En efecto, se trata de una persona que está "enfadada con el mundo", como concreta a este periódico la actriz Mariana Treviño, que se mete en la piel de Marisol. Ella es la matriarca de la familia mexicana que se muda a la casa de enfrente del protagonista y que cambiará su vida para siempre. "Está en contra de todos, amigos, desconocidos. Ocurre en la vida. Cuando pasamos por procesos emocionalmente difíciles, la humanidad se convierte en tu enemiga en todos los sentidos", reflexiona, "no tiene que ver con que sean latinos. De hecho, la película les coloca como el aire fresco que da la vuelta a su energía".
La intérprete celebra que sea así por "la gran comunidad latina que vive en Estados Unidos. Otto adquiere una familia a través de ellos, se adoptan mutuamente". En efecto, el personaje de Hanks está a punto de suicidarse cuando el torrente de luz Marisol irrumpe en su día a día. Pero a su vez, él será clave para ella. "Hay una correspondencia, los dos llegan con ciertos vacíos y él se acaba dando cuenta de que también puede darle fuerza, la que ella no se da cuenta que tiene" declara.
"Enseñarle a conducir es el momento en el que se cambian los papeles", describe, por cómo él ejerce del padre ausente, consiguiendo que se dé "el ritual de que si tu papá te dice que puedes, lo haces". La cinta combina el drama con la comedia gracias a secuencias como ésta y los nostálgicos flashbacks en los que Truman Hanks, hijo del célebre intérprete, debuta como actor representando el mismo papel que su progenitor. El director explica que fue en la sala de montaje donde más trabajaron para lograr el equilibrio del tono del largometraje. "Era el gran reto: trazar la fina línea entre lo luminoso y lo oscuro", admite.
Incluir la trama de los sucesivos intentos de suicidio de Otto fue una apuesta que, si bien estaba desde la historia original, podría dificultar la misión de rodar una película no exenta de humor. "Hay que hablar sobre los tabús", defiende el realizador, que apunta que más allá de estos, "esta es una historia de esperanza y está construida como un viaje de curación". El realizador aprovecha la tesitura para advertir de que "la salud mental va a ser la gran crisis del siglo XXI. No se está invirtiendo lo suficiente en ella. La tecnología nos ha traído cosas muy buenas pero también mucha soledad".
Treviño, que es la gran sorpresa del filme, fue la única propuesta que el director de casting hizo a Forster para encarnar a Marisol. "Cuando abrí el correo y vi que sólo había una actriz pregunté que por qué", recuerda el cineasta, "me dijo que abriera su prueba. Fue increíble. Ella estaba rodando aquí en España y se grabó con el iPhone en la habitación del hotel. ¡Estaba sola! Normalmente al ensayar un papel tienes a alguien que te dé la réplica, pero Mariana estaba interpretando todos los papeles".
La mexicana había aparecido en series como Club de cuervos, La casa de las flores, 100 días para enamorarnos y Érase una vez... Pero ya no; pero El peor vecino del mundo supone su salto a Hollywood, y de la mano de una estrella del calibre de Tom Hanks, del que alaba su "generosidad". "De todas sus interpretaciones, la que más me impactó fue Philadelphia. Se me quedó impregnada, creo que eso me impulsó a querer ser actriz más adelante porque siempre me acordaba de lo que me había generado", revela.
Treviño aplaude que su primera incursión en Hollywood haya sido "en un papel latino y mexicano. Me permite mostrar de dónde vengo, compartir lo que soy, y que quede ahí". La actriz opina y agradece que la representación de las personas latinas ha mejorado recientemente: "Las plataformas ayudaron mucho al empezar a hacer producciones locales. Abrió la brecha para acercar historias cada vez más particulares a un público general. Se dio la oportunidad a hacer aproximaciones más reales y auténticas de la cultura que se estaba proyectando". "Que un actor mexicano como Diego Luna hiciera Star Wars era inimaginable hace años", asegura.
El peor vecino del mundo es una película inclusiva y diversa. En lo que respecta a la cuestión racial, la actriz ahonda en cómo el vecindario representado en ella "es símbolo de todo el país. En Estados Unidos se conoce como el melting poot [crisol de culturas] porque cada inmigrante, cada persona que llega de fuera lo hace también para enriquecer y hay que darle ese reconocimiento. A veces aterrizan con la energía que una sociedad necesita y con eso crecen. Está más que probado en la historia cómo civilizaciones han mejorado con los valores, costumbres e idiosincrasias de fuera".
La filmografía de Forster es cuanto menos ecléctica al comprobar que ha dirigido títulos tan dispares como Monster's Ball (2001), Descubriendo nunca jamás (2004), Guerra Mundial Z (2013), Christopher Robin (2018) y ahora El peor vecino del mundo. "Siempre me he inspirado en cineastas como Howard Hawks y Billy Wilder, que cambiaban continuamente de género", reflexiona al respecto.
En su último largometraje, una de las temáticas que lo vertebra es el lugar al que son relegadas las personas mayores a medida que envejecen. Está Otto, que es viudo, no tiene hijos y acaba de jubilarse, con todo lo que ello implica para él: la falta de una ocupación, compañía y objetivo. Pero también están Anita (Juanita Jennings) y Reuben (Peter Lawson Jones), una pareja anciana de vecinos a través de los que se muestra su indefensión, en este caso ante una inmobiliaria, que pretende hacerse con su vivienda.
"Los mayores siempre han sido empujados a los márgenes cuando ya no pueden aportar nada a la sociedad", lamenta el director, "se convierten en inútiles. Y debemos tratarlos con mucho más respeto, ser más inclusivos con ellos". Esa 'falta de metas' es la que lleva a Otto a sentir que su vida ya no merece la pena porque, como el realizador reconoce, "la manera de mantener tu mente y tu cuerpo sanos es sentir que tienes un propósito a medida que te haces mayor". El cineasta critica que en Estados Unidos "no existe prácticamente una estructura" que se haga cargo de ello y lo fomente.
"Incluso en Europa no es tampoco muy fuerte. Habría que proporcionársela", reclama, "la sociedad debería ocuparse y cuidar de los ancianos. Y que de la misma forma que se presupone que vas a llevar a tu hijo a un colegio que le dé una buena educación; se diera igual de por hecho la atención a la gente mayor".
Dentro de este contexto, la película irrumpe como un canto a la importancia de generar comunidad. "La sociedad ha hecho que cada vez sea más difícil para los seres humanos expresar su bondad. Se han puesto rudas", comenta Treviño culpando en parte a la pandemia, por cómo "nos hizo sentir desconectados de lo que sabíamos y sentíamos como vida". De ahí a que el filme aterrice en las salas en un momento pertinente. La novela, sin embargo, fue publicada hace una década. "Es interesante cómo un libro que fue escrito hace diez años tenga de repente más importancia ahora que antes", apunta el director.
La actriz, por su parte, aprovecha para reclamar "apoyo para la cultura y el cine, porque son imprescindibles para la sociedad. El espejo donde regresamos para reconocernos, ver qué somos, qué hemos construido, cómo estamos viviendo e identificar cuál es nuestra identidad colectiva".