Sin tampoco desdeñar otras etiquetas, la suya es una propuesta en la onda oscura ochentera más bailable, con estertores góticos y melodías pop electrificadas, a la que antes precedió Dogma 95, un proyecto adolescente que apostaba por el shoegaze más etéreo y letras en inglés. Precoz y atrevido, Ares Negrete no parece tener complejos ni líneas rojas y lo mismo te habla de Sonic Youth, Esplendor Geométrico o Teenage Jesus & The Jerks que de Amaral, Mecano u OBK.
Lúcido y especialmente risueño, atiende esta entrevista desde su piso en Madrid, ciudad a la que se trasladó hace algo más de un año para afinar el tiro del éxito. De momento, ya se le conoce en México.
¿Cómo se pasa de emular, siendo niño, el doble bombo de la banda de heavy metal Dio en los trayectos en coche con sus padres a componer dark wave?
Es un proceso en el que desarrollo un gusto musical propio a temprana edad hasta convertirme en un friki, yo creo. Con 8 años descubro un montón de música de muy diversos géneros, entre ellos toda esa música con cajas de ritmos que ya no me viene de familia. Mis padres escuchaban heavy metal. Mi padre tocaba en una banda que se llamaba Overlife que hacía metal progresivo. También tuvieron otra banda que se llamaba Bronca, tirando a metal más que otra cosa. Años más tarde me enteré que mi padre, cuando era más joven, hacía tecno-pop a lo OBK que es algo como más cercano a mi género.
Entre medias, descubre el indie español.
Sí, mi padre empezó a cantar en una orquesta de Valencia y un compañero suyo se dejó en nuestro coche un disco que ponía Indie nacional o algo así. Yo conocía a bandas americanas a lo Sonic Youth, a lo Mudhoney, bandas de finales de los ochenta y principios de los noventa, pero no conocía el concepto de música en castellano. Por parte de mi madre sí conocía a Amaral y bandas similares, pero no las había escuchado en profundidad. Tampoco Amaral era considerada en ese momento una artista indie. En ese disco descubrí a Los Planetas, a Los Punsetes, una música que, de alguna manera, me ayudó a entender que se podía hacer música en castellano dentro de un abanico musical que me parecía interesante.
La costa valenciana posee una vinculación histórica con la onda siniestra, desde el fenómeno de la Ruta hasta bandas actuales como La Plata, Mausoleo o Margarita Quebrada. ¿Cree que dicha tradición pudo haberle influido?
Sí, por el hecho de haber nacido en la costa levantina y aun sin haberlo vivido. Con 15 o 16 años empecé a investigar sobre discotecas como Chocolate, Spook, La Masía o Metro en Alicante y, gracias a eso, descubrí mucha música, sobre todo de esa primera época en la que iba Peter Murphy y otras bandas extranjeras a tocar. Yo creo que todo eso ha influido mucho en la gente de la zona, también a mí.
Sus letras recorren un abanico temático existencialista que va desde la resignación, lo claustrofóbico, la rabia, la destrucción o la enfermedad hasta las tendencias suicidas. ¿Son la plasmación de una angustia adolescente exacerbada por los efectos de la pandemia?
En mi caso concreto no, pero sí considero que hay otros proyectos dentro de mi género musical que hablan de problemas generacionales. Yo hablo de experiencias personales, de historias muy cercanas. No sé hablar de otra cosa que no sea mi vida propia. No se me da bien inventarme historias. A veces he escuchado letras de Mecano y, aunque también tienen algunas personales, suelen ser más ficcionadas. A mí no se me da bien eso.
Está teniendo cierta proyección en México, donde se le ha vinculado con Jorge Negrete nada menos. Al parecer, su anterior agencia de management alentó la idea de que era su descendiente. ¿Qué hay de cierto en esto?
(Risas) Pues sí, al parecer un familiar de Jorge Negrete estuvo por España, tuvo sexo salvaje con mi bisabuela o tatarabuela, no recuerdo bien, y tuvo hijos bastardos con ella adoptando, por alguna extraña razón, el apellido Negrete. Eso es lo que se cuenta en mi familia. Yo se lo conté a Juan Vázquez (Casa Maracas), que casualmente es mexicano, y me dijo: “Uf, maravilloso” (risas). Y empezó a promover la historia y fue un poco como el teléfono roto. Allí los medios acabaron llamándome “el nieto de Jorge Negrete”. Y pasó una cosa muy divertida. Igual que en los ochenta y noventa se llamaba por teléfono a la radio para dedicar canciones, ahora los mexicanos usan sus tuits para pedir a otra gente que ponga canciones, y llegó un punto en que decían “por favor, pongan al nieto de Jorge Negrete” (risas).
Siente fascinación por la escena neoyorquina de la no wave, heterogénea, nihilista y más punk que el punk, ¿qué le atrae de ella?, ¿diría que se aprecia algún rastro en su propuesta?
Tenía 8 años cuando la descubrí a través de Sonic Youth. Después conocí a Teenage Jesus & The Jerks, a la banda de Basquiat con Vincent Gallo y toda esa premisa poética que había detrás con la que cuadré mucho en mi adolescencia. Antes sí había algo de esto en mi propuesta, ahora no lo sé. Bueno, su espíritu sí puede haberme influido. Yo venía de haber escuchado mucho heavy metal y la no wave era como todo lo contrario. Soy guitarrista clásico de carrera y, en lugar de tocar la guitarra de manera prodigiosa, ahí sonaba a todo menos a una guitarra. Esa clase de sonidos siempre me atrajeron y creo que de ahí empezaron a gustarme los sintetizadores.
