La idea es que sean ellos los que le pregunten a Francisco lo que quieran. Sus dudas, intereses o inquietudes. Muchos de ellos no son creyentes, otros sí, uno es musulmán… El acierto de este especial, que Évole codirige junto a Màrius Sánchez (codirector también del espacio televisivo Lo de Évole), es que el casting de chavales elegidos consigue que la Iglesia responda a los asuntos más peliagudos y ante sus opiniones más polémicas. Bergoglio despliega su carisma argentino, pero poco puede hacer ante esa selección de jóvenes entre los que hay una católica a favor del aborto, una persona de género no binario, una víctima de abusos de la Iglesia y una creyente que trabaja creando contenido sexual en internet o un senegalés cuyo hermano llegó a España en patera.
El testimonio más doloroso es el de Juan Cuatrecasas, víctima de abusos en un colegio del Opus Dei cuando tenía 11 años. Su abusador fue condenado a 11 años, pero finalmente se redujeron a dos, y no entró nunca en prisión. La Iglesia permitió que siguiera dando clase. Cuatrecasas le entrega al Papa la carta que él mismo le escribió y le pregunta que cómo es posible que esa persona haya salido impune. Le pone un espejo delante. Un espejo terrible que muestra la inacción de su institución. El documental graba el rostro del Papa en una de las imágenes más potentes. Su respuesta no deja contento a nadie. Es tímida. Condena los abusos, pero cree que la Iglesia está haciendo todo lo posible y que está teniendo una actitud ejemplar ahora mismo.
Otro de los momentos más tensos es el que llega con la respuesta a Milagros, católica, practicante y defensora del aborto. Cree que su misión como católica es acompañar a las mujeres que lo decidan y critica que la Iglesia las señale, las haga sentir culpables. Milagros, entre lágrimas, le entrega al Papa un pañuelo verde en favor del derecho al aborto. La respuesta de Francisco, que llega a comparar a quien aborta con quien recurre a un sicario para acabar con una vida, hace que todas las mujeres presentes —menos una, que por el contrario acude a centros de aborto para convencer a las chicas de no hacerlo— salten.
Milagros se convierte en el documental en la peor pesadilla del Papa, respondiendo y cuestionando la posición de la Iglesia sobre las mujeres. Francisco se muestra a favor de que no puedan ser obispos ni papas, y en un giro retórico que roza el absurdo, dice que la Iglesia es feminista porque es femenina: es "la" Iglesia. La mirada de Milagros le atraviesa. El sexo es otro de los temas espinosos. Mientras que Francisco considera que el sexo es hermoso, y que la Iglesia tiene una tarea pendiente en saber trasladar eso a los jóvenes, no apoya a la joven que se dedica a crear contenido para adultos por internet. Ella dice que es la primera vez que tiene tiempo para su hija y que es el mejor trabajo que ha tenido, pero el Papa esquiva el tema.
Temas que muestran una desconexión brutal con los jóvenes, que no entienden su posición ante el feminismo, el aborto o los abusos. Más contundente se muestra con el tema de la inmigración: acusa a los gobiernos e “ideologías cerradas”, de promover el odio hacia los refugiados y migrantes. “Os toleramos pero no os integramos”, dice Francisco sobre el mensaje que muchos países usan y responsabiliza a la herencia del colonialismo de la situación actual. También señala que ahora mismo hay “migrantes de primera y migrantes de segunda”, en referencia a los que vienen de la Guerra de Ucrania y a los que llegan de África. Cree que sigue habiendo casos de esclavitud, y deja claro que trabajar 11 horas por 600 euros es “esclavitud moderna”.
Évole y Màrius Sánchez confiesan que no son católicos, y que de hecho eso fue una de las primeras cosas que le dijeron al Papa cuando se reunieron con él. “También es verdad que pusimos en valor a los creyentes que teníamos a nuestro alrededor. En el caso de Màrius, a su abuelo, y en mi caso a mi madre. Yo creo que eso nos ayudó. El Papa vio que íbamos de cara, que no estábamos allí mareando la perdiz. Pero no ser creyente no significa que vivamos al margen de la tradición judeocristiana. Eso está ahí y lo impregna prácticamente todo y te diría incluso que son valores y principios los que representa el cristianismo, con los que yo estoy bastante de acuerdo”, dice Jordi Évole.
