El corrido, género musical que puede englobarse bajo el amplio paraguas del 'regional mexicano', bien podría funcionar como termómetro social del país. Su origen, en el siglo XIX, tiene influencias europeas como la polka o el acordeón, y está relacionado con los cantos populares, primero en el contexto de la lucha por la Independencia y posteriormente de la Revolución. “El corrido también cumplió la función de un medio de divulgación y comunicación de ciertas facciones y como un reproductor del sistema de valores y códigos de la época y afines a determinados grupos, principalmente vinculados a la cultura popular”, apunta el investigador Alberto Lira en un artículo publicado por la Universidad Autónoma del Estado de México [PDF].
Al igual que en su día se popularizaron los corridos revolucionarios dedicados a Pancho Villa y Emiliano Zapata, la década de los 70 implicó el auge de los narcocorridos, un subgénero donde se relatan las vidas y hazañas de narcotraficantes. Bandas tan icónicas como Los Tigres del Norte se enfrentaron en los 80 a la censura del por temas como Contrabando y traición o La reina del sur, que fueron prohibidas en las emisoras por apología del crimen organizado. En ocasiones, la relación entre los músicos de este subgénero y el narco ha sido más dramática: uno de los casos más conocidos es el de Valentín Elizalde, asesinado 2006, mismo año en el que el ejecutivo de Felipe Calderón inició la denominada Guerra contra las Drogas, que desembocó en una de las etapas más violentas de México. El cantante, que había dedicado corridos al Chapo, recibió varios disparos al salir de un concierto en Tamaulipas. Fue presuntamente asesinado por un grupo rival, el Cártel de los Zetas.
Axel Catalán (Morelia, 1988), artista que despunta en el panorama del rock mexicano, es originario de Michoacán, una de las zonas donde más desarrollo histórico han tenido los corridos, junto a Guerrero o el Estado de México, sin olvidar la tradición propia del norte del país. Conversa con elDiario.es en las semanas previas al lanzamiento de su primer corrido, un tema “muy clásico, bastante romanticón”. Los corridos siempre han formado parte de su vida, pues Catalán los asume así: “Música común en los pueblos donde crecieron mi papá y mi mamá”. Una década después de comenzar su carrera musical, afirma que fueron dos sinaloenses de distintas generaciones quienes le inspiraron para adentrarse en el género: Chalino Sánchez (1960-1992), denominado El rey del Corrido y asesinado presuntamente por el narco; y Ariel Camacho (1992-2015), una de las promesas del regional mexicano que falleció en un accidente de coche a los 22 años.
Según Catalán, Ariel Camacho comenzó la “revolución” que ha desembocado en los corridos tumbados, una reinterpretación del género que fusiona la música urbana estadounidense y la cultura del corrido del norte de México, con estilos como la banda o el sierreño. Las letras, al igual que en muchos temas de trap o rap, suelen aludir al consumo de drogas, al sexo, al lujo y a la vida en la calles. Sus dos grandes exponentes, Junior H (2000, Guanajuato) y Natanael Cano (2001, Hermosillo) no alcanzan los 25 años y entre ambos suman más de 20 millones de oyentes mensuales en Spotify. Concretamente, el término corridos tumbados proviene del disco homónimo que Natanael Cano lanzó en 2019 con el sello chicano Rancho Humilde, mismo año en el que Bad Bunny contactó al artista sonorense, aún desconocido ante el público internacional, para colaborar en un remix de la canción Soy un diablo.
“Creo que el éxito de los corridos tumbados también tiene que ver con una cuestión nostálgica relacionada con la migración a Estados Unidos”, asevera Catalán. Desde 2020, Natanael ocupa los primeros puestos en las listas de autores latinos más escuchados en Estados Unidos y actualmente reside en Los Ángeles; su éxito ha tenido mucho que ver con el sello Rancho Humilde, creado por el productor de origen mexicano Jimmy Humilde. “Creo que el sello rompió una barrera bien grande que había entre la música que hacía la gente mexicana-mexicana y la música que hacen los chicanos. El Jimmy rompió eso, unió la música de México y la de los chicanos y la volvió una misma. Por mí parte, yo uní el mexicano con el urbano”, afirmaba el artista al ser entrevistado en 2021 por VICE.
