Usted es escritor, pero también, y sobre todo, periodista. ¿Cree que el periodismo sigue siendo necesario y una herramienta eficiente de control de los poderes?
El periodismo es un recurso de primera necesidad en un mundo amenazado por razones ecológicas, el cambio climático, que sabemos que parece ya irreversible, la sustitución de funciones humanas por parte de la inteligencia artificial, la polarización de las sociedades, la violencia que ha hecho que el crimen organizado se apodere de estados enteros. En esta circunstancia, el periodismo y la búsqueda de la verdad son esenciales, porque no se puede cambiar la realidad sin información. Pero, además, el periodismo hoy en día sucede en un tiempo en que abundan las posverdades, las distorsiones de la realidad en plataformas digitales que aseguran que el ser humano no llegó a la Luna, que la tierra es plana, que el Holocausto no ocurrió, que las vacunas son dañinas. En un mundo con tantos problemas que requieren de información para ser solucionados y, además, donde existe una propagación enorme de distorsiones de la verdad, evidentemente pocas cosas son tan importantes como la verdad. De ahí, creo yo, la necesidad del periodismo como instrumento de supervivencia.
Pero lo que plantea en la pregunta es esencial. A pesar de que el periodismo es un recurso para entender una realidad que se nos está escapando y que nos está poniendo en riesgo como especie en el planeta entero, cada vez es mayor la brecha entre los gobiernos y los periodistas. El famoso quinto poder y la posibilidad que tenía el periodismo de influir en las decisiones gubernamentales o incluso, como en el caso Watergate, de tirar a un presidente del país más importante en cuanto a poderío económico del mundo, esto, francamente, es ahora imposible. La mayoría de los gobernantes se han desentendido de la verdad y de la información, y el periodismo ha quedado relegado a una zona para especialistas, es decir, para lectores que todavía quieren conocer la verdad. La mayoría de los gobiernos ha preferido propagar versiones alternas de la realidad. Muy potenciado esto por populismos como el de Bolsonaro, el de López Obrador, el de Trump, el de Salvini, de un signo o de otro, pero también por sociedades democráticas más establecidas, en donde el periodismo se ha visto diluido porque ya no tiene el papel central de comunicación que tenía antes. La información de la gente llega a través de Tik Tok, a través de medios digitales en alertas que recibimos en los teléfonos móviles. Todo esto hace que la información se haya vuelto atmosférica. Hay cosas de las que nos enteramos y no sabemos cómo lo hicimos. Entonces, en esta especie de pecera donde la información nos rodea por todas partes, el periodismo verificado y de alta calidad juega un papel muy minoritario. Creo que en ese sentido es cada vez más importante, pero está en una situación crítica.
Populismos, noticias falsas, crisis de las democracias ¿Dónde debe estar el periodismo, en ese idílico lugar neutral que nos enseñaron en las facultades o debe ser militante?
Manuel Vázquez Montalbán decía que la primera lección de un periodista es saber quién es el dueño de su periódico, porque los márgenes de libertad de expresión están determinados por los intereses de los propietarios de los medios. Efectivamente, hoy en día el periodismo como modelo independiente de negocio es muy difícil, si no imposible, en el sentido de que es muy improbable que una empresa que solo se dedica al periodismo y especialmente al periodismo escrito, pueda subsistir sin el apoyo de otras. El periodismo se ha vuelto hoy en día una rama secundaria, subalterna de otros grupos empresariales. De modo que responde no a un interés, sino a múltiples intereses que desde luego acotan y reducen su libertad de ejercicio. Y eso me parece particularmente grave. Ahora, cuál es la misión del periodista. Creo sinceramente que el periodista debe convertirse cada vez más en activista. Y no solo el periodista, también el lector. Si nosotros queremos leer buenos reportajes, crónicas de interés, noticias verificadas, tenemos que implicarnos y desgraciadamente, el lector tiene una conducta, en lo fundamental, pasiva y concibe Internet como un medio necesariamente gratuito y está poco dispuesto a hacer algo en favor del periodismo. Necesitamos concienciar al lector para que se vuelva activista de la verdad, me parece que es una tarea cultural muy importante que debemos hacer desde el periodismo. Por otra parte, también la defensa de la verdad sirve a fines muy precisos. El periodista debe muchas veces publicar cosas en las que él, en lo personal, no cree, o que están en contra de su agenda. Y debe tener una capacidad de entender que los demás, los otros, incluso los posibles adversarios, también tienen razón.
Entiendo que sin caer en la equidistancia.
