Para contar la historia de Tenório Júnior, lo más clásico hubiera sido rodar un documental con los innumerables testimonios que Trueba ha grabado durante todo este tiempo. Pero había una parte que reconstruir, y con la animación de su amigo Javier Mariscal lo han hecho de una forma hermosa, que mezcla el documental con el dibujo y los colores con los que ya experimentaron en Chico y Rita. El impresionante resultado se llama Dispararon al pianista, una película conmovedora y política que descubre a un músico inolvidable y que se ha presentado en el Festival de San Sebastián antes de su estreno el 6 de octubre.
¿Cómo descubre a Tenório Júnior?
Le descubro gracias a un disco de los años 60 que se había reeditado en Brasil cuando yo estaba allí haciendo El milagro de Candeal, en 2004. Ahí es donde oigo por primera vez a Tenório al piano, y poco a poco me voy interesando por ese músico y empiezo a buscar otros discos suyos. No había mucho. Ahí descubro la historia de su desaparición y me quedo muy perplejo. Impresionado. Era un pianista. Y poco a poco, sin darme cuenta, me voy interesando más y más y empiezo a a rodar entrevistas y en el año 2005 y los siguientes me pongo a hacer un montón, como más de 140, y ya no solo en Brasil. También en Argentina y en EEUU. Me encuentro con un material tremendo y muy interesante en el que me cuentan mucho de esa época, mucho de él. Lo hacen sus familiares, amigos, músicos que han tocado con él, gente relacionada con el caso de la desaparición, gente de derechos humanos… y eso era una montaña de material.
Ahí es cuando decide que sea una película de animación.
Yo en un principio pensaba en un documental, incluso a veces me decía que sería mejor un libro, porque en un documental hay cosas que no hay manera de contar. Esto hubiera sido un documental de gente hablando, y eso es jodido. De repente, al hacer Chico y Rita y entrar en el mundo de la animación así por la puerta de atrás como entré yo...
Hombre, por la puerta de atrás...
Sí, porque era algo que en mi vida se me había pasado por la cabeza. Si alguien me lo hubiera dicho le hubiera dicho que no. No era mi rollo, ni el cómic, ni el mundo de la animación. Pero de la mano de Mariscal, pues me metí en ese mundo. Empecé a darme cuenta de que había cómics muy buenos y gente que estaba cambiando lo que era el cómic tradicional y haciendo cosas muy distintas, y me di cuenta de que si lo hacía en animación podía recrear a Tenório vivo y podía recrear la época cuando era joven y tocaba en aquellos bares de Sao Paulo que ya no existen. Eso era muy atractivo. No hablar de él solamente como una víctima, como un muerto, como un desaparecido, sino hablar también de él como un artista, como un músico y como un ser humano.
El protagonista es un trasunto de usted, un periodista que investiga la desaparición de Tenório y se obsesiona con su figura. ¿Por qué no se atrevió a ponerse como protagonista, fue pudor?
Ese personaje es mitad ficción y mitad yo. Es muy bonito usar eso del periodista que llega a un lugar, investiga una cosa e intenta aclarar un misterio. Decidí hacerle americano por la relación de EEUU con la música brasileña y por la implicación de la política americana en la sudamericana. En la brasileña, en la argentina, en la chilena… Me parecía que era más coherente, que tenía más sentido.
Hay un momento mágico en la película que solo puede producirse gracias a la animación, y es ver a Bebo Valdés tocando algo de Tenório Júnior. ¿Cómo surge ese momento?
Cuando yo investigaba en la primera fase toda la historia de Tenório, recuperamos partituras de él que andaban por ahí dispersas. Algunas se las dejé ver a Bebo en aquella época y a Bebo le interesaron. Las miraba y decía: ‘Estaba avanzadito este chico'. El niño, le llamaba. Le propuse entonces que por qué no grabábamos alguna que le gustara. Eligió una, dijo que se la dejase para mirarla en casa y hacerle un arreglito. Dos días después ya lo había hecho, fuimos a un estudio y la grabamos sin ninguna intención, porque no sabíamos si ni siquiera era un documental.
De repente, pasan los años y estoy escribiendo la película ya para animación, haciendo el guion, porque ahora había que hacer un guion, y me acordé de la versión de Saudade que grabó Bebo y dije: ‘Joder, cómo podría meter esto ahí, porque sería tan bonito…’. Y entonces me inventé esa escena y fui feliz haciéndolo. Reviviendo no solo a Tenório, sino también a Bebo.
La película está llena de guiños cinéfilos, el primero el propio título de la película. No sé si es por esa frase clásica del western o por Truffaut.
Es por Truffaut. Esto siempre se llamaba La película de Tenório. Escribiendo el guion, yo tengo allí en casa una postal puesta en la estantería, que es una reproducción del cartel americano de Tirad sobre el pianista. Ponía Shoot the piano player. Lo veía todos los días mientras estábamos escribiendo. Y un día dije: ‘Joder, they shot, le dispararon’, y se lo puse. Era un pequeño homenaje a Truffaut.
¿Cómo ha sido recrear escenas de la Nouvelle Vague en animación?
Muy bonito, porque es verdad que ocurre al mismo momento ese cambio del cine en Francia y el cambio en la música en Brasil y está la palabra ‘nueva’ en los dos lugares. La bossa nova y la Nouvelle Vague. Me parecía que era bonito decir que es el momento de la modernidad. Es el momento en que la gente se quita las corbatas. En el 59, en el 60, es cuando se entra en la modernidad y eso se va a consumar en el 68 y en el 69.
Es una película que mezcla esa pasión suya por la música, pero también es eminentemente política. Habla de un momento muy concreto que no sé si cree que es un punto de inflexión en la historia de las democracias modernas.
Las democracias siempre han estado amenazadas. Desde Atenas. No es un punto de inflexión, es una constante en la historia de la humanidad. Siempre hay alguien que intenta implantar la dictadura, el totalitarismo, el dominio de un grupo sobre todos… eso siempre está ahí.
Pero es cierto que en ese momento en Latinoamérica había un cambio que se frustró con golpes de Estado.
Claro, se dedicaron a aplastarlo de una manera sistemática. Ahí anda todavía Kissinger, que es el artífice de muchas de esas cosas. Es responsable de muchas de ellas. Si no hubieran tenido ese respaldo de los americanos, algunos no se habrían atrevido a hacerlo y otros lo habrían hecho de todas formas.
La película remarca que él no estaba metido en política, pero que aun así sufrió las consecuencias de la dictadura.
Había algo ejemplar en el caso de Tenório en cuanto a que es un hombre, un músico, políticamente inocente. Por supuesto que era un demócrata, pero no era un militante ni nada de eso. Cuando era un niño, en la época de Franco, a mí me decían aquello de 'No te metas en política'. No meterte en política para que no te pasara nada, para no correr riesgos, para que no te detuvieran como a otros chicos que habían detenido, o que los habían tirado por una ventana. Lo que te cuenta esta película es que, aunque no te metas en política, más vale que te metas, aunque solo sea como simple ciudadano, porque si no, la propia política se va a encargar de fastidiarte. Más vale que participes. Todos debemos participar en la política.