De penetrantes ojos azules, un escaso cabello canoso y un verbo fácil, este profesor universitario de Literatura Contemporánea en Milán dice rotundo que “la novela es la forma más democrática de narrar una historia, no discrimina y ayuda en ocasiones a que un libro logre una gran repercusión”. En su doble condición de docente y escritor, Scurati señala: “En los últimos años existe una tendencia entre las nuevas generaciones de escritores europeos a contar nuestra Historia reciente en clave de novela. Somos autores que no hemos vivido esas épocas turbulentas del siglo XX y elegimos una fórmula híbrida para construir una historia narrativa. Ahí tenemos los ejemplos de Javier Cercas, de Emmanuel Carrère o de varios de los últimos ganadores del premio Goncourt en Francia. Me gusta esta mezcla de géneros tanto como lector como en mi faceta de escritor”.
A pesar de los años que ha dedicado a esta trilogía sobre Mussolini (M. El hijo del siglo, M. El hombre de la providencia y ahora M. Los últimos días de Europa), Scurati confiesa que no ha sentido ni empatía ni fascinación por el personaje. Sencillamente le interesaba su papel crucial en la formación del fascismo y su rol importante en la Segunda Guerra Mundial. “Mussolini”, aclara el ensayista, “inventó el fascismo, pero también el populismo. Es decir, un discurso retórico y hueco que apelaba a las emociones más que a la razón, que pretendía ofrecer recetas fáciles para problemas complejos. Desde luego que podemos reconocer hoy ese populismo en el ascenso de formaciones de extrema derecha. Ahora bien, la gran diferencia estriba en que el fascismo de los años 20 y 30 del siglo XX utilizaba la violencia como un componente esencial. Por el contrario, los populismos de hoy se insertan en el juego democrático, en el parlamentarismo, e intentan por todos los medios desacreditar la democracia”. El autor, que ha publicado sobre todo ensayo, pero también alguna novela, insiste en que no es ni historiador ni periodista, se define como profesor y escritor. A partir de ese punto de vista defiende este género como “novela documental”.
Muy ligada, por supuesto, la trayectoria de Mussolini a la de Adolf Hitler y más tangencialmente también a la de Francisco Franco, M. Los últimos días de Europa abarca dos años, desde la primavera de 1938 a la de 1940 cuando Italia entra en la guerra al lado de Alemania y por sus páginas desfilan un sinfín de personajes reales de la época. De hecho, el autor aspira a que su libro se convierta en una narración sobre el poder y no solo sobre el dictador italiano que gobernó Italia a lo largo de 23 años. Scurati aborda desde distintos ángulos un periodo muy convulso de los prolegómenos de la II Guerra Mundial con el auge del nazismo, la extensión de leyes raciales contra los judíos, la pasividad de las democracias occidentales frente al poder de Hitler o el sometimiento de Mussolini al Führer. Aunque el libro está muy centrado en el devenir de Italia en aquel periodo, que incluye sus sueños imperiales en las guerras en Etiopía y Albania, el autor consigue que la trama resulte también asequible para un lector extranjero.
Desde ese conocimiento exhaustivo de aquellas tres dictaduras, Scurati duda un poco cuando se le pregunta por los ajustes de cuentas con ese negro pasado, por lo que se ha dado en llamar “desfascistización”, en los diferentes países. Pero tras la vacilación, responde seguro. “Creo que Alemania”, manifiesta, “ha abordado de una manera más amplia y radical su superación del pasado nazi, su elaboración del luto, su ajuste de cuentas. En Italia no hemos ajustado cuentas con el fascismo ni asumido responsabilidades ni culpas. Las últimas elecciones en Italia, con el triunfo de una clase política que procede del neofascismo, lo demuestran de un modo triste. Ha sido una ocasión perdida para confrontar nuestro pasado y la victoria de Hermanos de Italia y de la primera ministra, Giorgia Meloni, significa un enorme daño para Italia: moral y de madurez política. En el caso español, quizá ese pasado a superar esté demasiado cerca en el tiempo. En un coloquio con Fernando Aramburu en Milán vimos que una novela como Patria está escrita a partir de lo vivido, mientras que Mussolini ya queda muy lejos. En cualquier caso, Alemania ha ajustado más cuentas con el nazismo que Italia y España con sus fascismos”.
Dividido en breves capítulos, con unas citas históricas muy oportunas al comienzo de cada uno de ellos y con un índice final de los personajes que aparecen en el libro, M. Los últimos días de Europa ha exigido un inmenso trabajo de documentación que le ha permitido a Scurati eliminar cualquier protagonista ficticio o rehuir las introspecciones sentimentales. En su conversación en Madrid con un grupo de periodistas el autor se refiere con cierta frecuencia a razones generacionales para explicar algunas conductas y así afirma: “En mi generación, que ha crecido en libertad y en tiempos de paz, pensábamos hasta hace poco que la democracia era algo eterno. Ahora que ya tengo canas y una edad, me doy cuenta de que la democracia se basa en la lucha por la democracia. Esa lucha representa la bandera de la democracia, su esencia”. Scurati, que ejerce como profesor universitario, muestra su desazón cuando comenta que un reciente sondeo ha revelado que una tercera parte de italianos se muestra indiferente ante la dicotomía fascismo/antifascismo. “Tenemos una necesidad imperiosa de renovar la Historia y su divulgación. Hay que considerar, y lo digo sin ningún moralismo ni paternalismo, que las últimas generaciones viven aplastadas por el presente, como si fuera una condena. No les interesa el pasado de sus padres y abuelos y su pérdida de contacto con la realidad cada vez se agranda más. La inmediatez de la tecnología elimina todo lo que no sea el momento presente y por tanto se comete un cierto memoricidio”.
No se muestra partidario Scurati, que ya prepara la cuarta parte de su biografía de Mussolini, de minusvalorar esas pulsiones primarias de la población que tanto agitan y aprovechan los populismos. En su opinión, un líder como Donald Trump resulta más trágico que ridículo y, de otro lado, no puede ignorarse que problemas como las migraciones no se resuelven con recetas sencillas, algo que ignora la derecha pero también la izquierda. Pero ¿por qué vuelven a extenderse hoy los populismos?, se le pregunta al escritor italiano. “Bueno”, contesta, “instigan emociones como el miedo o el rencor y, en el fondo, lanzan un mensaje consolador para las masas”.