Hoy en día la búsqueda de la verdad sirve a una causa de supervivencia, porque tiene que ver con el tema ecológico, tiene que ver con la violencia, tiene que ver con la manipulación electrónica, el secuestro de datos personales de la gente que se han convertido en la mercancía más importante del mundo contemporáneo. No hay un periodismo neutral, hay un periodismo que se compromete con la verdad y ahí vuelve a ser cierta la frase de Gramsci: la verdad es siempre revolucionaria.
Usted es mexicano, hoy estamos hablando en Colombia, tanto en México como en Colombia matan periodistas con una gran impunidad, sobre todo en su país. ¿Eso significa que de alguna manera siguen siendo incómodos?
En lo que va del año, en México han muerto 15 periodistas. Esto sigue siendo un agravio que no se soluciona y creo que lo que demuestra es que tenemos una sociedad que está regida por el crimen organizado. En general, los periodistas que son asesinados no son víctimas de los capos más extremos del narcotráfico que están dedicados a sus negocios ilícitos. Con esto no quiero exonerarlos, muchos de ellos también han matado periodistas, pero creo que el periodista corre mayor riesgo en una zona gris que existe en todas las sociedades, que es esa frontera en donde lo ilícito se convierte en aparentemente lícito. Es decir, hay ciudadanos de fachada respetable que son empresarios, políticos, militares, policías, que están en connivencia con el crimen organizado y que permiten que un negocio totalmente ilegal se convierta en un negocio que puede regresar a la economía formal gracias a esta intermediación. Cuando los periodistas tocan esta zona, es decir, cuando desenmascaran los vínculos que hay entre lo ilícito y lo aparentemente lícito es cuando corren mayor peligro. Un escritor de Sinaloa, espléndido novelista policial, Élmer Mendoza, dice: "No hay que cuidarse de los malos, hay que cuidarse de los aparentemente buenos". Y ahí pone el dedo en la llaga. Son estas personas, los ciudadanos respetables, entre comillas, los que tienen más que perder cuando se denuncia su complicidad con el narcotráfico. El hecho de que mueran tantos periodistas quiere decir que esta frontera, esta zona gris, es cada vez más amplia y está dictando la pauta de la vida nacional, porque no son hechos aislados, son hechos sistemáticos.
En México no solo se asesina a periodistas, hay más de 100.000 desaparecidos, la vida vale muy poco ¿Es México un Estado fallido?
Cuando el presidente Felipe Calderón, en el año 2006, sacó al Ejército a las calles, lo hizo después de doce días de estar en el mando. Fue una decisión totalmente irresponsable porque no la había planeado. No la propuso como una opción en su campaña, no contó con el respaldo del Congreso y ni siquiera de su propio partido. Fue una decisión unilateral para cambiar la discusión pública que en ese momento tenía que ver con una impugnación muy fuerte por la forma en que había llegado a la presidencia, muy favorecido por el anterior presidente Vicente Fox, en una campaña y en una contienda llena de ilegalidades. Felipe Calderón lanza una guerra sin saber cuál es el frente de batalla, sin tener una noción de retaguardia, sin saber a ciencia cierta quién es el enemigo, porque en buena medida estaba incorporado a distintos mandos del propio Gobierno, mandos policiales, mandos militares y mandos políticos. Fue como encender un cerillo en una bodega para saber si hay explosivos. Y naturalmente había explosivos y esto estalló. Entonces, en la medida en que el ejército fue ocupando distintas partes del territorio, lejos de amainar, la violencia aumentó porque las rutas establecidas para el trasiego de drogas obviamente tuvieron que cambiar, los cárteles empezaron a combatir entre sí y hubo numerosas bajas de la población civil. Todo esto llevó a una pérdida de vidas que probablemente tan solo en el sexenio de Calderón estuvo entre los 150.000 asesinados y cerca de 100.000 desaparecidos.
¿Y quién busca a esas personas? Por lo que sé ni los anteriores gobiernos ni este hacen mucho.
El Gobierno no tiene capacidad de buscar a esa gente y personas de la sociedad civil, principalmente mujeres, se han dedicado a sustituir al Ministerio Público tratando de encontrar a sus seres queridos. Es algo verdaderamente terrible, en México les llamamos las buscadoras, que son mujeres tan heroicas como las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina. Están tratando de encontrar a estas personas que no se sabe bien dónde quedaron. Marcela Turati, admirable periodista mexicana, escribió un reportaje de investigación titulado El país de las 2000 fosas. México se ha convertido en una gigantesca necrópolis en donde aparecen continuamente cadáveres y esto es una situación totalmente inaceptable. El combate contra la violencia fue equivocado, demostró que que toda bala es una bala perdida, porque la violencia no se puede combatir con violencia y en vez de recuperar el tejido social y de entender que los narcotraficantes pertenecen a ese tejido y tienen que cambiar su modo de actuar, lo que se hizo fue tratar de confrontarlos de manera directa, sin saber que en buena medida sus cómplices estaban dentro del propio Gobierno. En esa medida estamos claramente ante un estado fallido, o ante un narcoestado, o ante un estado controlado parcialmente por el crimen organizado.