El consumo musical actual, centrado en el sencillo, con fácil accesibilidad vía streaming y plataformas como TikTok que bombardean canciones sueltas en una delirante diversidad, ha difuminado esas tribus musicales estancas que rara vez traspasaban la frontera de su estilo. ¿Ha influido este modelo de consumo en su heterogéneo imaginario musical?
Sin YouTube ni internet en general, no habría podido escuchar tanta música. Poder acceder a tanta información es bueno pero también puede ser negativo. Mi generación ha estado tan empapada de información que, al final, no ha podido desarrollar una personalidad propia. No es mi caso, pero conozco gente a la que sí que le ha pasado.
La gente se ha acostumbrado a vivir en una sociedad en que lo tienes todo al alcance de un 'click' y más ahora con la inteligencia artificial con la que no hace falta esforzarse en saber sobre un tema para poder desarrollar un texto para una clase, por ejemplo. Tanta información, tan fácil y tan rápida es limitativa. La gente sabe de muchas cosas pero no sabe en profundidad de nada. Y, al final, informarte o basar tu ideología política porque has leído un tuit o has visto un tik tok –sueno como un padre (risas) pero es verdad– sí es limitativo.
Le gusta exhibir numerosa parafernalia religiosa, esa imaginería cristiana de cruces y otros símbolos habitual en la estética gótica. En sus tatuajes, por ejemplo. Su álbum de debut tenía en su portada varias cruces, alguna boca abajo. En El Agua (2022), una película cuya acción se centra en Orihuela (Alicante), se retratan ciertas supersticiones de la zona así como el peso de la tradición oral en la vida de sus protagonistas, ¿diría que ese vínculo está también presente en su propuesta?
Qué casualidad, me presenté al casting para esa película cuando tenía unos 16 años pero no me cogieron. Toda esa parafernalia cristiana es algo que los españoles tenemos muy adentro por la Semana Santa, que en Alicante es muy importante. Y aunque yo soy agnóstico, lo uso desde un punto de vista contemplativo. Los góticos siempre han tenido por bandera la cruz, un icono de los más importantes que tenemos en el planeta a nivel visual, pero yo lo recojo desde un sentimiento más local. No uso a Dios a modo promocional, se trata de un concepto de protección muy potente en nuestra cultura. Como la Cruz de Caravaca, que me flipa, de hecho la tengo tatuada en el antebrazo. Es algo más allá de la religión, se centra en el concepto del talismán protector.
Habla en más de una ocasión de la escena siniestra actual como de bandas hermanas, con envidiable corporativismo. De hecho, en su primer álbum colaboraron VVV [Trippin'you], Interrogacion Amor y El Último Vecino. Hace unas semanas Marcos Crespo de Depresión Sonora comentaba en una entrevista para este medio que sus seguidores están políticamente alineados a la izquierda, ¿está de acuerdo con esa afirmación? ¿Cree importante posicionarse ideológicamente?
Es importante. Y más en estos momentos que nos están cancelando conciertos al no cuadrar en la programación cultural de algún Ayuntamiento por parecerles que somos rojos. Nunca me he posicionado políticamente, pero creo que ahora es importante: no creo en las políticas que quiere instaurar la derecha en España. Puede que Marcos tenga un público más de izquierdas y, aunque yo también, creo que dentro de la música gótica hay gente de derechas a la que, por supuesto, invito a mis conciertos, pero un gobierno de derechas no nos beneficiaría.
Por otra parte, creo que el hecho de hacer música, autoproducírtela y buscarte la vida para que te escuchen ya es un acto político. No hace falta ser como La Gossa Sorda o como La Raíz. Hay conceptos de izquierdas que sobre las canciones quedan muy débiles porque en tres o cuatro minutos no puedes meter un mensaje político muy elaborado y al final son cosas de calimocho y de plis play en un festival de verano. No hace falta hablar de política en canciones para entender que obviamente hay un mensaje político en la música.
Su sencillo de adelanto, Soledad, sigue en la línea de unir melodías pop al sonido dark wave. Más abiertamente tecno-pop, quizás. Para su disco anterior afirmó haberse inspirado en Héroes del Silencio, The Cure, Paralisis Permanente, Décima Víctima, Serge Gainsbourg, John Maus, el Black Celebration de Depeche Mode y hasta Los Chichos. ¿Va a seguir por esa senda o añade nuevas referencias?
El disco anterior lo compuse cuando tenía entre 17 y 19 años. Todas esas referencias creo que estaban más en espíritu. No me inspiro directamente en una banda o sonido concreto, mis canciones pueden recordar a muchas cosas distintas. El segundo va un paso más allá del anterior. Supongo que voy ganando habilidad en composición y producción y puedo abarcar otras cosas. He hecho más lo que he querido como, por ejemplo, canciones más largas.
También hay mayor influencia de la música medieval y de un género, el dungeon synth, que surgió en los noventa del ambient y emplea melodías medievales muy simples y las repite como un mantra con mucho reverb y mucho delay. Hay un componente como de música de videojuegos antigua y también algo de heavy metal, con canciones que tienen solos de guitarra y armonías que pueden recordar a eso. Pero bueno, también mucho sintetizador, mucha caja de ritmos… Un disco mucho más épico que al anterior, yo creo.
Nueve Desconocidos es Ares Negrete que compone, interpreta, produce todos los temas y se sirve de apoyo externo para el directo. ¿Habrá alguna variación en Toque de ánimas, su segundo álbum?
Soledad, en concreto, es una canción de mi padre, que tenía de cuando era joven, por eso suena más a tecno-pop. Es la única cuya música está compuesta a medias con otra persona. La letra es mía. Y hay otras dos o tres de letra a medias con Alinor Barahona. Por lo demás, composición, producción, mezcla y máster los he hecho yo. No hay colaboraciones en esta ocasión. Creo que ha quedado un gran disco y espero que esté entre lo mejor del año.