Un proyecto que tiene la firma de Isabel Coixet (por quien pasó antes la película) y Walter Salles en el guion y que adapta la novela del mismo nombre de Hernán Rivera Letelier sobre una familia obrera en los años 60 en el desierto de Atacama, en Chile. Una familia tan humilde que solo un miembro se puede permitir ir al cine. Será una hija que se revelará como una excelente contadora de historias. A través de su mirada su familia revivirá lo que ella ve; y a través de su mirada el espectador repasará la historia reciente del país; la situación que llevó a la victoria de Allende y también el golpe de estado de Pinochet que acabó con los sueños de tantos.
¿Qué había en esta película que le llamara, parece que hay algo en la historia reciente de Latinoamérica -también interpretó a Mujica en La noche de 12 años- que le llama?
Evidentemente me interesa mucho, y es verdad que el tema de Chile me interesa mucho, pero para ser honesto la razón por la que me enrolé en este proyecto fue porque me llamaron de A Contracorriente y me dijeron que había una película en la que podía hacer de chileno, que la dirigía Lone Scherfig y que estaba Berenice Bejo. Honestamente, me sonaba como un un proyecto muy atractivo, la verdad.
Y luego vino lo demás…
Esa es la respuesta sincera. Lo otro vino después y fue un caramelito. Entrar en ese mundo, investigar… Me puse a ver películas chilenas, el cine de Patricio Guzmán, una persona del equipo me dejó las claves de una plataforma para ver cine chileno… Y ahí ya entré a saco y ahí ya sale un vínculo. Es increíble, y me pasó cuando hice la película de Mujica. Yo cuando hice la película él me sonaba, creo que la entrevista de Évole había salido antes y la había visto, y una vez me metí en la película fui cuatro veces a Uruguay y vi tanto de él que me resulta inconcebible que yo nada más nacer no supiera ya todo sobre los Tupamaros.
Y me pasa algo parecido con la historia chilena. Yo sabía sobre Pinochet, sobre Allende, pero ahora soy consciente y hago otra lectura sobre lo que supuso el neoliberalismo en Chile, lo que hizo la escuela de Chicago. Entré mucho en la historia y me di cuenta de que de una manera inconsciente eso estaba también ahí para haber aceptado la película de una forma instintiva. Esta película me abrió la posibilidad de introducirme a saco en el mundo chileno y esto me lleva, y aquí me vuelve a salir el periodista que llevo dentro, a que a mí ya me aportan más las películas por la experiencia que me dan, que por lo que yo puedo aportar como actor. Mi teoría es que si tienes esa pasión, algo se queda el personaje. No digo que el hecho de que te interese mucho Chile te haga buen actor, pero yo creo que ayuda.
Para completar está el timing, la película llega cuando se cumplen 50 años del golpe de estado de Pinochet, ¿cree que la película tiene una lectura en el mundo actual?
La lectura más deprimente del presente no es por esta película, sino por el recrudecimiento de la guerra entre Israel y Hamás. Mujica decía: “Que el ser humano use la violencia como resolución de conflicto, para mi sigue siendo primitivo”, y eso para mí es lo peor, que en el fondo seguimos ahí, volvemos a lo mismo. Mira quién puede ganar el domingo en Argentina... Por alguna razón no aprendemos. Yo veo muy clara la teoría, que es verdad que luego una cosa es lo que crees y otra es la realidad. Eso es algo que estoy aprendiendo de adulto, pero la realidad es que yo creo que, y lo digo por Palestina, por poner un foco ahora mismo, pero igual que en Ucrania, la única solución posible es la paz. La única solución posible es renunciar a la violencia.
Han coincidido en este primer día en Seminci su película, que habla sobre el poder de contar historias, con Green Border, una película que ha demostrado la fuerza de una película para poder cambiar las cosas en su país, Polonia.
Es que la clave es el relato. EEUU gana la guerra, entiéndeme, la gana militarmente con la bomba en Japón, pero la gana cuando empieza todo el cine de Hollywood de los años 50 y 60, por el impacto que tiene el cine, y más en aquella época, como medio de comunicación de masas. Gana la guerra cuando gana el relato. Sé que estas son frases muy de entrevistas, pero lo decía Álvaro Brechner (director de La noche de 12 años), y es que la realidad es un punto de vista. De lo que yo viví en el pasado ya solo queda lo que contamos y el cómo se cuenta. No existe el pasado, solo existe el presente, y el pasado es el que nos contamos, o el que nos creemos. El que sabemos ahora.
La película habla de esa fascinación por el cine, ¿recuerda esa experiencia fundacional como espectador de cine?
A ver, yo tengo tres recuerdos. El primero, ese recuerdo de sentir que el cine es la hostia, es ir a ver la versión larga de Ben-Hur, un programa doble de Bruce Lee... estas sesiones de cuatro horas en el cine Monumental que estaba cerca del barrio y yo iba con mi madre y había un corte entre peli y peli. Eso es una primera fase, en los 70, siendo yo un niño. Luego hay una segunda fase como adolescente yendo a ver Grease, El exorcista, películas de los 80... haciendo colas a las tres de la tarde para la sesión de las ocho; y la tercera, que para mí es la que de verdad me convirtió al cine y me cambió la manera de ver el cine, y que si yo fuera ministro de Cultura suprimiría el doblaje, fue cuando fui a ver cine en versión original con Alberto San Juan, en los Alphaville y los Renoir. Ahí empecé a ver películas checas, películas japonesas, de Jim Jarmusch…
¿Ya era amigo de Alberto San Juan?
Sí, le conocí el primer día de clase. Yo soy actor por él, que hablamos de ser actores y luego nos apuntamos a la escuela de Cristina Rota cuando acabamos la carrera con 25 años. Pero yo recuerdo esa época de verdad de una pasión por el cine… el cine como viaje. Recuerdo ver La noche de las luces y fascinarme y enamorarme de Maribel Verdú, Terciopelo azul, … Y en versión original, como tienen que estar las pelis.
En la película la protagonista es la única de la familia que puede pagar una entrada, pero una vez entra y empieza la película todos los que se sientan en el patio de butacas son iguales entre sí. No sé si el cine es de las experiencias más democráticas que hay en ese sentido.
Sí, de hecho tengo una anécdota con la duquesa de Alba, que en paz descanse, que es que estábamos en un cine en Sevilla y le sonó el móvil, se levantó y se fue. Es una anécdota pero sí, es cierto. Y luego, parafraseando a Umberto Eco, hay una frase que decía que hay tantos libros como lectores, pues hay tantas películas como espectadores. Cada uno tiene su visión de la película, pero es verdad que sí, que ahí de repente, todos juntos somos iguales.