¿Qué opina sobre López Obrador? Ya ha pasado más de la mitad de su mandato y para una buena parte de la población era una esperanza.
López Obrador es un presidente muy astuto que ha logrado en el cuarto año de su gobierno mantener una aceptación positiva bastante alta. Sin embargo, tiene muchos medios en contra y creo que hay muchas razones para criticarlo. La primera de ellas es que no es un presidente de izquierdas. Si pensamos nosotros que la izquierda tiene que ver con la nivelación social, con el combate a la desigualdad, con sacar del atraso a los pueblos originarios, con fomentar la educación, la ciencia y la cultura, con tener un clima de tolerancia y de libertad intelectual, evidentemente él no ha fomentado nada de esto. Desde la presidencia ha fomentado la polarización, ha criticado de manera personal a periodistas, no ha ejercido directamente la censura pero, al señalar a los periodistas en un país donde tantos colegas son asesinados, de alguna manera los pone en riesgo. Creo que es un presidente que, por otra parte, ha asumido conductas de austeridad o de políticas asistencialistas que le han dado buenos resultados, la economía en general no se ha visto tan lastimada a pesar de la pandemia, ha tenido algunos gestos que me parecen importantes, pero básicamente es un presidente que al que le molesta mucho la crítica, a pesar de que tiene muchos motivos para ser criticado. Y en el tema de la seguridad del que estábamos nosotros hablando, obviamente tiene un déficit porque él inició su campaña diciendo abrazos, no balazos, es decir, con una conducta, un poco de predicador, propagando el amor, etcétera, pero no ha tenido una política de seguridad eficaz y la gente en México se ha convertido, ya lo era antes, pero ahora con mayor razón, en un posible daño colateral. Ser mexicano es ser un posible daño colateral de la violencia, aunque no estés metido en ninguna circunstancia delictiva, aunque no tengas amigos que estén en malos pasos, en cualquier momento tú puedes ser víctima directa o indirecta de una descomposición social en donde se mata a la gente todos los días.
¿Y no hay solución, no hay alternativa, no hay futuro?
Este es uno de los grandes rezagos. Me sorprende que siendo esta la situación no se haya creado una oposición convincente. Hay que decir que el presidente ha cometido muchos errores, pero dicta la pauta continuamente de lo que se debe hacer. Abre la agenda y no hay ninguna fuerza política que tenga un proyecto alternativo mínimamente interesante, no solo por los negros antecedentes de los otros partidos que practicaron el delito sistemático, confundieron lo público con lo privado, fueron responsables de matanzas. En fin, no era ejemplar el mundo anterior a López Obrador y por eso llegó con tanta esperanza de la gente a la presidencia. Sin embargo, a pesar de sus descalabros y sus errores, no hay una oposición real. También me sorprende el papel rutinario de los medios, que han preferido continuamente criticar al presidente en un plano básicamente ideológico, es decir, cuestionando que se trata de un caudillo que va en contra de las instituciones, que no es del todo democrático, etcétera, lo cual, sin duda es cierto, pero es demasiado reiterativo ese discurso y no hay una construcción paralela de otro proyecto. De modo que el próximo presidente de México saldrá de la matriz de este Gobierno y seguramente será de [el partido político] Morena. Y hay que decir también que los mejores candidatos posibles están en el vientre de este Gobierno. Entonces, siendo una situación negativa, la única esperanza que te deja es la del propio proyecto del presidente, lo cual lo convierte en alguien realmente poderoso.
¿Cree que la presidencia de México después de las próximas elecciones la ocupará una mujer?
