Esa “herida abierta” del pasado reciente de España se convirtió en el motor de aquellas mujeres sin nombre de la imagen que no se iba. Ambos estímulos se cruzaron. Esas dos personas eran dos madres. Una, la biológica. La otra, la madre adoptiva, y fueron el embrión de Sobre todo de noche, una de las películas españolas más sorprendentes del año que ha iniciado su carrera en la Giornate degli Autore de Venecia. Esos rostros ahora tienen los rasgos de Ana Torrent y Lola Dueñas, dos de las actrices con más misterio del cine español, algo que encaja a la perfección este filme político, autoral, que mezcla el relato histórico, la película de robos y el drama de forma libérrima e inclasificable.
Iriarte, programador del Festival de San Sebastián, cree que este filme también responde a “una preocupación que uno tiene respecto a la historia reciente, a los crímenes de España, la memoria histórica y como el cine también aborda no solo el tema, sino a cómo desde la forma también hay algo que alguien que dirige tiene que proponer”. La importancia de la forma para llegar al fondo. O cómo la forma es política. Por eso recurre a los códigos del cine negro de Hollywood o el polar francés, sumado a la imagen de archivo y elementos del melodrama.
Una película que no se parece a nada, y que pone en duda aquello de la modélica Transición que se vendió durante tanto tiempo. “Creo que nuestra generación, por suerte, está en esa revisión de la memoria, y obviamente entendemos a la generación de nuestros padres y ese momento complicado en el que se firmó con ilusión y se votó con ilusión. Pero ahora, 40 años después, cuando uno ve esas imágenes, que además en nuestra película aparecen en forma de archivo, las ves desde otro lugar porque han sucedido muchas cosas y ahora mismo lo conectamos con el momento preciso político de España, que justamente ahora estamos volviendo a hablar sobre qué somos, qué modelo de territorios somos…”.
Sobre todo de noche “hace una reivindicación muy directa a revisar algo que es una herida”. “El caso de los bebés robados está todavía en un limbo jurídico muy grave y vemos ejemplos cercanos en la peli. Yo hago esa conexión pequeña, un poco emocional también, con Argentina, con Chile y con Uruguay. Nuestra película reivindica que hay que volver a pensar, pero desde un lugar creativo, porque creo que también propone eso en estos dos personajes tan diferentes que comparten que son víctimas y tratan de entenderse. Y creo que yo desde ahí puedo hacer también esa reivindicación de que tenemos que hacer una revisión de nuestra memoria, que haya justicia, reparación, y que repensemos lo que somos”, añade.
Para ello es clave “el cine y el cine popular”. Esa memoria histórica se debe abordar desde lo que se cuenta, pero también desde cómo se cuenta. Desde “la forma”. “Yo le doy mucha importancia a ese ‘cómo’. Hay una frase de la película que dice, ‘Lo único que no han podido arrebatarme es mi historia y cómo la cuento’, y creo que esa es clave”.
Hay también ecos de Hitchcock en esas dos mujeres que se tiñen de rubio para dar un golpe, algo que remite a Marnie la ladrona. “Hay algo bonito en ese gesto del cine negro que es que aunque se tiña de rubio, y al principio de la peli sea morena, sigue siendo la misma mujer. Hay algo que lo podemos relacionar con Bolaño y con muchas cosas que tiene que ver con los espías, como las conexiones internacionales, el misterio, un personaje en una ciudad, luego en otra, una llamada nocturna… todo este imaginario que para mí es muy literario, en el caso español con Vila-Matas, cuando escribía tanto sobre los espías en esa época en la que hubo esas novelas de Anagrama”, dice sobre otras influencias del filme. Ese disfraz que es también “un acto un poco performativo”. Una especia de “ritual, como si te tiñeras y ya fueras otra persona”. “Creo que lo hacemos un poco todas y todos. Me voy a Venecia y me voy a cortar el pelo… o afeitarte después del COVID. Cambios que creo que son parte de lo que somos”.
En la unión de esas mujeres, que se ayudan y se encuentran, también está el futuro para sanar las heridas abiertas del franquismo. Podría haber sido una película “de enemigas y venganzas”, pero para Iriarte su amistad es lo que hacer que todo avance, aunque como en los buenos filmes de cine negro siempre “tiene que haber una tragedia”. También porque “la historia es trágica y la realidad es muy dura”. Pero a pesar de ello, hay una reivindicación de “ese espacio de entendimiento mutuo y de diálogo” en una película que hace que fondo y forma se fusionen para ofrecer una de las miradas más originales posibles a la memoria histórica de España.