Un Ensayo sobre la ceguera palomitero para la plataforma, que vio cómo la película se convertía en un auténtico fenómeno. Se estrenó a finales de 2018, y más de cuatro años después sigue estando en el cuarto puesto de las películas más vistas de la historia de Netflix con más de 325 millones de horas de visionado. Por supuesto no se lo pensaron dos veces a la hora de continuar con el fenómeno, pero decidieron hacer algo diferente. Ampliar el universo del filme a otros lugares, aprovechando el bum de otras industrias. Ante el éxito de series y películas españolas en todo el mundo, la decisión de comenzar por España parece hasta lógica.
La casa de papel, Élite, El hoyo, Bajocero… Todas han sido éxitos descomunales; y a esa lista se quiere unir ahora esta secuela que bajo el nombre de Bird Box Barcelona –y con estreno este viernes 14 de julio– continúa bajo la misma premisa pero cambiando el escenario por una Barcelona postapocalíptica y a Sandra Bullock por Mario Casas, una de las estrellas más reconocibles del cine español. El actor reconoce que para él “es un honor” sustituir a la actriz y que, además, era muy fan del filme y del género. “Ya cuando me propusieron uno de los personajes tenía muchas ganas de ver el guion, de ver qué iba a pasar, si Sandra Bullock aparece o no por ahí… Y ha sido un placer y un regalo que hayan querido contar conmigo para esta segunda parte”, cuenta.
Con esta película Casas sigue madurando como actor. Él es uno de esos casos de actores a los que hemos visto, literalmente, crecer delante de la pantalla. Desde aquel adolescente de SMS (Sin Miedo a Soñar), al Goya a Mejor actor por No matarás, pasando, cómo no, por su éxito como estrella adolescente gracias a Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti. Ahora Mario Casas ya es padre en la ficción y ha dejado atrás tópicos y etiquetas para centrarse y callar bocas. El actor confiesa que esa sensación de que todos hayan visto su progresión “es de las mejores cosas” que le han pasado en este trabajo.
“Yo empecé muy joven, haciendo personajes con los que la gente se quedaba solo con una serie de características, pero yo lo entiendo. Lo que noto es que con la prensa, con la gente en la calle, con los que nos vamos reencontrando en cada película, tengo la sensación de que hemos ido creciendo juntos y que hay cada vez más respeto. Habéis seguido el trabajo, la constancia, y es de las cosas que más feliz me hacen, el que alguien diga: 'He visto a Mario crecer y ahora me le creo como padre'. Para mí se trata de ir de la mano con el público, porque ellos y la prensa son los que ven el recorrido en mi trabajo, y de alguna manera extraña también como persona”, añade.
Lejos queda aquel chico del que se hacían chistes con que se quitaba la camiseta en cada escena, algo que Mario Casas, con su habitual empatía, asegura que comprende, aunque cree que “al final, la vida o el destino o el trabajo te coloca en el lugar que mereces”. “Para mí la constancia y el trabajo es lo único que vale. Es verdad que cuando eres un niño y te dicen ciertas cosas te quedas pensando: ‘Joder, yo lo estoy intentando hacer lo mejor posible’. Y no había hecho solo Tres metros sobre el cielo, también había hecho La mula o El camino de los ingleses. Para mí mi carrera era otra cosa. Estaba haciendo otro tipo de cine o de televisión, pero es normal. Al final aprendes que hay personajes que se quedan más en la retina del espectador o de un tipo de público. Después hay que seguir demostrando, y en ese proceso estoy”.
Para él esto sigue siendo una carrera de fondo, y ahora encadena su primer trabajo como director (Mi soledad tiene alas) con su protagonista en el nuevo filme de Rodrigo Cortés: “Se trata de seguir intentándolo, de seguir evolucionando y de seguir aprendiendo. Y a veces tendré errores, a veces tendré aciertos y ahí están las carreras y ahí está la vida, el hacerse mayor y el proceso personal y vital de cada uno”. Su experiencia como realizador la califica como “preciosa”, y asegura que hasta le ha cambiado como persona. “Empecé a escribir en la cuarentena y se estrena el 25 de agosto de este año. Han pasado tres años y medio. Cuando tú llegas a un proyecto como actor la casa está construida, y aquí la tienes que construir desde cero. Es un viaje increíble en todos los sentidos, y más trabajando con actores no profesionales, solo con mi hermano Óscar como protagonista”, cuenta del filme y vuelve a acordarse de ese público que siempre le ha acompañado. “Lo importante es que ellos la disfruten”, zanja.
En Bird Box Barcelona Mario Casas habla en castellano, inglés… y alemán, para lo que estuvo trabajando meses con un profesor. Hace años era normal preguntar a los intérpretes si les apetecía dar ‘el salto a Hollywood’, pero en una industria cada vez más globalizada parece que la pregunta es cada vez menos oportuna, aunque Casas reconoce que le encantaría trabajar en otros idiomas y en una industria como la de EEUU, algo que sería “una oportunidad muy chula”. También tiene una lista de directores soñados con los que trabajar y, aunque le dé pudor, termina soltando nombres que dejan muy claro el cine que le gusta. “Scorsese, Nolan, Villeneuve… gente que hace películas grandes pero muy especiales. Pero vamos, que ni me lo planteo, yo veo sus pelis y las disfruto”, dice con una risa nerviosa. De momento no piensa en ello, en su cabeza la siguiente fecha marcada es ese 25 de agosto donde se conocerá su nueva faceta que le alejará cada vez más de aquel cliché de icono adolescente que cargó con estoicismo demasiado tiempo.