Desde que se anunció que ambas llegarían a las salas el mismo día, muchos han especulado con que una de ellas movería ficha y huiría del combate cuerpo a cuerpo. ¿Por qué competir pudiendo irse a otra semana menos competitiva? Lo cierto es que ambas han jugado con esa fecha de estreno, que han convertido en parte de su campaña y elemento clave. El filme de Christopher Nolan, un biopic sobre el creador de la bomba atómica, realizó una cuenta atrás como si de la bomba se tratara, hasta la llegada del 21 de julio (en España ambas adelantan un día su estreno al 20). Es un clásico de los filmes de Nolan. Vender el día como un acontecimiento. Él es uno de los pocos directores que son una marca en sí mismo. La gente no va a ir a ver a Cillian Murphy ni a Robert Downey Jr., sino que van a ir a ver la nueva de Nolan.
Hay, también, algo personal en este enfrentamiento entre Nolan y Barbie. El director estrena Oppenheimer con Universal, siendo la primera película que hacen juntos, mientras que Barbie se lanza de la mano de Warner, antigua casa del cine de Nolan. El director acabó su relación con el estudio de malas maneras por el estreno de Tenet en plena pandemia y su estrategia de lanzar los filmes a la vez en salas y plataformas digitales. Nolan quiso proteger su película, luchó para que fuera el primer filme que llegara tras el parón de los cines mundiales y la empresa para la que trabajó durante años no le apoyó en su estrategia mundial. Como defensor de las salas y bestia negra de las plataformas, Nolan se plantó y cambió de casa.
El enfrentamiento Barbie Vs Oppenheimer, por tanto, tiene mucho de enfrentamiento empresarial y personal. De momento, las predicciones apuntan a que el éxito económico, al menos a corto plazo, será para Barbie. Las estimaciones de los gurús económicos prevén que el filme basado en la muñeca de Mattel hará en su primer fin de semana en EEUU entre 85 y 115 millones de dólares para un final entre 200 y 300. Un éxito brutal. Las predicciones de Oppenheimer son más conservadoras: entre 45 y 57 millones de comienzo, y un final entre 150 y 200; también unas cifras excelentes, teniendo en cuenta que ambas son películas originales, no franquicias ni sagas. Barbie se beneficiará de dos factores: su duración (dos horas), y su calificación por edades (para todos los públicos). Oppenheimer, por su lado, se verá perjudicada por su larga extensión (tres horas que hacen que tenga menos pases por cada sala) y su calificación para mayores de 18 años. Su resultado de cara a la campaña de premios será también fundamental para ver qué patas tienen y hasta dónde pueden llegar ambas.
Hay que reconocer que ambas películas, especialmente Barbie, han puesto toda la carne en el asador promocional. Lo han hecho apelando a públicos completamente distintos. El filme de Greta Gerwig ha jugado sus cartas de una forma sobresaliente y ha conseguido ser atractivo para las niñas (con sus colores rosas y apelando a una marca conocida para ellas), pero también ha usado, desde sus tráileres, la baza de revisión feminista que ha aportado Greta Gerwig. No nos encontramos ante una explotación de un juguete más, sino a un largometraje dirigido por la autora de Mujercitas y Lady Bird y escrito por ella junto a su pareja, Noah Baumbach, uno de los guionistas y directores más reputados del cine moderno y autor de Historia de un matrimonio.
Esa campaña metarreferencial ha hecho que tanto las mujeres como el colectivo LGTBI hayan abrazado el estreno de una forma bestial. Además, Warner ha colocado Barbie en cada evento. En Madrid han tenido carroza en el Orgullo y puesto en el Mad Cool, han recorrido todo el mundo con alfombras rojas donde Margot Robbie ha lucido los trajes más emblemáticos de la muñeca y hasta han convertido todas las bolas rosas del Candy Crush en bolas con la B del símbolo del filme. Oppenheimer, por su parte, ha estado menos omnipresente y ha preferido apelar a un público más adulto, de un corte más cinéfilo al que quiere convencer con una propuesta sobria que vende su experiencia en salas como única. Es la película menos efectista del autor, pero la campaña ha mantenido las señas características de sus anteriores filmes.
Desde que se anunció la coincidencia de ambas, lo que ha surgido ha sido una guerra en redes sociales entre los que apoyan a Barbie y los que apoyan a Oppenheimer. Esto ha provocado una batalla de memes, riéndose de cada declaración del contrincante (Nolan aseguró que el espectador iba a sentir que asistía a una explosión real y la gente pro Barbie realizó un arsenal de memes hilarantes), y jugando a la oposición de ambos títulos. Desde hace meses parece que o eres del equipo Barbie o eres del equipo Oppenheimer.
Sin embargo, en las últimas semanas ha surgido una tendencia a hermanar a ambos estrenos. Una estrategia que Hollywood ha potenciado, ya que se juega mucho con ambos títulos. Dos películas caras, sin una franquicia detrás y que han querido enfrentar. La idea era convencer a la gente de que viera las dos. Así, Tom Cruise dijo en la premiere de Misión Imposible que iría a ver tanto una como la otra el día del estreno; desde los propios cines se alienta a hacer programa doble, y los actores de ambos filmes han declarado públicamente que se mueren de ganas de ver el filme rival.
En redes el fenómeno por ambas ha dado hasta un hashtag propio, 'Barbenheimer' y ha provocado que muchos artistas gráficos se lancen a realizar imágenes y pósteres que mezclan ambas películas y estilos, dando lugar a una de las campañas más originales que ha pasado del enfrentamiento directo a la convivencia pacífica por el bien de Hollywood. Especialmente cuando ambas son las últimas obras que han podido promocionarse con sus estrellas antes de la huelga (los intérpretes de Oppenheimer abandonaron la premiere, que se adelantó una hora para que pudieran hacer la alfombra roja). De momento, la campaña ha logrado que se vendan más de 20.000 entradas para hacer un programa doble y ver una tras otra en su estreno en EEUU.
No es la primera vez que dos películas que no tienen nada que ver, pero con voluntad de arrasar en la taquilla, se enfrentan. Muchos tuiteros se acordaron rápido de que en 2008, en España, se produjo un enfrentamiento similar, el que tuvieron El caballero oscuro, también de Christopher Nolan, contra Mamma mia, la adaptación del musical de Broadway. Aunque en el resto del mundo no se juntaron sus estrenos, en nuestro país solo hubo tres días de diferencia entre ambas. Las predicciones se decantaban por la victoria de la película de superhéroes, que en EEUU había sido un fenómeno de crítica y público.
Pero aquí no fue así. En España El caballero oscuro recaudó más de 11 millones de euros y se quedó cerca de los 2 millones de espectadores. Mamma Mía superó los 13 millones y rozó los 2,4 millones de entradas vendidas. El resultado global, por su contra, fue más beneficioso para la película sobre Batman, que superó los 1.000 millones de dólares contra los 694 millones del musical. Eso fue antes del boom de las redes sociales, pero ambos títulos demostraron que se puede convivir en salas y salir de forma triunfante. Las salas necesitan que eso se repita.