Su triunfo es el más contundente de una película desde 2008. Siete premios para una comedia surrealista, con un gran corazón dentro, y una trama de multiversos que hace que los filmes de Marvel se queden en juegos de niños. Estas son las claves de la victoria aplastante de la película de Daniel Kwan y Daniel Schinert.
Los Oscar llevan años en una crisis de imagen y de audiencia que preocupaba, y mucho, a la Academia de Hollywood. Han intentado de todo para atraer a un nuevo público al que los premios no suelen importar. Lo hicieron prescindiendo del tradicional presentador para aligerar la ceremonia, y hasta amagaron con entregar un galardón a la película más popular mediante una extraña votación en Twitter.
La solución era más fácil que todo eso. Solo consistía en abrir la mirada. En ver que hay otro cine que puede llegar a la gente, que es fresco, original, arriesgado y que a la vez puede convertirse en un fenómeno de masas. Todo a la vez en todas partes cumplía con esos requisitos, y la Academia no ha desaprovechado la ocasión. Cuando se vio cómo el filme conectaba con el público joven y conquistaba a la crítica, estaba claro que la obra de los Daniels sería una de las películas que marcarían la temporada de premios.
Los haters de Todo a la vez en todas partes han criticado su estructura fragmentada, su montaje frenético y picado, y su ritmo espídico. Sin embargo, aquí radica otra de las claves del éxito del filme. Su narrativa conecta y es descodificada sin problema por la generación TikTok, acostumbrada a estímulos rápidos, a vídeos cortos y a saltar de uno a otro.
Todo a la vez en todas partes es un título donde las nuevas narrativas audiovisuales se han conjugado. Una película que sirve de bisagra perfecta de dos tipos de Hollywood y dos tipos de espectadores.
Todo a la vez en todas partes no sería posible sin la existencia de A24. Es el estudio de moda y ellos fueron los descubridores de los Daniels. Han estado a su lado en las dos películas anteriores del dúo creativo, y han apostado por ellos dándoles libertad creativa (y un cheque más grande) para esta locura. A24 ha puesto toda la carne en el asador por el filme desde su llegada a las salas en marzo del año pasado, y lo ha acompañado de forma constante hasta culminar en una campaña por el Oscar perfecta.
La imagen de marca de A24 es inmejorable. Son los productores y distribuidores del cine más moderno del momento. Son los que han apostado por las nuevas voces del terror como Ari Aster, y este mismo año son ellos los que han estrenado La ballena y Aftersun, otros dos fenómenos. A24 sale de estos Oscar como la gran vencedora y se quita la espina de su anterior victoria, la que lograron en los premios de 2017 cuando Moonlight se llevó el Oscar a la mejor película, un galardón sepultado por el error con los sobres y una vencedora de la que nadie se acuerda.
Las nominaciones dejaron claro que este año Hollywood hacía una defensa a ultranza del cine en las salas. Nominó a las dos películas más taquilleras del año (Top Gun y Avatar), y en esa defensa de la pantalla grande entraba Todo a la vez en todas partes. A24 decidió aguantarla y estrenarla en cines y no en plataformas. Ha tenido una ventana tradicional y eso se premia. Era la opción perfecta. Un éxito de taquilla (más de 70 millones en Estados Unidos) sin pertenecer a una franquicia. A la Academia no le gusta premiar secuelas, y con el filme de los Daniels mandaban el mensaje de que, ahora más que nunca, hay que proteger la experiencia cinematográfica. Lo hacen dejando, de nuevo, a Netflix sin su ansiado premio al Mejor filme al que este año optaron por Sin novedad en el frente.
Otro de los problemas de la Academia desde hace años es su falta de diversidad. Desde aquellos #Oscarsowhite se tomaron medidas para hacer que la institución fuera más amplia e inclusiva y eso se reflejara en los premios y películas que se nominaban y premiaban. Los académicos de todo el mundo se han multiplicado, y eso ha tenido resultados positivos. Sin embargo, en esta edición, la ausencia de actrices negras volvió a poner a los Oscar en la picota por su falta de diversidad. Una diversidad que, por otro lado, habían logrado respecto a la comunidad asiática gracias a Todo a la vez en todas partes.
Premiar al filme y, sobre todo, a sus actores, es reconocer a toda una generación de inmigrantes que nunca protagonizan las historias que produce Hollywood. Los actores y actrices asiáticos solo han sido o secundarios graciosos o secundarios en filmes de acción. Michelle Yeoh ha estado dando mamporros en películas durante décadas, pero nadie le había dado esta oportunidad. Lo dejó muy claro James Hong, otra leyenda del cine, hijo de emigrantes de Hong Kong, cuando recogió junto al reparto de Todo a la vez en todas partes el premio del sindicato de actores: “Durante años, el papel principal lo hacían estos tipos con cinta en los ojos y que hablaban así (dijo imitando un acento falso chino y rasgándose los ojos con los dedos) porque el productor dijo que los asiáticos no eran lo suficientemente buenos y que no hacían taquilla. Pues mira dónde estamos ahora”.
Hollywood les pide perdón con este premio, les otorga un sitio que deberían tener desde hace mucho tiempo y también se lava la cara. Los Oscar son especialistas en redimir con premios lo que han hecho mal durante décadas, y esta edición es una nueva muestra de ello.
La campaña de los Oscar es fundamental para ganar el premio. Primero, no hay solo que querer ganarlo, sino también hay que demostrarlo. Los protagonistas de Todo a la vez en todas partes se han apuntado hasta a la apertura de un sobre. Han estado en todas las fiestas, han dado entrevistas en todas las revistas, y en todas ellas han vendido lo feliz que estaban por poder estar allí y por poder formar parte de toda esa locura. Sus discursos han sido emotivos, efectivos, poniendo en valor lo que significaba premiar su película. Han destacado los elementos de diversidad, y el mensaje empoderador y feminista de la película.
Han sabido vender su mensaje, colocarlo y que la gente lo aceptara. Han sido una gran familia peleando por estos premios y, además, tenían el relato ganado. Esa narrativa que a Hollywood le encanta. Un premio para Ke Huy Quan suponía abrazar el regreso del mítico Tapón de Indiana Jones, y el de Michelle Yeoh era el primero para una actriz asiática. La Academia era consciente del momento histórico. No por casualidad salió Halle Berry junto a Jessica Chastain a entregar el galardón a la mejor actriz. La única actriz negra en lograrlo se lo daba a la única actriz asiática. Una foto para la posteridad.
Muchos seguían sin confiar en la victoria de Todo a la vez en todas partes a pesar de que los indicadores previos señalaban hacia ello. Como siempre, los premios de los diferentes gremios de Hollywood han demostrado ser los más fiables de todos. Ni los Globos de Oro, ni los BAFTA. Han sido los premios que entregan productores, directores y actores los que han marcado el camino. El filme de los Daniels ganó en todos ellos. No solo eso, sino que en el de los actores fue donde Michelle Yeoh y Jamie Lee Curtis vencieron por primera vez. La película hizo historia. Nunca antes un título se llevaba cuatro galardones. Indicadores claros de que Hollywood había elegido a su vencedora desde hace meses.