El texto se aprobó en el Consejo de Ministros y se presentó cumpliendo su promesa. La definición de productor independiente se mantenía como pedía el sector. El problema estaba después en el texto, exactamente en la página 20 del documento, donde se plantea una bajada de la cuota de pantalla que obliga a las salas a la exhibición de cine europeo e iberoamericano (lo que viene siendo el cine independiente) del 25 al 20%. Es decir, a proyectar un número concreto de películas para proteger las más pequeñas e independientes frente a las grandes compañías de Estados Unidos.
Además, el texto añade que las películas dirigidas por mujeres, la animación o los documentales computan doble para cumplir la ley. Una cuota mediante la cual un cine podría exhibir solo un 10% de cine independiente, por ejemplo, gracias a películas animadas europeas. ¿El 90% restante? Todo para Hollywood. Una bajada que beneficia a las majors, a los avatares y a los Marvel. También a los grandes complejos de salas que tendrán carta blanca para programar mastodontes frente al cine más pequeño y que necesita de mayor protección. Desde el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) explican que los supuestos de películas que computaban doble vienen de la ley anterior, y que esta medida hace que se vea "bonificada la programación de ciertas obras con dificultades de llegar al público y que se quieren promocionar especialmente para favorecer una oferta cultural lo más diversa posible para la ciudadanía".
La cuota de pantalla cuenta con un enemigo claro, los exhibidores. "Para elaborar esta ley hemos escuchado a todas las partes implicadas. Los exhibidores llevan años reclamando que se elimine la cuota porque consideran que no surte efecto. La ley no la elimina, la baja levemente y, como ya se hizo el año pasado, el camino es apoyar al sector en base al porcentaje de programación comunitaria y en lenguas oficiales. De la cadena de valor de la cinematografía, los exhibidores son el único eslabón con obligaciones que de no cumplirse pueden sancionarse y que se enfrentan a un horizonte incierto dados los cambios que se dan en el consumo", dicen desde el Ministerio Cultura para justificar una bajada que favorece a las grandes cadenas de exhibición frente a los distribuidores independientes.
Como si intuyera el futuro, el pasado diciembre el presidente de la asociación de distribuidores independientes (Adicine), Enrique Costa, pedía en elDiario.es apoyo público y, sobre todo, que se mantuviera “que el 25% del cine que se distribuye en salas sea europeo, eso es algo que es vital, porque la mayoría del cine independiente es europeo”. Antes de la aprobación del texto se reunieron con el ICAA y les explicaron la importancia de mantener esa cuota. No les hicieron caso. Ahora, la solución es difícil. Por ello han acudido a los diferentes partidos políticos para intentar corregir este error presentando enmiendas en el Senado, aunque no son optimistas.
“Esta reducción de cuota da ventajas a las películas distribuidas por empresas norteamericanas y es perjudicial para la producción independiente, pero también para el cine español”, analiza Costa. Cuatro de los cinco títulos nominados a los Goya fueron distribuidos por empresas independientes. Esas películas ahora estarían en inferioridad de oportunidades en las salas. “Es dar una situación de privilegio al cine de Estados Unidos frente al cine nacional y europeo”, zanja.
La entrada del criterio de obras que puntúan doble abre la posibilidad de que haya productoras que hagan “acuerdos con complejos de cine muy grandes para que les den películas para pases sueltos que valgan doble para llegar a la cuota”. “Les hacen un favor, pero mientras, ¿qué pasa con en cine de autor, con el cine de calidad, con la clase media del cine que es la que crea diversidad en las pantallas? Pues que no van a tener hueco”, añade Costa, que lamenta no haber logrado “lo que se hace en otros países de Europa como Francia, donde las salas tienen un porcentaje máximo que pueden destinar a una sola película”.
Los cines franceses no pueden destinar más del 60% de sus pases a proyectar superproducciones de Hollywood, evitando situaciones como la que se dio estas navidades en España, donde más del 90% de las sesiones estaban dedicadas a Avatar: el sentido del agua. Meses en los que se ha visto cómo títulos como As bestas, Living, El triángulo de la tristeza o The quiet girl han funcionado muy bien en circuitos de cine de autor.
Una lucha desde hace años de las majors por controlar más parte del pastel que tiene su punto de inflexión en uno de los acontecimientos políticos más importantes de los últimos años, el Brexit. “Antes, todos 'los Harry Potter' contaban como películas europeas, pero desde el momento en el que Inglaterra deja de ser europea ya no contabilizan para esa cuota”, apunta el presidente de Adicine como uno de los factores que han podido provocar este cambio en el cupo que favorece a las grandes distribuidoras y complejos de salas.
