Se llama El viejo roble, se estrena en salas el 17 de noviembre y ha cerrado la Sección Oficial de la Seminci, un festival donde Ken Loach ya ha ganado dos veces su máximo galardón, la Espiga de Oro –por Mi nombre es Joe (1998) y Felices dieciséis (2002)–. Quién sabe si es porque este título sabe a despedida, pero esta vez el director británico realiza una defensa de la esperanza como motor político del cambio. Los políticos, y especialmente la extrema derecha, quieren que renunciemos a esa esperanza. Para Loach, cuando esta desaparece es cuando nace la rabia, y cuando la rabia aparece cualquier solución populista es aceptada.
Con casi 90 años, Loach ha visitado Valladolid junto a su inseparable Paul Laverty, su guionista, amigo y socio desde hace décadas y la persona con quien ha escrito una obra que devuelve la ilusión y la fe en el poder de los individuos para evitar que las políticas racistas se extiendan más todavía. Loach y Laverty lo hacen contando la historia del último pub de un pueblo británico donde unos refugiados sirios llegan para vivir. Para ellos, la lucha de los mineros abandonados y la de los migrantes es la misma, una lucha de clase ante la que hay que permanecer unidos.
Esta es una película que habla sobre la esperanza, ¿por qué es importante la esperanza en el momento actual?
Ken Loach: Si no tenemos esperanza no podremos ver que tenemos la fuerza para poder hacer cambios radicales que salvaguarden el planeta, cambios para tener una sociedad igualitaria que no nos explote. No veremos que podemos vivir en paz. Para lograr todo esto necesitamos confianza en que hay un camino y en que tenemos la fuerza para seguir ese camino. Creo que esa es la definición de esperanza, entender que puedes mejorar las cosas. Si crees que no puedes mejorar las cosas, entonces eso te lleva a la desesperación, y cuando estás desesperado, buscas a alguien fuerte, o a un grupo fuerte para que resuelva tus problemas por ti. Esa es la esencia de las películas de Hollywood. Ya sabes, el vaquero con armas muy grandes que entra en el pueblo y dispara a los malos. Eso no es esperanza. Esa es la política de la desesperación, y quien capitaliza eso es la extrema derecha.
La extrema derecha es el último recurso de las grandes corporaciones, de las grandes empresas. Fueron las grandes corporaciones las que apoyaron a los nazis en los años 30 y alentaron el populismo y fomentaron el racismo. Lean la prensa, miren los medios, miren a los políticos que los representan. Son políticos que hablan de enjambres de inmigrantes. Hablan de ser invadidos por inmigrantes. Ese es el caldo de cultivo para la extrema derecha y, por supuesto, algunas personas desesperadas caen en la trampa porque es una respuesta fácil. La esperanza es política. No puedes esperar que las cosas pasen porque cruzas los dedos. Que las cosas ocurran es cosa tuya. Hay un camino a seguir, y la gran piedra sobre la que podemos construir ese camino es la solidaridad. Solidaridad con las personas que huyen de la guerra, del hambre, del cambio climático cuando su tierra se vuelva insostenible. Esa es nuestra esperanza, y la esperanza nos da confianza y fuerza para hacer cambios.
Hablamos en Cannes hace meses. En este tiempo ha habido elecciones donde la extrema derecha no ha ganado, en España, en Polonia y en la primera vuelta de Argentina. ¿Eso nos da algo de esperanza?
Paul Laverty: Bueno, pero estuvieron muy cerca de ganar. En Argentina falta la segunda vuelta, así que crucemos los dedos. Y no nos olvidemos que en Polonia quien sacó la mayor cantidad de votos fue la extrema derecha, pero no lograron la mayoría absoluta, así que el peligro sigue ahí. Ken y yo acabamos de volver de París, y la gente allí está muy asustada por la extrema derecha. En las próximas elecciones podrían ganar. La policía allí ha sido tremendamente violenta.
Y también miramos a España con mucho miedo. La extrema derecha está ahora junto al PP en muchas administraciones, y es un partido que niega el cambio climático, que piensa que el cambio climático es propaganda de la izquierda, que es una invención, en contra del consenso del 99% de los mejores científicos de nuestro mundo. Y lo hacen aquí, en España, con todos los incendios que están ocurriendo. ¿Cómo puede suceder eso? Debemos intentar desenredar esa madeja y eso es lo que intentamos hacer con la película. Hay ira y furia legítimas. En nuestra película ves gente que está desesperada. La pregunta es: ¿culpamos realmente a los responsables de ello? La gente está enojada y furiosa, pero si culpamos a los inmigrantes, eso no solucionará nada.
K. L.: Y por añadir una cosa, por supuesto que hay que derrotar a la derecha, pero creo que la gran pregunta es: ¿cuál es el liderazgo de la izquierda? No queremos un liderazgo que simplemente ponga parches. El sistema está podrido. La izquierda tiene que desafiar toda la estructura económica, reformarla para que funcione en beneficio de la clase trabajadora. Eso será realmente una democracia económica donde seremos dueños de los sectores estratégicos de la economía. Dueños de nuestros servicios públicos, de nuestra infraestructura, de la energía… entonces podremos planificar las cosas y solo entonces podremos resolver el cambio climático y las guerras. Las guerras están provocadas por la competencia económica. Sólo podemos resolver eso si planificamos, y no podemos planificar lo que no poseemos. Por eso necesitamos a un líder radical en la izquierda. Sin eso, tendremos un liderazgo socialdemócrata. Tiene que haber un líder radical, me atrevo a decir, revolucionario para la izquierda porque, si no, fracasarán.
