Tampoco es que sea un ludita ni esté desconectado de la realidad. De hecho contesta correos electrónicos –a su ritmo– y hasta tiene una cuenta de Twitter, en la que solo publica recomendaciones de libros, películas o series que le han gustado. "Antes sí me enfrentaba con unos y con otros hablando de política, pero ya no", comenta. "Ahora lo que quiero es crear buen rollo con la gente que me sigue. Me he quitado toxicidad".
Además, escribe todas las semanas en diferentes medios de comunicación, como elDiario.es, aunque es el género que menos le satisface como autor. "El periodismo es el arte de la prisa, como decía Umbral. Escribes, entregas y ya está. Yo soy un continuo insatisfecho y siempre veo fallos y defectos que podría corregir". Los ensayos, los relatos y las novelas permiten un trabajo más pausado, repasar las veces que hagan falta las palabras, quitar párrafos, cocinar a fuego lento. Así le ha salido una novela de hombres broncos, a ratos vertiginosa y muy dura, como la Costa da Morte en la que está ambientada.
Le han otorgado el título de escritor de culto ¿Pesa mucho esa corona?
Un escritor de culto no es otra cosa que un autor que debe su éxito al prestigio de su fracaso. Es una forma luminosa de llamarme fracasado. Yo huyo de las etiquetas porque te restan posibilidades. Pero me han llamado de todo.
¿Pero esta le parece mejor que otras que le hayan puesto?
No, yo prefiero que me llamen rojo y maricón.
Carne de sirena acaba de salir al mercado. Después de tantos títulos publicados ¿se sigue poniendo nervioso?
Es un sentimiento contrariado porque me gusta a ratos y otros lo miro y pienso que esto lo podía haber mejorado. Soy un continuo insatisfecho. Lo que hago cuando me llegan los libros es regalarlos enseguida para no tener ninguno cerca, olvidarme y ponerme a trabajar y a seguir mi día a día. La vanidad es el orgullo de los simples. Y yo no me considero una persona simple, yo soy un hombre que escribe y ya está.
Más allá de la historia, se nota que le ha puesto cariño a la hora de terminar el libro como objeto en sí mismo con la foto de Alberto García-Alix en las cubiertas. ¿Cómo y por qué escogió esa imagen?
Alberto cuenta historias con una cámara y yo escribiendo, pero es lo mismo. Las historias han salido a nuestro encuentro antes de que nosotros hayamos ido hacia ellas. Y yo soy muy, muy seguidor de su obra. No solo de él, sino de toda esta generación que me parece memorable, la última que ha habido y es plástica. Están Alberto García-Alix, que es el capitán en la noche y mi gran amigo Ceesepe, que para mí era el mejor, que me perdonen los demás. Y Miquel Barceló, Javier de Juan, Ouka Leele y Pepito El Hortelano, que es el que sale en la foto. Son amigos y les tengo admiración.
A Marcel Ventura, el editor de Temas de Hoy, le gusta mucho Alberto y conectó bien con él. Esta fotografía, donde sale Pepito El hortelano, era la más impactante. Está contando una historia que se puede identificar con lo que hay dentro. Fue un acierto de la gente de Temas de hoy el no pisarla con el nombre ni con el título. Así puedes poner la novela de frente en tu librería.
Dice que las historias salen a su encuentro. En esta ocasión toca el tema del narcotráfico gallego ¿Por qué?
Me fui de Madrid hace 25 años y, antes de venir a Cádiz a vivir, estuve en Galicia como un año y medio. Aluciné con el ambiente, con todo lo que es la mar y el clima de allí. Pude identificar el gótico de raíz negra, Edgar Alan Poe y los cuentos de terror y de fantasía que tanto me gustan. Me di cuenta de que allí no hay historia, sino una montonera de historias. Y cogí apuntes.
Yo soy fumador de hachís y lo que vendían allí era un polen muy bueno, muy dulce, que entraba muy bien a los pulmones. De esa misma calidad solo había fumado en Marruecos. Me quedé bastante alucinado porque en Madrid, por aquel entonces, lo que había era apaleao, de baja calidad. Y veintitantos años después de esto, me llega Fariña, el libro de Nacho Carretero. Entendí que las estructuras que usan para el contrabando de droga son las mismas que las que usaban con el tabaco y por qué el hachís era tan bueno. Me dio un chispazo, recogí todas las notas que tenía de aquel tiempo y empecé a contar la historia de un hombre que sale a la mar a enfrentarse con su destino.
Después de la adaptación de Fariña a televisión y después con Narcos, la figura del señor de la droga se empezó a mitificar. De pronto se veía a Pablo Escobar como un personaje más que malo, carismático. Pero usted huye de eso y presenta a los narcos como seres criminales y despiadados.
Parménides, un tipo de finales del siglo VI antes de Cristo, dijo una cosa que parece una perogrullada, pero es bastante profunda: "El ser es, el no ser no es". En su época, el ser era el hombre libre y el no ser, el esclavo. A partir de esa máxima o de ese aforismo, surge todo lo que es la disidencia política de Carlos Marx, que escribió El Capital desde el no ser de Parménides. En nuestra época actual el ser es, por ejemplo, un tipo como Amancio Ortega, un industrial al que nos ponen como ejemplo de un hombre hecho a sí mismo.