Para el dueño de Caramel, Enrique González Kuhn, distribuidora de películas como Titane o Cold War, ese descenso de la cuota en la ley es, aunque lo expresa con otras palabras, una mala pasada. “Unos cines Verdi o unos Renoir cumplen la cuota de sobra, pero para los circuitos más grandes, donde casi todo lo que ponen es americano, supone ponérselo más fácil y permitir que haya más Avatar y más pantallas a la vez para poner la misma película". Cree que para los grandes complejos y las grandes empresas de exhibición “el cine europeo es relleno”. Con una cuota más pequeña será cada vez más difícil que en provincias donde solo existe un multicine haya diversidad y variedad. Ahora habrá más espacio para el cine de Hollywood.
Reconoce el distribuidor que no se esperaba ese cambio y lo considera un golpe más para un sistema que “en España está con el agua al cuello”. “Mira, me han ofrecido una película española potente y al final se la ha quedado Universal, porque han adelantado más dinero. Es evidente, porque no te puedes comparar con Universal, así no se puede. En Francia la distribución independiente es fuerte y pueden apostar por tener películas grandes porque tienen pulmón para ello. Aquí no podemos y acaba todo en manos de quien ya sabemos. En Francia una independiente puede llevar Intocable, pero aquí si hay un Torrente nunca va a acabar en manos de una independiente”, zanja y apunta a que las cadenas privadas y TVE compren más cine europeo e independiente para emitir en sus cadenas como forma de hacer que haya más igualdad de condiciones para todos. Recuerda, además, que cuando los cines no tenían películas para exhibir en la primera fase de reapertura tras la pandemia por la negativa de las majors, fueron ellos los que sacrificaron sus películas para que la gente tuviera algo que ver.
En BTeam son los responsables de éxitos como Cinco lobitos, Otra ronda o Las niñas. Lara Pérez Camiña, una de sus socias y copresidenta de Adicine, recuerda el momento de leer el texto legislativo. “Creo que a todos los distribuidores independientes fue evidentemente lo que más nos llamó la atención de la ley del cine. Nosotros, antes de que se tramitara como ley, hicimos nuestras aportaciones y comentamos nuestras sugerencias y les dijimos lo importante que era la cuota de pantalla. Las cuotas tiene que existir para proteger ciertas cosas, y nuestro cine está totalmente desprotegido”, opina y reincide en la idea de que cuando las salas de cine necesitaron películas, fueron ellos los que las aportaron. Para ella esta cuota es “la garantía de la diversidad, que el espectador pueda acceder a otro tipo de contenido y las salas no se llenen solo de un tipo de cine”.
Una de las partes de la cadena de la industria del cine que queda desprotegida y que para Camiña es la muestra de que “no se entiende lo que hacen las distribuidoras”. “Estamos un poco en un terreno intermedio que es fundamental, porque es el camino para que las películas lleguen al público. Creo que hay un desconocimiento sobre cuál es nuestra labor y sobre por qué pedimos las cosas”, zanja y pide que, antes de soñar con nuevas medidas como ese porcentaje de protección francés, al menos mantengan la cuota que había: “Luego les diría mil y una medidas, pero esta es la primera”.
Desde A Contracorriente, distribuidora que trajo a España títulos como Intocable y que en 2022 fue responsable del éxito de As bestas, creen que “hay que ser sensible a esa necesidad de espacio para el cine independiente”, y aunque no están en contra de la cuota, sí que se preguntan si es la mejor forma de defender ese espacio. “Durante años ha existido esta cuota de mercado que en la práctica no sé si alguien ha controlado efectivamente y por tanto no sé si en la práctica ha ayudado mucho o poco al cine independiente, diría que más bien poco. A nosotros nos gustaría que, quizás, como hacen en Francia, se autolimite el número de pantallas y sesiones que un mismo título puede llegar a ocupar en una semana de estreno”, explica Eduardo Escudero, socio y responsable de negocio de la empresa.
Les preocupa que no existan “medidas para incentivar al público”, porque “la cuota puede ser importante, pero si no has conseguido promocionar adecuadamente las películas con un tiempo razonable antes del estreno, pues ya entras cojo”. “En este país, sobre todo en este momento, que tenemos que recuperar público que se nos ha marchado de las salas, hay que agrandar nuestro mercado de cine independiente, hay que ampliarlo, y eso no lo va a conseguir la cuota de mercado, porque nosotros nunca vamos a defender una sala vacía con una película independiente, y eso pasa por incentivos a la exhibición para que el público vaya y que no haya ninguna sala vacía con ningún tipo de película. Nosotros estamos más por agrandar el mercado, y eso se traduce en más espacio en las televisiones que apoyen la experiencia del cine, más apoyo también en los medios o medidas que apoyen que no se cierren salas de cine en los centros de las ciudades, fundamentalmente en los centros vecinales”, cuenta como posibles medidas alternativas. Medidas que se echan de menos en una ley que se fija más en la producción o incluso en las salas, pero poco en la distribución. Una ley que defendió al productor independiente, pero se olvidó de proteger las salas donde esas películas se iban a proyectar.