Es inevitable preguntarles por la situación en Gaza. Hablábamos de esperanza, ¿puede la gente allí tener algo de esperanza?
P.L.: Ken y yo estamos observando con horror lo que está sucediendo y creo que tenemos que recordar las palabras del señor Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas. Creo que ha hablado con gran autoridad, y él es la persona que está a cargo de intentar que se respete el derecho internacional. Él condenó las atrocidades y la abominación del 7 de octubre, cuando israelíes inocentes fueron asesinados de la manera más brutal. Lo reconoció, y no tendrías humanidad si no pudieras identificarte con eso. Pero lo que también dijo es que no llegó de la nada. Habló de los 56 años de ocupación. Habló de la violencia de las comunidades de colonos. Habló de que sus posibilidades económicas están sofocadas.
Podríamos agregar a eso los informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que dijeron que Israel es un estado que practica un apartheid. Dos importantes organizaciones de derechos humanos llegaron a la misma conclusión. Así que, obviamente, hay una resistencia. Lo que la gente nunca dice en el derecho internacional es que el pueblo palestino tiene derecho a resistir una ocupación ilegal. Nunca escucharás eso en los principales medios de comunicación. ¿En qué mundo vivimos cuando tenemos que intentar proteger el trabajo del secretario general de las Naciones Unidas ahora que EEUU y sus aliados, tan influyentes, están decididos a destituirlo de su cargo? Eso demuestra su total falta de respeto por el orden internacional. Y precisamente hoy, EEUU está enviando dos portaaviones frente a la costa de Gaza. Enviaron F-16, enviaron tropas especiales con misiles y dijeron: "Cálmense, no intensifiquemos la situación". ¡Qué grandes hipócritas y mentirosos son! Creo que el mundo está empezando a ver eso.
K.L.: Yo solo quiero expresar mi solidaridad con el secretario general de las Naciones Unidas. Qué cosa tan extraordinaria tener que decir esto… Pero él está defendiendo el derecho internacional. Él está defendiendo los derechos humanos. Los actos de hostilidad no los respetan. Hay un contexto para todo. Para cada evento hay un contexto. ¿Y cuál es el contexto aquí? Paul lo ha explicado de forma precisa. Las Naciones Unidas son nuestra única esperanza aquí, porque de lo contrario estamos en una pelea de dos bloques de poder. No podremos tener paz de esa manera. Tenemos que apoyar a las Naciones Unidas. Ésa es nuestra obligación fundamental. La de cada periódico, cada político y cada organización.
En España le admiramos por muchos motivos, pero creo que uno importante es porque hizo una película como Tierra y libertad, una obra que creo que cambia la forma en la que la gente miró la memoria histórica en nuestro país. Además, Paul fue actor en la película. No sé qué recuerdos tienen de ella.
K.L.: Fue algo increíble. Paul y yo nos conocíamos de antes, porque Paul era observador de los derechos humanos en Nicaragua. Cuando regresó de allí nos pusimos en contacto y qué contentos estamos de haberlo hecho. Todas mis películas tienen algo especial para mí, pero esta es especialmente extraordinaria. Trabajamos con jóvenes actores y con los miembros del equipo español, y estaba ese elemento que era la revolución en la España del 36, el potencial que había para producir un cambio fundamental y la división que hubo dentro de la izquierda entre el Partido Socialista, el Partido Comunista y el POUM.
El POUM fue quien hizo todo lo posible para darle poder a la gente la tierra y las fábricas en las que trabajaban, y fueron traicionados por los demás dentro la izquierda. Y ese hecho fue clave. Otro aspecto interesante es que en aquella época había un régimen fascista. Franco regresa a España con la ayuda del Ministerio de Asuntos Exteriores británico. Luego, la propaganda británica dijo que luchamos contra el fascismo. ¡Qué mentira! Lo apoyaron en España y ya se sabía que los fascistas en Alemania eran antisemitas. Todo ese programa reaccionario ya era conocido por todos. No, los británicos, la clase dominante británica, sólo lucharon contra el fascismo cuando este les amenazaba a ellos. Pero como ideología no lo combatieron. Además, tenemos que recordar que ésta fue una guerra de clases.
¿Ha sentido alguna vez que sus películas han logrado cambiar algo, por pequeño que sea?
K.L.: Me gustaría decir que sí, pero creo que no. Son sólo películas, luego depende de lo que hagas al salir del cine. Espero que al menos haya dado mi apoyo a quienes exigen luego los cambios, o que haya generado preguntas en la mente de la gente. Espero que, al menos, por un momento, haya dado una pequeña sacudida al poder establecido. Pero, al final, se trata sólo de unas pequeñas películas europeas. Somos una voz dentro de un coro. Un coro que pide un cambio radical. Pero hay un ruido mucho mayor, más ruidoso, el de aquellos que quieren mantener las cosas como están porque se están beneficiando temporalmente de ello. Y tienen voces mucho más fuertes. Controlan la prensa, controlan la radio y difunden su hipocresía, sus mentiras y su racismo. Pero la gente puede ver la realidad de sus vidas y creo que, si podemos aprovechar eso, les podremos hacer mirar y conocer la gran desigualdad y el gran peligro en el que nos encontramos. La solidaridad es la clave. Si podemos arrimar nuestro hombro, eso es lo máximo que podemos hacer.