Los padres de Milanés —un soldado y una modista— siempre apostaron por la calidad artística de su hijo. En los años 50, época del estallido de la Revolución Cubana contra la dictadura de Batista, su familia se mudó a La Habana, según cuenta él mismo en el documental sobre su vida dirigido por Juan Pin Vilar. Allí cursó sus estudios en el conservatorio municipal, a la vez que se nutría de un clima esperanzador en lo social y político.
Sus comienzos musicales estuvieron muy relacionados con el feeling, una música, como él decía, “cantada con humildad, sentimiento y desde el corazón”. Para él, “este estilo ‘cubaniza’ la música nacional de la influencia norteamericana que tenía antes por culpa de la dictadura”. “Cuando empezamos a ser libres, empezamos a tocar música libremente y explorar nuevos estilos”, reconoce.
Inma Grass, fundadora y socia de la compañía de música Altafonte y creadora de la playlist Neo Trova y allegada a Pablo Milanés, destaca del artista esa forma de cantar el amor y a la esperanza. “Tenía un toque mágico, un don que hacía que su música conectase con la gente desde la sencillez, pero una sencillez profunda”, destaca.
Pablo Milanés sirvió como un artista puente entre el feeling y la Nueva Trova. Siempre se mostró a favor de los cambios y de los avances, tanto musicales como políticos. Tanto para él como para otros referentes musicales de la Revolución Cubana, como Silvio Rodríguez o Noel Nicola que acabaron creando la Nueva Trova, la idea era hacer reivindicativa, social y política la canción popular. “La canción es un arma al servicio de los pueblos”, reivindicaban. Un ejemplo de la experimentación y aportación de nuevos ritmos a la música cubana es la canción de estos tres artistas Cuba Va: “Que nadie interrumpa el ritmo / Queremos amar en paz / Para decir en un grito / Cuba va / Cuba va”. De nuevo, el amor como un impulso al cambio esperanzador.
Según explica Grass a elDiario.es, el cantautor cubano estaba a favor de la exploración musical y de los nuevos formatos sonoros. Frente a un sentir reaccionario o atrasado; “le gustaba más que en sus conciertos le pidiesen tocar sus nuevas canciones”. Además, estaba familiarizado con la música más actual. Su nieta, Camila Guevara Milanés -que comparte parentesco también con Ernesto Che Guevara- es también cantautora y explora incluso dentro de la música urbana, lo que suponía una influencia para la perspectiva del artista fallecido. “Si ya él ha dejado un legado artístico implacable, apreciaba aún con su edad y su recorrido que se siguiese innovando”, asegura Inma Grass.
No todo fue fácil para Pablo Milanés. A sus 23 años era crítico con la deriva represiva que estaba teniendo el Gobierno de Fidel Castro. Ante ello, la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) lo llevó a uno de los campos de trabajo que existieron entre 1965 y 1968 en el país. “En Cuba se empezó a operar con un carácter represivo, sobre todo en la policía y en el ejército. A mí no me gustaba. Me venía oliendo lo que podía venir y lo expresaba, incluso con gente que lo defendía y que se acabó yendo después. Yo me quedé más años y sigo considerándome revolucionario”, explica en su documental.
Milanés reconoce que al principio se sentía satisfecho con la decisión, porque estaba cumpliendo con su deber como ciudadano y como revolucionario. Sin embargo, al encontrarse allí y viendo cómo los trataban; cambió de opinión. Recuerda que los que peor lo pasaban eran los homosexuales, a los que llevaban solo por su orientación sexual.
“Catorce pelos y un día me separan de mi amada”, decía en la canción en simbolismo con los niveles de alambres que tenía el campo. Al final, se fugó con un compañero. Después de unos meses, se volvió a entregar por el miedo de su madre a que lo descubriesen y estuvo un par de meses en otro campamento de Camagüey hasta que los campos desaparecieron por presión internacional. En una entrevista en el periódico El País en 2015 culpaba de esta represión a la alineación de Cuba con las políticas soviéticas y se ha mostrado crítico con la represión de los últimos años.
“Me di cuenta de que las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes. De allí salí más revolucionario”, reconocía Milanés en la misma entrevista. De hecho, el cantautor siguió haciendo canciones políticas, tanto de Cuba como del resto del mundo. La canción ya inmortal Yo pisaré las calles nuevamente se la dedicó a Miguel Enríquez, primer secretario del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, que murió en 1974 tras el golpe de Estado pinochetista. En Dulces recuerdos el artista cubano conmemora la legalización del Partido Comunista de España. Más recientemente, apoyó la candidatura de Evo Morales en Bolivia o el “ejemplo de revolucionario” de Pepe Mujica en Uruguay.
A Milanés hubo quien lo llamó “gusano” en Cuba, que es la forma de designar a los opositores al Gobierno. Gina Picart, escritora y periodista cubana especializada en La Habana, contrapone en su blog que tanto él como Silvio Rodríguez no solo cantaban dentro de la isla, “llevando su mensaje de libertad, revolución y latinoamericanismo fervoroso a cada cubano, sino que lo difundían en conciertos multitudinarios por el mundo, entre los que muchas veces elevaron su canto en plazas de países latinoamericanos con dictaduras militares o recién recuperándose de los estragos terribles que estas dejan a su paso”.
En opinión de Inma Grass, todo ello sirve aún a día de hoy como inspiración a los artistas: “Muchos que nada tienen que ver con su estilo contactaron en estos últimos años para colaborar con él. Como en Chile, donde una gran cantidad de cantautores han denunciado la situación de injusticia social a través de la música”. En su opinión: “Se nos va este artista justo cuando en Latinoamérica empieza a haber un clima de progreso frente a la deriva de los últimos años y del avance de la extrema derecha en Europa”.
Según la misma allegada, él querría ser recordado como “un poeta, un músico íntegro que siempre defendió la justicia, la paz, la igualdad, la honestidad y la exploración de lo nuevo”.