que te de miedo enfrentarte a los platos. Aunque cada vez más mujeres y personas del colectivo LGBTIQ ven que se puede hacer", dice Perla.
A ellas no les interesa la jerarquía que establece lo que es mejor o peor musicalmente. "Parece que si pinchas con vinilos eres mejor que si pinchas con CDJS, estas calificaciones siguen, a pesar de que es algo que está ya pasadísimo, como si eso importase algo", añade Vera.
Las componentes de Culpa buscaban poder compartir en un club la diversidad musical que les estaba llegando por otras vías. "No encontrábamos espacios de música donde hubiera la diversidad musical paralela a las culturas diversas que hay en la electrónica. Había espacios de tecno, de house o de reguetón, pero no una mezcla de géneros sonando en un mismo club o en una misma noche", cuenta Vera.
Esa diversidad sí se estaba viviendo ya en otro lugar: la plataforma para compartir música Soundcloud. "Lo que abrió Soundcloud es un nivel de posibilidades infinitas, que la voz de Shakira esté dentro de una canción de bacalao, por ejemplo. Samplear y mezclar cosas que a priori no deberían estar mezcladas pero que suenan bien. Está fuera de esa cosa pureta de la música que pone categorías y decide lo que es tecno o es house, y que te cierra un montón de posibilidades", continúa Vera. "En Souncloud todo el mundo puede subir música de manera muy sencilla, sin ninguna pretensión, y eso lo convierte en un lugar ideal para experimentar, se ha convertido en una red social de música", concluye.
Para Culpa, las fiestas son un refugio en el que sentirse acompañadas sin ser juzgadas ni violentadas: "Se ha generado una comunidad muy potente, desarrollas un cariño hacia el público, y así se genera el cuidado y la seguridad. Yo debo mucho a la noche y a las fiestas a las que he ido, muchas veces iba para olvidarme de lo que me estaba pasando durante el día y encontrar un espacio de comprensión. Quiero que la gente que venga a mis fiestas consiga estar a gusto con quiénes son, pueda encontrar a gente y vivir experiencias fuera de la lógicas normativas que te dominan. En esos espacios no solo está la diversión, están presentes los afectos y las emociones, puedes bailar y puedes llorar si lo necesitas".
Culpa va a sacar dos discos recopilatorios, uno en junio con varias artistas amigas de Soundcloud, más clubero y festivo, y otro en octubre que trata sobre los sueños, el ambient o la poesía. "Culpa somos las dos cosas", cuenta Perla, y añade: "El colectivo son nuestras propias vidas, yo he tenido un tumor hace unos meses y Culpa se transformó, hubo un tipo de sesiones más de escucha que iban acorde a lo que me estaba sucediendo. Publicamos lo que me pasaba en Instagram, tuvimos que mover fechas de un show, y yo actué bajo el estado de la quimioterapia. Y eso es lo que queremos que pase, las enfermedades tienen que tener cabida en un club. El club tiene que tener otras dimensiones que no sean solo ir a tomar unas copas con las amigas, porque para mucha gente salir de fiesta es más que eso".
"Creemos que eso también es necesario en el ambiente nocturno. La música tiene algo mágico que hace fluir las emociones. Y eso es lo que queríamos con Culpa: lugares seguros donde poder llorar o compartir el dolor. Que no solo sean los funerales o los hospitales los lugares donde llorar, también puede serlo un club", termina Perla.
En todas sus fiestas, Culpa invita a pinchar a los dj de la escena internacional, y los gastos superan lo asumible. "Los porcentajes en España son bajísimos. Si quieres traer a una dj internacional que admiras, que además es trans y racializada y quieres pagarle bien, pierdes dinero, porque tú lo cubres todo: promoción, cartel, viaje, booking, la sala no se encarga de nada. La dj tiene que dormir en nuestras casas, no nos podemos permitir pagarle un hotel. Se crea una cierta comunidad y la gente viene encantada porque quiere estar en nuestras fiestas, y eso está muy bien, pero es triste, porque querríamos pagar bien", explica Perla.
"Los colectivos de gente joven que hacen fiestas lo hacen por amor a la música. Tienes un porcentaje ridículo de todo, la ganancia es mínima. Y además no hay ningún apoyo por parte de los clubs grandes para dar un espacio a los colectivos jóvenes, todo es pura autogestión", añade Vera.