Además, en esa primera tacada ya habían pasado por las tablas del Teatro Español de Madrid gente tan conocida como Nacho Cano, Maribel Verdú o José Sacristán y premiados como el propio Antonio Banderas (en dos ocasiones por los premios de Mejor espectáculo y Mejor actor de teatro musical) o Antonio Resines, que recibió el premio otorgado por el Gobierno de Cantabria bajo el llamativo lema de Premio por la Vuelta a la Vida debido a la grave enfermedad por la COVID-19. El actor lo recibió con humor: “Es un premio complejo, estáis todos acojonados por ver a quien le toca el año que viene. Ya en serio, esté premio va dedicado a toda la gente del hospital Gregorio Marañón, especialmente a la gente de la UCI”.
Finalizó esta primera etapa con Premio por el Cambio Social y la Inclusión en las artes escénicas, otorgado a un escueto Bob Pop que dijo tenerlo todo para recibir el premio: “Maricón, discapacitado y gordo, es que lo tengo todo”. Dinamismo y gran poder de convocatoria en menos de media hora, toda una demostración de saber hacer televisivo. Nada pararía el ritmo de esta gala que comenzó horas antes con una larga alfombra roja que iba desde la estatua de Calderón de la Barca a la estatua de Federico García Lorca en la plaza de Santa Ana. La verdad es que no puede haber alfombra más teatral; en ella, las actrices, actores y gente del teatro pudieron tener su momento más 'Goya'. Y lo aprovecharon. La verdad es que la fuerza de Cayetana Guillén Cuervo es indudable. Cada vez que pasaba por la alfombra, recibía el aplauso de numerosos madrileños.
Con el mismo ritmo se dieron los premios dedicados a la danza, a tres figuras consagradas del baile flamenco, Israel Galván, Rocio Molina y María Pagés. Tras lo cual, en los premios transversales, aquellos donde optaban distintas disciplinas, reinaron los musicales que se llevaron el premio de iluminación para Los chicos del coro, el de vestuario para La historia interminable y el de escenografía para el El tiempo entre costuras.
Ángel Gil, director del Thalia Theater de Nueva York, recibió el Premio a la mejor producción de artes escénicas de Nueva York de autoría hispana contemporánea. Premio que como adelantó este periódico ha creado controversia porque, aunque consta en el listado de los finalistas, es un premio otorgado por una comisión pautada por la Academia y no es votado por los académicos. La obra premiada fue Lecciones de vida del autor Eduardo Galán, que además de autor es el vicepresidente de la propia Academia.
Unos premios transversales e internacionales que la Academia deberá ir aclarando y perfilando en sucesivas ediciones y, tras los cuales, se dieron los premios netamente teatrales. Luis Bermejo recogió el Premio al Mejor Actor de Teatro por Los santos inocentes y Goizalde Nuñez por La vida es sueño de la Compañía Nacional de Teatro. El Premio de Mejor Actor recayó en Carmelo Gómez por Las guerras de nuestros antepasados, “es mi primer gran premio de teatro, estoy encantado”, dijo el actor que hace años decidió dedicarse y formarse en teatro y dejar a un lado su carrera cinematográfica. Blanca Portillo recibió el Premio a la Mejor Actriz por Silencio de Juan Mayorga a quien agradeció el premio y calificó de genio, “gracias por haber escrito esta obra y por sentir el teatro como lo sientes”, afirmó sobre el dramaturgo que inmediatamente después subió a recibir el Premio a la Mejor Autoría por su obra El Golem. Otra gran teatrera madrileña, Laila Ripoll, recogió el Premio a la Mejor Dirección por su obra Tea Rooms.
El premio de teatro más codiciado, el de Mejor Espectáculo, recayó en la obra Los santos inocentes, producido por GG Producción Escénica y Teatro del Nómada, obra de Miguel Delibes adaptada por Fernando Marías y el director del montaje, Javier Hernández-Simón. El actor Javier Gutiérrez, que interpreta a Paco el Bajo, el papel que del que se encargó Alfredo Landa en la película de Mario Camus, y que es también coproductor de este montaje, quiso dedicar el premio “a todos los Paco el Bajo y Regula, seres invisibles que intentan sobrevivir en este país día a día”.
La gala no tuvo grandes discursos ni reivindicaciones. Tampoco esta primera edición ha tenido grandes ganadores. Antonio Banderas con Company ha recibido el mayor número de estatuillas, tres. Y dos premios se ha llevado la obra Los santos inocentes. Pero quizá los ganadores de estos primeros Premios Talía hayan sido dos ya bregados y todoterrenos del teatro, Yayo Cáceres y Álvaro Tato, responsables de un teatro que une música, teatro clásico y modos contemporáneos. Yayo Cáceres recogió el Premio a Mejor Música Original por Malvivir, obra escrita por Álvaro Tato e interpretada por Marta Poveda y Aitana Sánchez Gijón que narra las vicisitudes de las pícaras de antaño. Una obra que también recogió el galardón al Mejor Espectáculo de Compañía. Pero además, Cáceres y Tato recogieron junto con su compañía Ron La La, el premio llamado Mejor Productora Privada de Espectáculo Escénico, un galardón por el que pasaron por encima de la todapoderosa productora Pentación y que supone un espaldarazo a esta pequeña empresa.
Punto y aparte fue ver una de las grandes actrices de teatro, Lola Herrera, con 83 años, recogiendo el Premio de Honor a la Trayectoria Profesional. Recibió el premio de manos de Antonio Banderas quien le dedicó una carta sentida a la actriz de Cinco horas con Mario, una actriz que cuenta con una de las carreras más relevantes de su generación, algo que destacó Banderas haciendo hincapié en que el premio era también un reconocimiento “a toda esa generación llena de grandes actores”, para acabar describiéndola como “una de las grandes damas del teatro, una de las grandes Lolas de España”. “Llevo 65 años en la profesión y nunca he trabajado en este teatro y me emociona”, dijo una Lola Herrera con estupenda y agradecida que también quiso apuntar que “estos premios pueden hacer un hueco en la historia ante un arte tan efímero como el escénico, estos premios tienen que servir para dar memoria al teatro”.
Pero quizá unos de los puntos más relevantes y diferenciales de la gala fue su capacidad de incluir disciplinas como la lírica o el musical, hasta ahora ausentes de este tipo de premios. Una inclusión que hizo posible que los Talía brillaran con luz propia. Poder oír en las tablas del Teatro Español una zarzuela como El gato montés, interpretada brillantemente por Pilar Jurado y Alejandro del Cerro, fue el preámbulo de uno de los momentos más descacharrantes de la gala con el tenor José Manuel Zapata que presentó los premios de la lírica y que con sorna pidió a los musicales que les cedieran el overbooking de público “porque el de la lírica se está muriendo, no sabéis lo que es cantar y mirar al patio de butacas y ver un frondoso campo de lomos plateados y una UVI móvil en la puerta del teatro". Porque, por lo demás, ganó el teatro de siempre. Ningún hueco para apuestas más contemporáneas. Incluso las oportunidades que había en los finalistas, como Los farsantes de Pablo Remón, La voluntad de creer de Pablo Messiez o Mariana de Luz Arcas, se quedaron en dique seco. Tendrá que ser en otra edición o, visto lo visto, en otros premios.