Siempre tuvieron claro que la gente que se iba a sentar delante del Papa no podía tener “el pensamiento hegemónico de la Iglesia sobre ese tema”. “Creemos que, si de algo sirve el documental es para dejar claro que no es necesaria la polarización para vivir, que se puede vivir cada uno con su pensamiento pero dialogando, mostrando tu punto de vista y respetando el del otro. Creo que es un documental que huye de las trincheras y para mí es muy valiente que el papa Francisco haya querido jugar, no en campo contrario, pero sí con gente que él sabía que no iba a opinar como él. Eso para mí que es enriquecedor”, dice el periodista.
Explican que al Papa le pasaron “algunos de los temas que saldrían en la conversación”. Nunca escondieron “los más complicados para él”. “Le dijimos que se hablaría de abusos sexuales, de sexualidad, de aborto… pero en ningún caso le pasamos un perfil de los chicos ni las preguntas”, cuenta Sánchez sobre unos chicos escogidos entre 200 entrevistas. Para elegir a los finalistas sabían que había temas que eran imprescindibles, y que además chocaban contra los postulados de la Iglesia. “Después hay otros que aparecen. Nosotros no queríamos hablar de la pérdida de fe, pero te aparece una exmonja que piensa como Lucía y eso no podía no estar. Tampoco habíamos pensado hablar de pornografía, aunque sí nos parecía el sexo un tema interesante, pero de repente apareció Alejandra, que era una madre maravillosa que utilizaba en su discurso la pornografía para reivindicarse como mujer, y nos parecía también muy interesante”, añade Màrius Sánchez que deja una pregunta en el aire: ¿cuántos políticos aceptarían esta propuesta?
Aunque Évole no aparezca en pantalla, cediendo todo el protagonismo al Papa y a los chavales, ellos estuvieron durante todo un proceso en el que Francisco vuelve a mostrar su cerrazón respecto a temas como la mujer o el aborto, algo que a Évole no le sorprendió: “Creo que no somos conscientes de lo que representa un Papa. Si de repente llegamos allí y el Papa dice algo favorable al aborto o dice que puede haber una 'mama' en vez de un Papa, estaría haciendo una enmienda a la totalidad a toda la historia de una institución que él ahora mismo está representando”.
“Creo que este Papa, en el que todos hemos depositado esperanzas en cuanto a la apertura de la Iglesia, hace un acercamiento simplemente participando en el documental, sentándose allí con estos chavales. Yo creo que el Papa ya está ganando porque está demostrando algo que no haría ningún otro tipo de líder mundial en este momento. Creo que le exigimos a veces demasiado. A mí me encantaría que hubiese tenido otro discurso respecto al aborto y respecto al papel de la mujer en la Iglesia, pero pienso que es el Papa. A ver quién va a venir aquí a enmendar todo lo que lleva diciendo la Iglesia desde hace 2.000 años”, zanja.
Más allá del valor que ambos periodistas dan a su trabajo, este documental tiene para ellos un sabor especial. Gracias al encuentro de Juan Cuatrecasas con el Papa se reabrió el caso de su abusador. Francisco y el joven intercambiaron sus datos, y es el Papa quien “está personalmente llevando y supervisando el juicio”. “Nos comunicamos con él ayer por la tarde para saber cómo se encontraba y nos respondió, como hace tradicionalmente, con una nota manuscrita que adjunta al mail, y nos dijo que el caso seguía su curso”, cuenta. Un formato que, para Évole, tiene algo que recuerda a la juventud, a cuando nos “sentábamos encima del banco a comer pipas”. Una situación “cotidiana” con madera de franquicia y con muchas posibilidades de arrasar en Disney+ en plena Semana Santa.