El camino de Ladan comenzó en Camerún y le llevó por Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos hasta pisar territorio español. Durante ese periplo le robaron todas sus pertenencias, trabajó en el campo y la construcción, viajó de manera ilegal en trenes y furgonetas, vivió un ataque de Boko Haram, atravesó el desierto del Sahara sin comida ni agua y casi muere ahogado en la playa ceutí de El Tarajal. Después de un año en el CETI de dicha ciudad y dos meses infernales en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Tarifa –que se cerró definitivamente en 2020 después de años de denuncias– llegó a Córdoba, donde por fin la vida le dio un respiro. Allí conoció a dos familias que lo acogieron en sus casas y que, junto a otras personas, le ayudaron a conseguir su objetivo: el 19 de junio de 2021 se graduó en Relaciones Internacionales por la Universidad de Loyola de Andalucía.
La idea del libro se le ocurrió mientras estaba en el CIE que, según dice a elDiario.es: “Es el sitio en el que peor lo he pasado desde que estoy en España”. Su intención era contar todas las cosas que le habían pasado para poder consultarlas si la memoria le fallaba con el paso del tiempo. En un primer momento no lo consideró algo que fuese a llegar a las librerías, pero cuando ya llevaba muchas páginas escritas un editor londinense le propuso publicarlo. Sin embargo, después de visitar Córdoba y llevarse el manuscrito en un pendrive, el inglés desapareció para siempre.
Fue más o menos lo mismo que le ocurrió con un escritor mexicano que también le instó a mostrar al público sus memorias. “Le envié el documento, estuvimos trabajando sobre él y un día me escribió para decirme que cruzando la frontera de Tijuana le habían quitado el ordenador. No volví a saber nada de él”, comenta el autor. Por si fuera poco, Ladan continuó trabajando en su escritura pero tiempo después, cuando estaba estudiando en el Líbano, su ordenador se estropeó y esa nueva versión de sus memorias también desapareció.
“Ha costado mucho que salga el libro. El día que entregué el manuscrito sentí vértigo por compartir todo esto que cuento, porque me sentía completamente desnudo, pero por otra parte me dije que yo ya había hecho mi parte y ahora le tocaba a la gente hacer la suya”, comenta. Para Ladan, rememorar todo lo que le ocurrió fue una experiencia agridulce, pero la necesidad de registrar los recuerdos superó todo los obstáculos. “Me di cuenta de que sí había libros sobre migración, pero parece que nadie relaciona lo que vivimos con una causa, con algo que tiene que ver con el desorden mundial como yo lo llamo”, afirma. El relato de su experiencia en primera persona le ha servido como herramienta para contar el porqué y qué parte de responsabilidad tienen los gobiernos y la sociedad que vive de espaldas a este tema.
Cuando Sani Ladan salió del CIE tras dos meses de encierro, una ONG (no especifica cuál), le trasladó a los campos de Almería junto a otros migrantes para que buscase trabajo en los invernaderos. Cada mañana debían levantarse al alba para ir a la rotonda donde los capataces escogen a los jornaleros. El plazo máximo de estancia era de tres meses, tras los cuales debería de buscarse la vida en otro sitio con el poco dinero que consiguiese ahorrar con un sueldo de miseria. El director de la organización se rio de él cuando le dijo que su propósito era estudiar y no trabajar en la agricultura.
“La estructura del sistema en España entiende que hay ciertos lugares en los que los migrantes tienen que estar y las ONG no son ajenas, forman parte de ese sistema”, explica el escritor. “Los pisos que tienen para migrantes suelen estar en barrios marginales y luego hablan de que quieren que haya una integración de las personas migrantes. No sé cómo se puede integrar o incluir una persona cuando vive muy alejado del centro, que es donde ocurre todo”, comenta. El propio concepto de integración esconde significados que pueden no ser evidentes para quienes lo enarbolan. “Lo que te dice es que dejes lo que traes y abraces lo de aquí y si no, te vas a tu país. Parece que si no te integras es porque no te has esforzado lo suficiente y ahí están eximiendo a la administración y a los políticos de hacer su trabajo para que esa gran mayoría que no accede a estos espacios pueda hacerlo”, defiende.
De los mandatarios no se espera nada, ni siquiera de los pertenecientes a partidos progresistas. Ladan señala que durante los tres últimos años de Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos han tenido lugar sucesos como la tragedia de la valla de Melilla –donde al menos 24 personas murieron intentando entrar a España desde Marruecos– que Ladan define como “el mayor caso de la violación de derechos humanos en la historia de esa frontera”. “Hay un gran sesgo racial en la migración. Al mismo tiempo que estaban gestionando la acogida de los refugiados ucranianos, en junio estaban dando palizas a los migrantes que venían de África, pero parece que aquí no ha pasado nada”, sostiene.
También recuerda que la primera decisión en materia de política migratoria que tomó el Gobierno de Pedro Sánchez fue la acogida del barco Aquarius, que transportaba a casi 700 personas rescatadas en el Mediterráneo y que ningún otro país europeo aceptaba. “Desde ese momento, la misma sociedad dijo que nunca más. Esto no lo digo para quitarle responsabilidad a los gobernantes, pero sí para que la gente vea que dan respuesta a lo que les pide la ciudadanía”.
El escritor se considera un eterno optimista y sí cree que la sociedad acabará reaccionando, pero también opina que el propio continente africano también tiene que intervenir. “A partir del momento en el que África diga ‘basta ya’ a la relación asimétrica que tiene con Europa y frene la salida de sus recursos naturales tanto la sociedad europea como los políticos se pondrán las pilas”. De hecho, considera que ya está comenzando a suceder porque otras potencias mundiales como China o Rusia se están acercando a los gobiernos africanos, y Europa “no tendrá más remedio que aplicar políticas aunque sea a partir del principio de reciprocidad”, afirma.
Actualmente, Sani Ladan es educador social, formador intercultural y presidente de la fundación Elín, en Ceuta (donde él mismo estudió español al llegar a la ciudad), da conferencias en universidades y organizaciones sobre migraciones y geopolítica de África y colabora con la cadena de televisión France 24 en español. Asimismo, es muy activo en redes sociales como Instagram, donde tiene más de 18.000 seguidores, que utiliza como herramienta de divulgación de sus conocimientos. Su experiencia en estas plataformas tiene mucho de positivo pero también ha experimentado su reverso amargo. “Para mí, Twitter es la red social más hostil y a veces tengo que desactivarla por mi propia salud emocional porque no puedo con tanta violencia”, comenta. “En Instagram empieza a verse lo mismo y es preocupante, pero no por ello vamos a ceder ese espacio. Las redes sociales han venido a democratizar el espacio de comunicación aunque sea un espacio muy hostil a veces”, comenta.
Todos sus planes vitales y laborales están orientados a África. Por el momento está centrado en el recorrido del libro, en otros proyectos que aún se están gestando y en su podcast África en un click –”una herramienta académica y didáctica”, dice– al que está dando un empujón para cambiar las narrativas y la mirada que se tiene del continente. Algo que sí tiene muy claro es que volverá a su tierra de origen dentro de unos años: “En un futuro me veo en África porque hay muchas cosas que hacer allí y también porque estoy convencido de que el futuro del planeta se jugará en el continente africano y no quiero llegar tarde a eso”.