Cashu ha tocado en directo en Madrid este 14 de julio en La Casa Encendida en los conciertos de La Terraza Magnética, donde pudo colgar el cartel de sold out. “Un himno a las subculturas, a los sonidos y las voces de las periferias”, definen este evento desde el espacio sociocultural madrileño. Su objetivo, el de liberar a los suburbios de los tópicos que los han definido para enseñar a las nuevas narrativas. Y Cashu forma parte del movimiento a contracorriente y underground de São Paulo, su ciudad natal. Por ahora, viene de tocar en el Sónar de Barcelona y tiene prevista una gira internacional por Europa y Asia. “Fue genial, hubo muchísimas conexiones en el festival”, dice por videollamada sobre el festival barcelonés a este periódico.
Al principio, tenía un sonido más asociado al house, ahora ha evolucionado al techno con algunos ritmos clásicos de la música tradicional brasileña. “Siempre me gustó explorar musicalmente, nunca me quedé en un solo estilo”, explica. Dicen que uno es de donde nace y Cashu no sería la artista que es hoy de no ser por São Paulo. “Mis cambios han sido acompañado también de la evolución de la escena de mi ciudad”, defiende. “Iba aprendiendo a la vez que veía la pista de baile. Las fiestas muchas veces acaban al amanecer y tenía que poner más energía. Es imposible tocar música melancólica a esas horas”, dice la dj entre risas.
Cashu empezó a hacer música en 2013. En ese momento, Fernando Haddad, quien fuera Ministro de Educación en el primer Gobierno de Lula Da Silva del Partido de los Trabajadores, era el alcalde de São Paulo. “Era un momento efervescente para la cultura. Había fiestas por las calles, en los clubs y empezaba a haber manifestaciones reivindicando la importancia de la cultura”, asegura la dj brasileña. Sin embargo, “la mayor parte de las fiestas no tenían un contenido político y nosotras sí lo intentábamos tener, al menos desde nuestros posts en Facebook que anunciaban nuestras fiestas”, relata Cashu. “Queríamos incorporar movimientos sociales relevantes de la ciudad. Brasil siempre ha sido un lugar peligroso para ciertas minorías y queríamos ayudar. Entre muchas personas empezamos a rehabilitar fábricas abandonadas y a hacer fiestas allí”. Junto a su amiga Laura Díaz, crearon Mamba Negra, donde Cashu pinchaba en las fiestas y organizaba el cartel.
“Llegó un momento en el que organizar fiestas legales era muy complicado. Los dueños de los locales pedían dinero por adelantado y nosotras estábamos empezando. No nos podíamos permitir comenzar con deudas”, continúa. Con esas fiestas, asegura, se creó una nueva contracultura en la ciudad. “Siempre tenemos un cartel enorme con artistas de performance. El objetivo tampoco es maximizar beneficios. Queremos ponerlo todo en la fiesta y tener un espacio seguro más que en el dinero. Y la gente va porque se lo pasa bien, no tanto por el cartel”, explica.
Los lugares donde se celebra Mamba Negra suelen ser edificios abandonados por grandes especuladores pero que los rehabilitan y autogestionan. “No tiene sentido tener edificios vacíos en el centro de la ciudad porque ya no son rentables. Son de dueños que tienen cientos de propiedades y que igual ni saben que tienen esa propiedad”, estipula Cashu y cree que no tiene sentido que una persona pueda acaparar tantas propiedades. “Hay un montón de gente sin recursos en la calle y sin casa. Tras la pandemia esto se ha agravado. Estamos pasando por momentos difíciles y lo primero que se debería hacer es darle las casas vacías a la gente pobre”, propone.
Cuenta también que ha estudiado arquitectura y este tipo de fiestas le han motivado: “queríamos cambiar el lugar a algo nuevo. El objetivo era el de cambiar un lugar de forma colectiva y temporal. Nunca creí demasiado en la arquitectura formal. La mayor parte de las veces no se hace para la gente que vive en un determinado sitio”. “Por eso reclamamos el disfrute de la ciudad para la gente y rehabitar los espacios públicos”
En su opinión, Brasil es un país transfobo, racista y machista. La realidad es que declarándose el 2% de la población brasileña como trans o no binaria, es el país con la mayor tasa de asesinatos de personas transgénero en el mundo. En este sentido, es imprescindible que las fiestas de Mamba Negra se conviertan “en un lugar seguro para los colectivos oprimidos”, defiende Cashu. Y también “un sitio que invite a las personas a crear música y arte”. “La música puede servir como un refugio y como generación de comunidades para las personas que se sienten marginadas”, opina.
Para generar estos espacios seguros, en Mamba Negra van más allá del cartel. Decoran los interiores, los escenarios, establecen “zonas tranquilas” sin música, ponen agua y comida gratis para los asistentes e invitan a la performance a quien asiste.
Preguntada por la situación política actual de Brasil, opina que “con Lula está mejor, pero queda mucho por avanzar. El racismo sigue ahí y el Gobierno de Bolsonaro ha hecho mucho daño”. “Con Bolsonaro la gente podía odiarte en la cara. Se sentían libres con su Gobierno de ser unos irrespetuosos. Ahora están más callados, pero siguen ahí”, opina sobre los seguidores de Jaïr Bolsonaro, a quien la Justicia brasileña ha prohibido presentarse a las elecciones hasta 2030 por abuso de poder.
Cashu ha participado en una Boiler Room en el festival de Dekmantel en 2018 en Amsterdam. La Boiler Room es una promotora con sede en Londres que consiste en grabar sesiones de artistas y retransmitir esos eventos a través del streaming. Más o menos como una Bizarrap session, pero de música electrónica y escapando del mainstream, en directo y de al menos una hora de duración.
“No soy tan repugnante como el racismo, la transfobia, la homofobia, la supremacía blanca, la ignorancia o el privilegio blanco (...) Estamos aquí para ser respetadas”. Con una voz sampleada, Cashu introdujo así su sesión ante todo el público del festival. Preguntada por ello, zanja: “Era un festival de blancos europeos. Fue como vale, soy brasileña y tengo que marcar este momento”. “Al inició del set puse canciones de varias artistas latinoamericanas. Fue genial porque cuando la puse un montón de chicas, de personas trans y racializadas vinieron a escucharme”, cuenta sobre su actuación.
Al preguntarle sobre si los artistas del mainstream y la industria musical debería preocuparse más por temas sociales como la desigualdad, responde: “puedo entender que un artista no quiera usar sus redes, pero los artistas mainstream suelen usar las suyas para subir su ego o promocionarse, podrían también difundir otros mensajes”.
Ella ve en la música techno una alternativa y la posibilidad de generar otro tipo de comunidades. “A veces está muy infantilizado y se le da mucha importancia al consumo de drogas, como si no se hiciese en otro tipo de fiestas. Hay un montón de gente joven ahora interesada haciendo cosas muy interesantes. Ahora toda la música es electrónica, también el pop o el funky. Es una reinvención cultural de la que se hablará en los próximos años”, postula.