De hecho, mucha gente fuera de España cree que Buñuel es francés. Años de exilio, de maltrato, de no reivindicarlo y de no hacer pedagogía han llevado a que la figura del director quede difuminada. La labor del franquismo para destruirlo y emponzoñar su obra tuvo éxito, y solo hay que preguntar en la calle cuántas personas saben decir tres títulos de películas suyas. Por supuesto ni hablar de su poesía, una poesía directa, que golpea. Una poesía que es como la cuchilla de su obra maestra.
Han sido esos escritos los que Lagartija Nick han utilizado para su nuevo disco, El perro andaluz. Una reivindicación de Buñuel, de su poesía y de su legado en forma de disco ecléctico que mezcla los sonidos andaluces con los aragoneses. Los tambores de Calanda con el sonido de los proyectores de cine. Una mezcla imposible de la banda que parió el fundamental Omega, uno de los discos más importantes de la música en España. Si allí recuperaban a Lorca, aquí lo hacen con el director de cine como también hicieron con Val del Omar, otro desconocido de forma injusta.
Su música es memoria histórica. Es arte contra el olvido, y así lo entiende también su cantante, Antonio Arias. “Es memoria histórica. Es Misión Pedagógica. También es una moneda al aire. También era memoria histórica el disco Crimen, sabotaje y creación, en el que hablábamos de la historia de cuatro maquis que mueren en la ciudad de Granada. Maquis urbanos. La leyenda de esos hermanos está dentro de esa memoria histórica, de esa narración mágica, casi de un surrealismo mágico”, cuenta Arias desde un hotel de Madrid con su inseparable sombrero. De este El perro andaluz dice que es un disco que les ha hecho salir de su “chovinismo”, pero que lo han afrontado “como valientes perros andaluces que se han adentrado en una tierra incógnita” para ver cómo les transforma.
Lagartija Nick es un grupo contracorriente. Francotiradores en una industria marcada por lo que dictan las radiofórmulas y las grandes compañías. Música blanca, sin aristas ni complejidad que no tiene nada que ver con cada disco que ellos componen fuera de modas. “Tanto en el mainstream, o en la escena, o como se llame, hay una ideología dominante muy peligrosa que habla del vacío. Un vacío absoluto de mensaje. Siempre te están recordando que si no entras ya sabes lo que te pasa, que te vas a quedar como Antoñito Arias, dando rebotes por el espacio y el tiempo. No es que esté castigado, porque si no le importas al sistema tampoco tienes porque atenderlo. Antes hemos dicho memoria histórica, también somos un acto de resistencia, un acto de invocar que podemos encontrarnos en otros sitios, en otras músicas”, dice con franqueza.
Antonio Arias considera que son “poco conocidos”. Algo irónico hablando del grupo que revolucionó el panorama musical con Omega. Ahí otro vínculo con Buñuel. Arias recuerda lo que ocurrió entonces con algo de dolor. “Fue ejemplarizarte. Les dijeron a la gente, si vais por aquí ya sabéis lo que hay. Será muy bonito pero será dentro de 30 años. Hay mucho dolor todavía en mí por la recepción. Fue doloroso, no había por qué ignorarlo de aquella manera. Ahí la vida te ofrece un cambio. Te preguntas qué quieres, seguir soñando que eres una rockstar o ver quién eres en el mundo. Solo lo vas a averiguar haciendo esos trabajos que a ti te representan. Yo siempre he tenido a mi hermano mayor, y yo me molestaba cuando hacía ese tipo de atrevimientos de cantar poesía, y aquí estoy. Tenemos que luchar por nuestra iconografía, porque el tiempo nos dará la razón a los Lagartija y la razón nos dará tiempo para hacer alguno más”, asegura.
“Lo de la pasta es así desde los años 80. Siempre con los dineros. Y tú dices 'sí, pero esto es una carrera a largo plazo. Con quien me tengo que sentir bien es conmigo mismo dentro de 30 años'”, añade y cuenta que alguna vez sí que hubo tentaciones de pasar por ese aro: “Puede que sea un acto de soberbia querer meternos por el aro a todos y a veces, eso crea frustraciones que no puedes manejar bien. Si me hicieran volver atrás, a Sony al 92, cuando grabamos Inercia, quizás si pensaría, ¿y si me lo monto mejor? Quizás hubiera atendido más al volante, en vez de soltarlo tanto. Pero claro, en aquel momento queríamos ser artistas, y en cuanto entraba el dinero y éramos artistas, pues ya lo que faltaba era drogarse. Pero luego, a través de los años, hay momentos en los que ya ves que tu oficio tienes que llevarlo de otra manera y que no puedes soltar el volante tanto, porque es tu obra, mala o buena, te avergüence o no te avergüence”.
Este personal proyecto viene de lejos, de una propuesta lanzada por el festival Abycine en 2017. Les invitaron a poner música a imágenes de Buñuel, un reto que “en sí era una provocación, pero era una maravilla”. El director dijo muchas veces que no le gustaba la música en las películas, y por eso Lagartija Nick pensó en buscar sus poemas. Cuando los leyeron, vieron que ahí ya había “una guía de sonoridad” que marcó las líneas maestras del disco. Unas líneas que les llevaron a usar la música de los años 20, con el foxtrot, el charlestón y el jazz como influencias. Una propuesta que se quedó parada tras el evento, pero que con la pandemia recuperaron. Un disco que ha sido “un revulsivo” que Antonio Arias cree que necesitaban.
El perro andaluz, que presentarán en una gira que comenzará el 17 de diciembre en Bilbao y que pasará por Madrid, Valencia y Barcelona, coincide casi en el tiempo con el proyecto de musicalización que ha hecho Jota, de Los Planetas —grupo de Granada, como Lagartija Nick—, de piezas inéditas de Iván Zulueta. Ambos recuperan el trabajo de directores claves que no siempre han tenido el espacio que merecían, algo que para Arias tiene una explicación: “Parece que Buñuel es algo asumido. Parece un pasado asumido en el que no nos queremos meter porque tiene ciertas aristas, pero esas aristas son infinitamente más divertidas que la religión que las provoca”.