El programa arrancó con una provocación. Elena frió un huevo y descubrió a los espectadores su verdadera intención. “La finalidad de este programa es informar, relacionar a las gentes entre sí como la cocina hace con los alimentos y salvar lo que aún pueda quedar de la extensa geografía gastronómica española. Tantas recetas perdidas, tantos viejos trucos, tantas abuelas que dan un consejo y no lo escuchamos. Porque la cocina es cultura”, dijo para arrancar la intachable trayectoria de Con las manos en la masa.
Y por si no había quedado claro que se dedicaría a cocinar con las manos en los libros —y uno siempre en la mesa—, pasó a citar a doña Emilia Pardo Bazán, “que era listísima”: “Cada época de la historia modifica el fogón, y cada pueblo come según su alma, antes tal vez que según su estómago”. Nada podía salir mal en un programa de recetas populares, presentado por una mujer soberana, honesta y directa, siempre con una cita literaria o un saber histórico a punto.
Este miércoles 26 de abril, una parte de ese conocimiento saldrá a subasta por 350 euros. Un total de 16 libros de cocina de Elena Santonja (1932-2016) se subastarán en Durán; entre ellos figura un ejemplar de La cocina española antigua, una colección dirigida por Pardo Bazán. También están ahí la Guía del buen comer español. Inventario y loa de la cocina clásica de España y sus regiones, de 1929; El libro de la cocina latinoamericana, de Elisabeth Lambert, publicado en 1983; Viaje por las cocinas de España, de Luis Antonio de Vega, de 1960; el Nuevo arte de cocina (un facsímil de la edición de 1758) en un estuche de corcho; La cocina práctica, de Manuel Puga, de 1985. A su vez, aparece un ejemplar de La cocina práctica y sabrosa. 770 recetas, de 1944, con dibujos y anotaciones manuscritas de mano de Jaime de Armiñán, marido de Elena Santonja, padres de Carmen, Eduardo y Álvaro.
“La otra parte de la biblioteca sobre cocina que guardaba mi madre se la regalamos al hijo mayor de Luis García Berlanga, José Luis, que tiene un restaurante de cocina valenciana en la calle Menéndez Pelayo, en Madrid. Ahí ha puesto la otra parte de los libros de cocina de Elena Santonja. Ella coleccionaba catálogos de exposiciones de arte, pero era más deleite. Los libros de cocina eran para estudiar”, recuerda Carmen de Armiñán a este periódico.
Carmen y sus dos hermanos se desprenden de los recuerdos que formaron parte de la vida de sus padres, siete años después de la muerte de Elena Santonja. Hay cuadros, fotografías, cuadernos de dibujo, lotes de libros... más de 400 lotes con los bienes que pasaron de la casa familiar de Canillejas a la de Hermosilla, cuando se trasladaron en los años noventa y dejaron aquel chalé con piscina donde se reunían con los amigos, que luego pasaron en su mayoría por el programa de cocina. La colección que saldrá a subasta este miércoles no contiene el archivo del cineasta Goya de Honor en 2014 (y nominado a los Oscar de Hollywood con Mi querida señorita y El nido), que la familia ha entregado a la Filmoteca Española. “Me he dedicado el último año a inventariar todos los bienes de la casa de mis padres”, cuenta Carmen de Armiñán.
En los recuerdos destaca un pequeño lienzo de Cecilio Plá (1860-1934), que retrata un puerto de Portugal en 1912 con un precio de salida de 10.000 euros. Es el más alto de la colección reunida. También hay una maternidad por 1.500 euros, firmada por Carlota Rosales, hija de Eduardo Rosales, madre de Eduardo Santonja y abuela de Elena Santonja. El mayor volumen de pintura está firmada por la nieta de Carlota Rosales, Elena, que solo dejó de pintar mientras atendió a la dirección y presentación del programa de cocina, como cuenta su hija Carmen.
Elena estudió para ser pintora en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, junto con Lucio Muñoz, Antonio López, Maribel Quintanilla o Chus Lampreave (de quien Elena pintó un retrato, que saldrá en la subasta a partir de 850 euros). El primer parón en su carrera como artista fue con el nacimiento de sus tres hijos, hasta que retomó la faena en 1974 y no dejó de exponer durante la siguiente década. El lienzo más llamativo de todos se titula Fábrica gris flotante, tiene casi metro y medio de anchura y formó parte de la exposición Cuatro generaciones de pintores madrileños, en 1984, en la Biblioteca Nacional. El precio de salida de este paisaje postindustrial y surrealista es de 1.200 euros, el más alto de todas las pinturas de Elena.
Carmen recuerda cómo su madre procuró disfrutar de una vida cultural plena, y al tiempo que realizaba sus primeras exposiciones, interpretaba obras de teatro y hacía pequeños papeles en el cine... Entonces llegó Con las manos en la masa. Y aunque dejó los óleos y lienzos siguió pintando paisajes en la televisión. Porque el programa no era de bodegones, sino de paisajes. Paisajes humanos y de los alimentos. Era un recorrido por la cultura inmaterial española, y en sus descripciones durante la preparación de la receta introducía la procedencia de los productos, la diversidad cultural lingüística del país, la pluralidad de sabores.
Todo acompañado con sus referencias culturales, como cuando cocinó con Pedro Almodóvar un pisto manchego en homenaje a la madre del cineasta. En un momento sale a escena el pimiento verde y Almodóvar le pide que le hable de los orígenes del vegetal. Elena le hace el repaso histórico y termina recordando que la primera vez que un pimiento asomó en la pintura fue en Los ángeles de la cocina, un cuadro que Murillo pintó en 1646. Con las manos en la masa fue el último suspiro de una parrilla de televisión cruzada por la cultura de arriba abajo.
La pintora paisajista fue presentadora paisajista, que desnudaba los disfraces de sus invitados a la cocina. “En una cocina no se puede mentir”, le dijo Pedro Almodóvar mientras preparaban el pisto y hablaban de cine. Eran entrevistas honestas, como lo fue su pintura. Había otras preguntas, otras conversaciones, otras máscaras que parecían de verdad. Ella llevaba su paisaje a lugares donde no llegaban otros cuestionarios mientras recrea la España que pierde sus recetas. Sus raíces. Ya saben, el hombre que llega de trabajar y no quiere pato chino... en la letra de Vainica Doble, el dúo de su hermana Carmen Santonja con Gloria van Aerssen. Los paisajes que Elena pintaba en los bajos de su casa de Canillejas eran los que recorría en los fogones. Y ahora están a la venta.