La victoria de Anatomía de una caída coincide con su llegada a las salas de cine españolas, donde ha entrado con fuerza. Más señales de que la academia de cine francesa se ha equivocado al elegir A fuego lento como candidata del país a representarles en los Oscar. El arrase de Anatomía de una caída dejó, además, a sus rivales con el marcador a cero, o casi. El único premio que dejó por el camino, el de mejor actor, fue para Mads Mikkelsen por La tierra prometida.
El cine español no se fue de vacío, y esto empieza a ser una pauta que muestra la buena salud de nuestra industria. Este año fue Robot Dreams la maravillosa película de Pablo Berger la que ganó el premio a la Mejor película europea animada del año. Su joya muda sobre la amistad entre un perro y un robot en el Nueva York de los 80 conquistó a los académicos europeos y sale lanzada de cara a una carrera a los Oscar donde las quinielas de Hollywood empiezan a ponerla entre las favoritas. En su discurso repitió una frase que dijo Guillermo del Toro el año pasado cuando ganó el Oscar por Pinocho: “La animación no es un género”.
También estaba nominada el fenómeno sorpresa español del año, 20.000 especies de abejas, que competía en la categoría de descubrimiento del año (el galardón para las óperas primas europeas). No pudo vencer a How to have sex, de Molly Manning Walker, otro fenómeno construido en Cannes (donde ganó el primer premio en Un certain regard). Una mirada a la educación sexual en los jóvenes, a las presiones de las mujeres en la adolescencia y al consentimiento ambientado en un paraíso turístico dedicado a jóvenes que solo quieren emborracharse. Un Magaluf griego que sirve como escenario para un filme que remueve y abre debate. Tampoco hubo suerte para el corto. Aunque dos de los cinco trabajos nominados eran españoles (Aqueronte, de Manuel Muñoz Rivas; y La herida luminosa, de Christian Avilés); finalmente fue Hard Working quien logró el premio del cine europeo.
Había tres españoles que ya se sabía que ganarían premio. La sociedad de la nieve, aunque no pudo colarse en las categorías más importantes, llegó a la gala con dos premios debajo del brazo. La Academia del Cine Europeo no nomina en sus categorías técnicas, sino que entrega directamente el galardón a las labores más destacadas del año. Entre las dos fueron para la película de Bayona, mejores efectos especiales (los creados por Laure Pedro y Felix Bergés) y Mejor maquillaje y peluquería (Ana López-Puigcerver, Belén López-Puigcerver, David Martí y Montse Ribé). Premios importantes para la película de Netflix de cara a colarse en la shortlist de los Oscar que se anunciará el próximo 21 de diciembre y donde se espera que pueda entrar en varias categorías técnicas además de la de Mejor película internacional.
El otro premio fue el honorífico a Isabel Coixet por su relevancia mundial. Un galardón que reconoce a una figura del cine de autor europeo reconocida en todo el plantea y que Coixet recogió mientras su última película, Un amor, continúa en las salas españolas. La presentó Laia Costa, y su descripción de la cineasta no pudo ser más precisa: “Una fuerza de la naturaleza”. “Detrás de una cámara no hay banderas ni fronteras, ojalá el mundo fuera así”, dijo Coixet en un discurso que dedicó a todos los que les dijeron una vez que “no eran lo suficientemente buenos”. También bromeó con al forma de “juguete sexual” del premio y sugirió a la academia europea que para el año que viene “le ponga pilas”. Los otros dos galardones honoríficos fueron para Béla Tarr, leyenda del cine europeo, y para Vanessa Redgrave, una de las mejores actrices británicas de la historia que no puedo recogerlo en persona.
Isabel Coixet mantuvo horas antes de recoger el galardón un encuentro con la prensa española donde explicó la ilusión que le hace el premio, pero que es una mujer que nunca pone “la vista atrás”. “No lo hago porque me deprimiría mucho”, dijo con su habitual sentido del humor. “Yo es que esta cosa testamentaria de los premios tampoco lo veo, y es que además estoy ahora escribiendo cosas, estoy haciendo cosas. Evidentemente tengo una edad en la que estas cosas te pasan, pero como yo dentro de mí pienso que tengo siete años… Pero a la vez sé que no los tengo, que no soy tan inocente ni tan tonta. Pero tengo la sensación de empezar siempre de nuevo. Sigo encontrando dificultades para financiar las cosas, y eso a la vez es es una bendición y es una maldición. La maldición, porque es un coñazo estar siempre empujando, siempre buscando, siempre teniendo que convencer y a la vez también te pone las pilas”, añadió.
Respecto a esa dificultad de producir sus películas a pesar de los premios y el nombre ganado dejó un recado para un tipo de productores: “Hay un cierto tipo de plataforma o de productor que se siente un poco amenazado cuando tú has estado en mil aventuras más que él o ella. Que está muy bien que quieran apoyar a la gente que está empezando, pero para muchos productores, y lo estamos viendo en nuestro país, también es una manera de controlar más a las personas que empiezan”, añadió.
Coixet manifestó sus sentimientos encontrados con los laboratorios de guion, que hacen que los proyectos se parezcan entre ellos, pero consciente de lo útiles que han sido para muchas directoras. Mujeres para las que se ha convertido en un referente. Uno que ella nunca tuvo, ya que cuando se le preguntó por ellos acudió a su adorada Agnés Varda, por su modernidad, por los consejos que le dio y por ser una directora que todavía sigue resultando moderna décadas después de sus películas. Dos mujeres que han marcado el cine europeo y cuyo nombre será recordado en muchos discursos por las mujeres que ganen premios en el futuro.