Tras un drama sobre la eutanasia (Todo ha ido a bien) y revisar a Fassbinder en Peter Von Kant; Ozon se apunta a la comedia criminal y de época en Mi crimen, una de sus películas más ligeras de los últimos años. También de las más entretenidas. Una película sobre una aspirante a actriz acusada del asesinato de un productor que intentó abusar de ella y que encontrará en el juicio el mejor escenario para demostrar sus dotes como intérprete en el París de los años 30, en pleno momento de cambio de una industria de cine que despedía al mudo y daba la bienvenida al sonoro y a un nuevo star system. El director consigue que hasta Isabelle Huppert se ría de sí misma como una Gloria Swanson francesa caída en desgracia.
Aquí el crimen es la puerta a la fama, al glamur de las alfombras rojas. Respecto a lo mucho que le gustan los asesinatos y delitos, François Ozon lo tiene claro: “Me parece que es muy terapéutico”. “A la gente que no puedo matar en la vida real, los mato en las películas”, dice con una sonrisa llena de picardía y su habitual encanto y confiesa que esto lo hace desde sus primeros trabajos. “Dos de los cortos que hice en Super 8 con mi hermano trataban de matar a toda mi familia. Les pedí a mis padres que actuarán interpretando su propio papel y me dijeron que sí, que preferían que les matara en una película y no lo hiciera en la vida real”, añade.
Mi crimen nace de su necesidad de desengrasar, de no tomarse tan en serio, y vio en la obra de teatro de Georges Berr y Louis Verneuil el material perfecto: “Había encadenado varias películas sobre temas complicados y dolorosos, y tenía ganas de hacer una comedia. Me encontré por casualidad esta obra de teatro de los años 30, que estaba algo olvidada y decidí adaptarla, pero hablando más sobre la condición femenina en aquella época, que no era como ahora. La obra original era mucho más misógina, y yo tenía ganas de hacer una película que tratara el tema de lo femenino y de lo feminista”.
Uno de los cambios más importantes en la adaptación es que la protagonista pasa de ser escritora a ser actriz, lo que le da la oportunidad a Ozon de lanzar sus cuchillos a los productores y traerla a la actualidad con el Me Too como trasfondo de toda la trama. Para Ozon, el Me Too “ha sido un movimiento muy importante en el cine francés y en el cine mundial” y ha provocado “una toma de conciencia que ha permitido dar la palabra tanto a mujeres como a hombres” que lo habían sufrido. Por eso, tuvo claro que en la película su protagonista podía mentir sobre “el crimen que no ha cometido, pero nunca mentiría sobre el abuso que sí ha sufrido”. Una forma de dejar claro su posición respecto a las víctimas en la industria del cine.
También una historia “amoral” sobre una actriz que “miente, como todos los actores”. “Una mala actriz que se convertirá en una estrella y en una actriz muy popular” tras ese juicio mediático donde desplegará sus malas artes. Todo se tambalea cuando aparece ella, esa Isabelle Huppert que parece pasearse por su propio Sunset Boulevard y que vuelve a coincidir con Ozon. El director tiene claro que a ella no le gustaría que le dijeran que es “la Gloria Swanson francesa” y aclara que para ellos el referente siempre es Sarah Bernhardt. Al francés, que en el fondo tiene algo de provocador, le pareció “curioso” pedirle a una de las mejores actrices francesas el papel de una estrella venida a menos.
La primera respuesta de 'la Huppert' fue la que todo el mundo espera de ella. “Isabelle es una mujer muy inteligente que no tiene que demostrar nada. La anterior vez que trabajé con ella fue una comedia y cuando le ofrecí este papel me dijo: ‘¿Por qué solo me propones comedias? Me gustaría hacer algún drama’. Pero es inteligente y no tiene nada que demostrar”. Eso sí, cuando leyó el guion también tuvo algo que añadir: “Me dijo que su personaje aparece demasiado tarde y que si podría aparecer un poco antes. Yo le dije, ‘Isabelle, no te preocupes, cuando aparezcas tú se notará’”.
El “corazón de la película” es ese juicio donde “esta mala actriz se convierte en una gran actriz”. Una escena en la que se ríe de la teatralidad y la puesta en escena del cine de tribunales, un género que le encanta. Hasta pensó en poner al típico juez con un mazo como en los filmes de Hollywood, pero el consejero jurídico les dijo que sería anacrónico: “Estamos tan impregnados de estas escenas del cine americano que yo me había hecho en la mente la imagen del juicio con el martillo pidiendo silencio. Esta escena que hemos visto tantas veces, pero nuestro consejero nos dijo que eso solo existe en Estados Unidos”.
Con Mi crimen ha logrado, además, reconectar con el público francés que, tras la pandemia, estaba dando la espalda al cine adulto. La película ya lleva más de un millón de entradas vendidas y Ozon ve el futuro de las salas con optimismo en su país, pero sabe que en “Italia o España la situación es muy distinta”. Marca el punto de inflexión en el éxito de Avatar, y ve que “la gente más mayor ha vuelto a los cines después de estar tanto tiempo encerrados en casa y, además, la gente está cansada de tanta plataforma y quiere salir”. A eso suma “la voluntad de los poderes públicos” franceses que han apoyado y empujado esa vuelta a las salas.
Por supuesto, ya planea la siguiente. Promete seguir su ritmo de casi una película por año y seguir haciendo caso a Truffaut y hacer una película como respuesta a la anterior, así que la siguiente será “una película contemporánea, con poco diálogo y que transcurrirá en el campo”. Eso sí “la protagonista será una mujer”. Dice y pide perdón con la socarronería que caracteriza sus entrevistas y su cine.