Apache O’Raspi, presentador desde hace ocho años de Resistencia Modulada, un espacio radiofónico dedicado a la música iberoamericana actual en Radio UNAM, señala que la novedad de los corridos tumbados no está solo en la fusión musical, también en la lírica. “Ya no se romantiza directamente el narco como en los narcocorridos, pero la violencia continúa siendo un componente importante, y también la droga: ahora ya no se habla tanto de traficarla sino de consumirla, desde un tono más individualista”, cuenta a elDiario.es. “Creo que hay una nueva estetización de la violencia que tiene que ver más con la música urbana estadounidense”.
“El término tumbado también tiene que ver con una lentitud y una levedad que en lo rítmico y estilístico se puede asociar al trap”, prosigue O’Raspi. “Siento que el éxito que ahora está teniendo este tipo de música se saltó una generación: es gente muy joven retomando música de sus abuelos con subgéneros como el sierreño o reivindicando a figuras como Chalino Sánchez o Miguel y Miguel, pero con una estética de Los Ángeles; en realidad hay un vínculo generacional”. El futuro del corrido, opina O’Raspi, está en la fusión, no solo con la música urbana sino con otros estilos como el techno.
“Cuando una abre la lista regional mexicano en Spotify, no existe ni una sola mujer vocalista en ninguna banda, excepto la etérea y eterna Jenny Rivera, menos cantantes femeninas de corridos tumbados”, alegaba en 2019 la politóloga Ximena Molina en una columna de opinión. Aunque los intérpretes masculinos siguen cosechando los mayores éxitos, el panorama va cambiando —ahora Spotify tiene una lista dedicada a “las indomables del regional”— con algunos nombres como el la sonorense Ivonne Galaz, una de las primeras mujeres en incursionar en los tumbados; Jenny 69, nacida en California pero de padres mexicanos o Lúa Jenn, con un estilo denominado flow norteño.
“Casi toda la narrativa de los corridos es la del héroe, siempre han presentado a las mujeres en papeles muy claros: amantes, esposas, madres, nunca en papeles principales”, explica por videollamada Karina Cabrera, periodista musical, investigadora y fundadora de Sonoridad, un medio enfocado en las mujeres de la industria de la música en México. “El género inicia con la Revolución y lo que se glorifica es la batalla, la guerra, donde se considera que las mujeres no están presentes: son vistas como la razón para mantener la lucha, el lugar al que regresar o proteger.” En algunos narcocorridos, las mujeres también son narcotraficantes, como el caso de la canción La reina del sur, pero no hay “una ruptura de los mandatos de género”, observa Cabrera.
“En los últimos años sí empezamos a encontrar no tanto compositoras sino intérpretes, las mujeres comienzan a presentarse en lugares más complejos, se empieza a crear una mítica femenina; no obstante, la narrativa sigue siendo la del héroe, la del romance”. La ruptura, para Cabrera, viene desde la canción feminista, que está presente en varios géneros de forma transversal, y especialmente en la música urbana: “por eso, algunas raperas como Renee Goust o Ximbo quieren incursionar en los corridos para la romper este paradigma masculinizado”.
“Desde la música y la historia oral también se pueden crear espacios para las mujeres”, sostiene Cabrera. “Los corridos, ahora también los corridos tumbados, describen la vida de la calle, espacios de los que tradicionalmente son relegadas las mujeres: por eso, muchas artistas quieren llevar a otro lugar esta narrativa sobre la violencia en las comunidades y el crimen organizado. El regional mexicano también se puede transformar a través del feminismo”, concluye.