El propio Almodóvar confirmó también que aquello de Brokeback Mountain no es solo un rumor. Fue el escritor de la novela en la que se basa la película, Larry McMurtry, quien tenía los derechos de la adaptación, quien se lo propuso. “Esperaron a que me decidiera por lo menos tres meses”, cuenta a este periódico y confirma aquel rumor de forma explícita. Aunque este corto, presentado con éxito crítico en Cannes, sea su primer wéstern canónico —si esta palabra existe, tratándose de su universo cinematográfico—, el propio Almodóvar recuerda que en su filmografía “ya hay dos apariciones de wésterns atípicos: uno es Johnny Guitar, que es la excepción que confirma la regla de que el wéstern es un género exclusivamente macho, que está en Mujeres al borde de un ataque de nervios; y Duelo al sol, que está en Matador, y que es un melodrama desaforado”.
“He hablado poco de wéstern como influencia. Es uno de los géneros que no descubrí de pequeño. A mí de pequeño no me gustaban las películas de pistoleros y de indios. No me interesaba como tampoco me interesaban las películas bélicas. Lo descubrí ya de mayor, con más de 20 años, y cuando empecé a ver todo: Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah, se convirtió en un género que me gusta y me interesa muchísimo”, explica.
No fue la única vez que coqueteó con el lejano Oeste. A principios de los 90, había encontrado la historia para hacerlo: la adaptación de la novela El hombre que se enamoró de la luna, de Tom Spanbauer, “un título muy feo, pero la novela es maravillosa”, como apunta el propio Almodóvar. La historia de “un hombre en Idaho en la segunda fiebre del oro, a finales del siglo XIX, donde presentaba una comunidad india donde, por ejemplo, los indios homosexuales se les trataba como la élite social, y eso era muy interesante”: “Había indios homosexuales y había cowboys homosexuales también en una historia muy violenta, porque a su vez había un grupo de mormones que se encargaban de desactivar todo lo que podía haber de interesante en el pueblo donde vivían. Era un historia con muchas cosas nuevas respecto a la sexualidad, y el wéstern es un género masculino y además no había salido de esa limitación, nunca lo había intentado”. Tampoco salió adelante.
Para Almodóvar, hay varias películas que han renovado el género en los últimos años, “y las tres son de directoras: The Rider de Chloe Zhao, First Cow de Kelly Reichardt y El poder del perro de Jane Campion”. Ahora él se une a ese grupo para “explorar un terreno muy amplio que había en el wéstern”: el del deseo y la sexualidad. Un proyecto que nació como algo parecido a “un microteatro” y se convirtió en un corto que para Almodóvar “es como un capricho”. “Para mí los dos cortos que he hecho son dos caprichos en el mejor de los sentidos. También, por el hecho del formato mismo, me permiten mucha más libertad que cuando te enfrentas a un largometraje. En un largometraje tienes un mayor compromiso con la realidad. Lo que hacía con el corto de Tilda Swinton (La voz humana) no me veo haciéndolo en un largometraje. Me he sentido muy, muy, muy libre. Han sido dos experiencias muy positivas para mí", cuenta.
Un wéstern donde vemos a vaqueros hacer la cama, cocinar y vestirse. Una entrada del espacio doméstico en el espacio mítico del lejano oeste que es muy deliberada por parte del director. “Ese hombre hace la cama y se hace la comida, hace las cosas que en el wéstern hemos visto hacer a los personajes secundarios femeninos, que estaban para hacer las labores de la casa. Estos hombres hacían esas labores, solo que no nos lo habían mostrado con exactitud, y yo, con toda intención, les puse a que hicieran la cama”, dice Almodóvar sobre ese momento.