En lo personal, me gustaría que una mujer fuera presidenta de México, pero es muy difícil decirlo. Claudia Sheinbaum ha gobernado la Ciudad de México de una manera muy eficaz, muy dedicada. Pertenece a la comunidad judía, lo cual también sería un nuevo cambio, pero es muy difícil saber lo que pasará, porque aunque ella es la hija política del presidente, su hermano político también está en juego. Él es Adán Augusto López, que es el secretario de Gobernación y es una persona que ha recorrido mucho tiempo con López Obrador, que le ayuda mucho, y aunque es un político todavía no tan conocido, posee una enorme habilidad. Es un tema casi de Shakespeare. ¿A quién eliges, a tu hija o a tu hermano, en quien confías más? El presidente es muy consciente de su destino histórico y sabe que él decidirá su sucesor. Y creo que el tercero en discordia, Marcelo Ebrard, que es un político muy eficaz, con mucha experiencia, bastante más moderno y dialogante que López Obrador, va a optar por irse con otro partido, probablemente con Movimiento Ciudadano, porque esta es su última oportunidad de llegar a la presidencia. No creo que él esté en las preferencias del presidente para ser el candidato, a pesar de que es un político muy eficaz, pero creo que no está tan cerca de sus afectos. Y estamos aquí hablando de la hija y el hermano.
López Obrador se enfrenta al dilema de pasar a la historia o perpetuarse en el poder a través de una persona de su total confianza.
Él tiene un predicamento que es justamente el de todos los grandes jerarcas de las obras de Shakespeare. ¿Qué va a pasar después de mí? Entonces, por un lado está el tema de la trascendencia histórica. Si él elige a una mujer y le pone la banda presidencial a ella, esto ya es en sí mismo un gesto histórico, porque es la primera mujer presidente de México. En ese sentido, Claudia Sheinbaum sería una figura perfecta para consolidar el estatus histórico del presidente. Pero luego viene la segunda pregunta, cómo va a actuar ella y qué tan cerca va a estar de mí y qué tanto va a preservar este proyecto y con qué habilidad. Y entonces ahí entra en la ecuación del hermano posible del presidente. Adán Augusto, que tiene un ejercicio del poder muy sólido y que probablemente el presidente puede confiar más en él, que viene de una familia que fue decisiva para el presidente en Tabasco, cuando el presidente estaba en horas bajas, porque el padre de Adán Augusto era el notario que apoyó siempre a López Obrador contra viento y marea, a él le debe buena parte de su supervivencia. Entonces, si la situación es muy boyante, probablemente le parece en mar calmo que zarpe Claudia, una mujer rumbo a un destino promisorio. Pero si las aguas están muy movidas, probablemente prefiera tener una opción segura para que su proyecto no naufrague. Está en esta dinámica: su hija política o su hermano. Creo que es un tema muy interesante y al mismo tiempo es lamentable que una democracia dependa de la voluntad de una persona.
Empezamos hablando de periodismo y vamos a terminar recordando a Gabo. ¿Qué aprendió Juan Villoro de García Márquez?
García Márquez tuvo un talento extraordinario para demostrar que no hay nada más deslumbrante y misterioso que la realidad común. Con frecuencia se habla de su imaginación desaforada y del realismo mágico, pero todo eso se sostiene a partir de datos muy concretos que él supo ver en situaciones totalmente comunes. En un bandoneón solitario que nadie tocaba y donde él se preguntó cuál era la historia de ese instrumento musical, en una vaca que se plantó en una ciudad del Caribe colombiano e interrumpió la vida de la ciudad con su presencia durante un día, en un paraguas perdido que él encontró. En circunstancias mínimas él descubrió una gramática oculta de la realidad. Esa capacidad de ver las minucias de lo que nadie más observa lo convirtió en un gran periodista y en un gran narrador. Yo puse un ejemplo en mi discurso [de aceptación del premio Gabo] que fue esta comparación entre lo que a Carlos Fuentes le pareció importante de una cena con Bill Clinton y lo que le pareció importante a García Márquez. Carlos Fuentes, como un escritor que era, un gran orador y un hombre de gran carisma intelectual, quedó totalmente asombrado con la capacidad de Clinton para recitar de memoria una página entera del Sonido y la furia de William Faulkner. Pero García Márquez se interesó en otra cosa. El presidente habló durante toda la cena sin probar bocado y pensó ¿acaso este hombre no tiene hambre? Una pregunta de penetrante humanidad. Cuando terminó la cena no perdió oportunidad de seguir al presidente que se ausentó unos minutos. Se acercó a la cocina y por la puerta entreabierta vio que estaba cenando un mendrugo de pan. Esa imagen del hombre más poderoso de la tierra comiendo el más humilde de los bocados, cifra una especie de metáfora sobre la soledad del poder. Eso se lo debemos a la gran mirada de García Márquez, no pensar en los grandes discursos, sino en el mendrugo de pan que come el presidente. Esos detalles tan cotidianos pero reveladores son los que él supo ver y con ellos alimentó su narrativa.