El no ser son las mujeres, los niños, todas las personas que están trabajando ahora mismo en la otra cara del mundo, en un sótano oscuro, cosiendo para que esa ropa se distribuya luego en sus tiendas. Eso es lo que me interesa a mí. El trabajo de Amancio Ortega también es la misericordia, las limosnas para quedar bien con la sociedad, Pablo Escobar también hacía lo mismo. No me interesa Pablo Escobar, me interesan los que trabajaban para él.
El año pasado se reeditó su primera novela, Sed de champán, que se había publicado en el 99. ¿Cómo fue enfrentarse a ella de nuevo? ¿Ha envejecido bien?
Es muy agridulce, porque claro, han pasado 22 años. Me veo otra vez siendo un chaval que se mete en el tren de la bruja y no sabe por donde le van a venir los escobazos. Por un lado es volver a la inocencia, pero también es muy dulce porque estoy viviendo el momento en el que la novela se convierte en un clásico, ya se han hecho cinco ediciones. No reediciones dentro de la misma editorial, sino que ha pasado por cinco diferentes. Y las que le quedan, porque ya es un clásico, ya es imparable. Pocos autores pueden presumir de eso.
Pero al principio le costó publicarla.
Fue un peregrinar de rechazos increíble, algo lamentable. Digo lamentable porque ahora es un clásico. La rechazaron personas que todavía trabajan en editoriales. Pero yo soy un caballero y no voy a decir nombres.
¿Hoy lo habría tenido más fácil?
Ahora mismo hay muchas más editoriales que antes, en esa época no había apenas. E incluso en Amazon te puedes autopublicar. Pero no lo recomiendo porque el editor es necesario. Yo tuve la gran suerte de tener a Mario Muchnik, que considero el mejor editor del mundo y que acaba de fallecer. Él me enseñó a escribir, a crecer enfrentándome a mi obra. Me escribió una carta que decía "¿Qué es lo que deseas para que yo sea tu editor?". Esas son las palabras que todo autor necesita, quiere y sueña con ellas.
Ahora que muchos libros se dan a conocer después de que hagan una serie o una película sobre ellas ¿Le gustaría que Carne de sirena se llevase a la pantalla?
Todavía no he tenido una oferta y estoy esperando. Todas las demás obras me las han comprado para llevarlas al cine, pero no se ha adaptado ninguna.
¿Por qué?
Por el fetichismo de la mercancía que llamaba Carlos Marx. Las cogen para que otro no las haga. Ese es el juego sucio, pero solo me pasa a mí, suelen trabajar así. Carne de sirena es bastante más cinematográfica que las otras por los elementos góticos. Estoy un poco a la espera y sí que me gustaría. Pero es una cosa que ya no depende de mí, yo escribo, ya está.
En 2016, dijo en una entrevista que Pablo Iglesias era "como un hermano pequeño del que aprendo" ¿Sigue siendo así?
Es un tipo al que le tengo mucho aprecio. Es un galgo que cuando muerde la liebre de trapo ya no vuelve a correr, un poco la metáfora de la pérdida de inocencia. Se metió en la política institucional y se dio cuenta de que llegar al Gobierno, no es llegar al poder.
Ha sido el político más singular que ha habido en España, cosa que tampoco es muy difícil, desde la Guerra Civil. Entonces estuvo Juan García Oliver, anarquista de la CNT, que pasó a ser Ministro de la Guerra en los momentos más duros. Tuvo que tomar esa posición para salvar Madrid y lo hizo en el año 36. Si no llega a ser por él, yo no estaba aquí ahora, porque mi familia viene de la lucha antifascista. Al perder la guerra fueron represaliados y en parte queda rastro de aquello en mi posición en la literatura y en el periodismo.
Los que somos hijos y nietos de los que perdieron la Guerra Civil lo tenemos mucho más difícil. Pablo viene de ahí también y admiro su tenacidad, su valentía y todo lo que ha hecho. Ha cometido fallos, sí, pero no son los que le han buscado y han salido en los medios de comunicación.
¿La izquierda española ha perdido después de su marcha de la política?
Yo soy del espíritu del 15M, fue lo más estimulante que sucedió en mucho tiempo en España. A partir de ahí el capital se puso en guardia e intentó por todos los medios neutralizar aquello y lo ha conseguido. No nos vamos a engañar, hay que aceptar las derrotas. Ahora mismo la izquierda no existe en la calle y en las instituciones menos, porque son el reflejo de la calle.
Eso no quiere decir que no reviva. En las universidades, en la calle, en el día a día hay pequeños impulsos, yo sí tengo esperanza en esos pequeños brotes. Pero de momento, aquí y ahora, en lo único que tengo fe es en el escepticismo, Tengo ya 56 tacos y estoy bastante decepcionado con todo lo que ha sido el movimiento político. Pero Pablo es mi colega y le tengo mucho cariño, no ha cambiado para nada mi percepción hacía él, todo lo contrario. Me parece que se fue con mucha dignidad.