Frente a esas lógicas económicas y políticas, Naomi Rincón plantea formas alternativas y para ello recupera repertorios ancestrales mesoamericanos: “Son las epistemes, las formas de conocimiento, mesoamericanas. Me parece muy inspirador, son formas de entender el cosmos donde hay una relación recíproca entre la vida humana, la vida no humana y la naturaleza. Es una relación de mutua reciprocidad, donde el humano pide permiso a la naturaleza para actuar sobre ella, para pisarla. Son maneras de entenderse sabiendo que somos parte de algo más grande, cósmico. Y eso es un contraste con la lógica moderna colonial, de apropiación y cosificación de la vida”, sostiene Rincón, que añade: “Son figuras que hablan de un ensamblaje queer de elementos muy diversos, hablan de entender la vida desde su conectividad, su reciprocidad, desafían las lógicas binarias impuestas”.
En los trabajos de Naomi Rincón hay siempre una invitación a los muertos para que se asomen a las historias. “Son trabajos producidos desde un territorio específico, el mexicano, que es muy heterogéneo pero es un país que desde hace más de 15 años ha atravesado un continuo de violencia y de necropolítica muy doloroso. Así que producimos rodeados constantemente de muertos. El artista ya no es un ser gestante, sino alguien que va excavando restos entre los muertos. Pienso que la práctica que yo hago tiene que ver con esto, con ir desenterrando, tratando de sumergir la cabeza en el inframundo e invitar a voces que han sido enterradas a salir a la superficie a gritar”, cuenta la artista.
Esos muertos, y quienes buscan entre ellos, pueden verse en la trilogía Tzitzimime. En la mitología azteca, las Tzitzimime eran deidades femeninas vinculadas a la fertilidad y la lluvia, pero al mismo tiempo temidas por su capacidad para descender a la Tierra y devorar a los seres humanos durante los eclipses solares, cuando se temía que la oscuridad reinara para siempre.
Las películas de Naomi Rincón no son narraciones lineales, son imágenes que se repiten. “Son juegos cíclicos o en forma de espiral. Y además hay diversas temporalidades que se van sobreponiendo. Están las epistemes mesoamericanas enterradas, antiguas, que se reactualizan. Y hay también seres y fragmentos de cuerpo que demandan otro futuro”, explica.
El primer video de la trilogía es Versos de porquería (2021). “Está inspirado en unas diosas descarnadas muertas en combate, el combate en Mesoamérica también es entendido como el parto. Están relacionadas con la muerte, el inframundo, la noche. Una de ellas se ha vuelto una pepenadora, nosotros le llamamos pepenadores a la gente que busca cosas entre la basura. Entonces, ella se va encontrando residuos de cuerpos y fragmentos de culturas enterradas, y se encuentra con una brigada de zopilotes, acá les llaman buitres, estas aves carroñeras que purifican el mundo, limpian el hedor de la tierra. Y con ellos hace como una especie de insurrección de residuos”, cuenta Naomi Rincón.
El segundo video es Soneto de alimañas (2022) que se exhibió en la pasada Bienal de Venecia, y explora la idea de que cada vez más criaturas son “desechables” o “matables”. “Las alimañas del título son esas criaturas indeseables pero deseantes. Hay una serpiente que va mudando de piel anunciando el cambio de los ciclos, una murciélaga que es una locutora que transmite frecuencias de ultratumba. Hay unas ranas niñes cíborg que están aprendiendo a procesar las toxinas, o un gran lagarto que devora todo para llevarlo al inframundo y que eso renazca. La muerte y la fertilidad están interrelacionados en el pensamiento mesoamericano”, explica la artista.
El más reciente de los vídeos es Eclipse, que se estrena en la exposición (comisionada por Baltic Centre for Contemporary Art, con el apoyo de La Casa Encendida, Artes Mundi y La Virreina Centre de la Imatge). Forma parte del proyecto curatorial Reivindicar la resiliencia, comisariado por Pakui Hardware (Neringa ?erniauskait? & Ugnius Gelguda) durante 2023. “Los eclipses eran considerados momentos de peligro cósmico, peligro de que la noche prevaleciera para siempre. Yo creo que estamos en un momento de esos a nivel planetario, de colapso, de procesos irreversibles, de destrucción, y quería dar cuenta de ello”, cuenta la investigadora. En el video se ve a mariposas con alas rematadas con cuchillos, una mujer pavo vampiro o un decapitado de cuyo cuello salen serpientes.
Naomi Rincón quiere amplificar la creación de mundos alternativos que abracen la presencia de diferentes modos de sentir, amar, pensar, relacionarse con las especies y la vida en el planeta. Y mundos donde el placer sea posible: sus personajes se encuentran para reclamar la supervivencia, la posibilidad de estar juntos y el disfrute. “No se trata solo de sobrevivir, es muy importante vivir plenamente y disfrutar. Por ejemplo, en Soneto de alimañas, vas a ver a un grupo de niños y niñas ranas cíborg que habitan un río contaminado y que han aprendido a metabolizar las toxinas y quieren más cianuro. No hay una idea de la reproducción de la vida capitalista del niño sano y el futuro radiante, son criaturas que se enfrentan a una realidad bien tóxica y que a pesar de eso, insisten en bailar, en jugar y cantar juntas”, reivindica.
Naomi Rincón invita a ser conspiradoras a personas de otras disciplinas que se suman a sus proyectos. Plantea las colaboraciones como una celebración y una apertura a procesos inesperados para todas las partes. Para ella trabajar con otros permite poner en práctica formas de relacionarse guiadas por la vida creativa y el deseo. “Es un trabajo que suma muchas energías creativas. Trabajo desde hace muchos años con un amigo músico compositor que se llama Federico Schmucler, con quien he establecido un diálogo muy fluido. Yo le doy mis letras, le digo más o menos cuál es el rango afectivo que quiero tener con esa canción, le describo cómo va a ser la escena y siempre me sorprende con lo que me entrega. Trabajo con muchos y muchas performers, actores, coreógrafos, costureras, hay muchas manos y muchos corazones que son parte del trabajo”, concluye.