En Doña Clara aparecía la casa real donde Mendonça Filho vivió junto a su madre durante muchos años. Un lugar que también rodó en sus anteriores filmes. Aquella casa se había convertido en testigo de su evolución como cineasta y había captado los cambios que habían surgido en su barrio y en su ciudad. Fue cuando se mudó de aquel sitio cuando se dio cuenta de la importancia que había tenido en su vida y decidió comenzar un documental que no sabía muy bien dónde le llevaría. Su casa es el comienzo de Retratos fantasma, el excelente filme en el que ha desembocado todo y que ya se puede ver en las salas. También habla su segunda casa, las salas del cine del centro de Recife que le formaron como cinéfilo, como sujeto político y con conciencia social, y de las que pocas resisten. “Cerraré los cines con mis lágrimas”, se escucha decir al director en esta película que sirve como hermosa carta de despedida a esos cines.
Una obra que habla de cómo en aras de esa palabra llamada 'progreso', las ciudades han ido abrazando el capitalismo desaforado, aniquilando la vida comunal y destruyendo edificios que antes eran importantes, como las salas de cine. El filme se divide en partes, pero en todas ellas acaba colándose por las grietas de esas calles y edificios ese análisis de la sociedad de las últimas décadas. Mendonça Filho, que ha ganado con Retratos fantasma el segundo premio de la sección de documentales de Seminci, considera que esta película no solo habla de su casa, o de los cines, sino “sobre el espacio y lo que hacemos con ese espacio”.
Esa amplitud de miras hace que la película viaje de lo íntimo de la casa a lo universal de la historia reciente, gracias a la historia de un cine mítico de Recife, que fue propiedad de la UFA, el estudio cinematográfico más importante de Alemania y de su dueño, que tuvo contactos con la Alemania nazi. “La película comienza en el apartamento familiar y parece una película casera, y de hecho usé sonido en mono para que lo pareciera; luego pasamos al centro de la ciudad y el sonido se expande y la película se convierte en otra cosa, pero fue cuando descubrimos la historia de la UFA cuando me di cuenta de que habíamos comenzado hablando de algo muy pequeño y habíamos terminado hablando de la Segunda Guerra Mundial y de la geopolítica global”, dice el director. Esa es la muestra de que “las ciudades son órganos dentro de un cuerpo humano que es el mundo”.
La película se rodó durante los años de Bolsonaro en el poder, y eso se refleja en sus imágenes. Esas casas que colocan alarmas, que compran el discurso del miedo al migrante y colocan hasta rejas para que nadie entre en ellas. Casas que se convierten en cárceles. También afectó de forma directa, ya que “durante el Gobierno de Bolsonaro la cinemateca brasileña estuvo atacada y abandonada”. Eso hizo que no tuvieran acceso a las imágenes documentales y a los archivos durante tres años. Sin embargo, el director subraya que ese proceso de gentrificación, de abandonar los barrios y los cines del centro llegó mucho antes.
“Esto es algo que empezó a suceder en los años 70”, aclara Kleber Mendonça Filho, que lo vincula a la llegada de un “nuevo sistema”. Su nombre: “centro comercial”. “El centro comercial, por supuesto, pertenece a gente muy poderosa, gente de negocios. Ocurrió lo que suele pasar en la industria. En el capitalismo, cuando tienes un nuevo producto, hay que destruir el producto anterior o hay que desestabilizarlo, y aquí el producto anterior era el centro de la ciudad, con las tiendas y los cines y con la gente viviendo sus vidas en el centro de la ciudad. Los centros comerciales están a 10 kilómetros, así que había que desacreditar el centro y llevarles a todos allí”, explica.
Para el director, el centro de su ciudad vive ahora “el peor momento de su historia". “Comercialmente está prácticamente abandonado, pero eso no significa que esté muerto. De hecho, está muy vivo, pero no dentro de las pautas que se marcan, es decir, tener tiendas y ser comercialmente viable. Está vivo por los movimientos culturales y por el carnaval, por la gente, pero curiosamente la burguesía dice que está muerto porque ellos ya no van allí. Pero hay otras clases sociales, y ellos sí van”, apunta sobre una ciudad que califica como "muy progresista" pero que, aun así, no ha resistido la llegada del capitalismo y sus centros comerciales.
Aunque en Retratos fantasma se muestre ese deterioro del tejido cultural en el centro, también presenta a las salas que resisten pese a todo y todos. Por ello, Mendonça Filho no es pesimista. “Fui a ver la nueva película de Scorsese al cine Max Linder en París, que tiene 600 butacas, era el pase del mediodía y estaba lleno. Salí, y la siguiente sesión también estaba llena. Es verdad que París es una ciudad especial en este aspecto, pero en Recife quedan dos cines espectaculares. También es cierto que hay 90 pantallas de multisalas en las que no puedes distinguir mucho lo que se proyecta en ellas y que tienes la nueva de El exorcista en 25 salas, y eso es deprimente. Yo no tengo problemas con el streaming, veo películas en plataformas, en Blu-ray… creo que el problema es el mercado, que te dice que no consumas más música en formato físico porque todo lo tienes en tu móvil en streaming. Soy optimista, pero se necesita inversión. Inversión pública para crear una red de cines públicos, bien equipados, que tengan diversidad en la programación”.
Una defensa de lo público como forma de defender el urbanismo de los ataques exteriores y para convertir a los cines en centros neurálgicos de las ciudades porque, como se escucha en Retratos fantasma, “los cines son lugares para la bondad”.