Aunque es un corto muy sensual y erótico que se construye a través de “las miradas de deseo”, no hay fuertes escenas de sexo. Es un deseo que se explicita en un flashback donde las bocas de los amantes se encuentran de forma pasional mientras beben vino. Una escena que, reconoce, le “ha dado apuro rodarla”. “Yo he rodado muchísimas escenas eróticas, y escenas eróticas entre hombres, pero con el tiempo me he ido volviendo un poco más tímido. Yo no sé si es tímido o que, como ya las he hecho, solo las hago cuando realmente el guion me lo pide. Aquí tenías que contar que estos dos tíos se encontraron 25 años antes y que hubo un momento en que el vino que bebieron les llevó por otro lado”, relata.
Dos vaqueros a los que dan vida Pedro Pascal y Ethan Hawke, que acompañó a Almodóvar en el encuentro con los medios y que, según el director, “tiene todas las características para interpretar la autoridad de un shérif: es tejano, es muy americano, pero no es el típico actor americano, es un aventurero que va allá donde le llamen por un proyecto”, algo que le daba confianza para poder afrontar este reto. Hawke contaba cómo él había crecido “en el wéstern como una forma de contar mitos, leyendas e historias”. Lo que le gustó es que este filme del oeste “no fingía ser antiguo, sino que era contemporáneo y no imitaba películas viejas”. Destacó el placer de trabajar con alguien a quien admira y que “todo lo que hace es nuevo”. “Como actor es tan divertido ponerte en las manos de un director tan grande, porque solo tienes que preocuparte de tu trabajo y eso es muy bueno”, dijo.
Un corto que se estrenará en salas el 26 de mayo, dos días antes de las elecciones autonómicas y municipales. Almodóvar siempre se ha mojado con la política española, y esta vez no ha sido una excepción. Se muestra “muy preocupado” porque “haya un gajo de izquierda que se separe de la matriz del grupo, algo que no nos podemos permitir”. “Por favor, que las izquierdas se reúnan de una vez. Que piensen en lo que tienen en común porque algo tienen en común, si no, no lo llamaríamos las izquierdas. Que dejen de pelearse, porque si no, van a tener una responsabilidad histórica tremenda, que es que lo peor de la derecha nos va a gobernar y este país no puede permitírselo. Además, creo que sería injusto con la política que ha hecho Pedro Sánchez. Han podido equivocarse en cosas, pero ha sido un Gobierno muy social, han subido los salarios, han sacado a Franco de un lugar donde han pasado 40 años para que alguien lo hiciera. A Primo de Rivera. Es el único que está realmente haciendo algo por la memoria histórica”.
Tras cancelar el que iba a ser su primer proyecto en inglés, la adaptación de Manual para mujeres de la limpieza, Almodóvar anuncia que el siguiente lo será también y avanza algunas claves. “Estoy con ganas de rodar. Porque, joder, qué difícil. Lo próximo que voy a hacer básicamente son dos actrices y un actor secundario fuerte, pero dos actrices. Y una ciudad como Nueva York”, dice de un rodaje que iba “a empezar en octubre, pero en octubre ya las horas de luz buenas son, a lo máximo cinco, y todo lo de allí son exteriores”. Por eso se ha “retrasado un mes”. “A mí me duele eso. Vamos, que tengo miedo de que me enamore de otra historia, porque estoy haciendo otra y terminándola también. Yo podría empezar ahora mismo a trabajar, pero las dos actrices están trabajando. Es que las chicas que elijo son muy trabajadoras”, explica con su humor.
Para rodar en inglés le han servido mucho estos dos cortos “que son un lujo, un capricho de cineasta”: “Pero los manchegos somos muy prácticos. No quería que solo fueran eso, realmente se trataba de probarme a mí mismo como me movía en un rodaje en inglés. Comprobar si era posible rodar en esta lengua. Han sido, digamos, mis prácticas para poder abordar en otro momento una película en este idioma. Porque la película con Cate Blanchett no fue por el inglés por lo que la dejé, lo dejé por se había convertido en una película muy grande y mi espalda no podía con esa película. Estos cortos los he hecho en inglés porque quería probarme en esa lengua. Entonces ya veo que sí, que me entiendo con los actores en inglés, que eso no es un problema. El problema es todo lo demás, que es mucho, y es que quede bien”.