Una pasarela recorría el WiZink de lado a lado dividiéndolo en dos secciones. A un lado, la parte de Dellafuente ambientada con arcos de herradura granadinos. Al otro, el de Morad con bloques de ladrillo grafiteados simulando su barrio de L’Hospitalet de Llobregat. Todo representaba una ciudad en tres dimensiones; lámparas con luces tenues y escenografías que simulaban andamios. Las motos cruzaban a todo gas antes de empezar y hasta se simuló un robo de cartera en la pista. Aquí se pudo ver cómo los últimos shows de Dellafuente influenciaron al visto anoche en el WiZink junto a Morad. Durante 2023, sus puestas en escena se parecieron a las de Rosalía o C. Tangana; una cámara que lo grababa todo el rato, bailarines y actores representando escenas y una escenografía muy cuidada.
Cuatro pantallas gigantes —dos a cada lado— colgaban del techo del estadio para poder observar todos los detalles. Esta división redujo el aforo del pabellón a casi 12.000 personas para cada día, 5.000 menos del máximo, según fuentes organizadoras. Las entradas costaban todas lo mismo (40 euros más gastos de gestión) y no hubo separaciones por front stage o similares. Quien acudió al concierto probablemente no sabía muy bien de qué iba a ir el evento. El SoundClash de Redbull no se había hecho nunca en España y poco tiene que ver con sus batallas de gallos, un tipo de evento de improvisación de raps que la marca ha impulsado con fuerza. El influencer Hamza Zaidi salió hacia el centro de la pista en una moto para explicarlo. “Esto va a ser una ópera”, aseguró.
Primero salió Dellafuente. El granadino, con su merchandising de Dellafuente F.C, ha creado una de las fanbases más fieles de España. Por el estadio abundaban los jóvenes vestidos con su ropa. Es por ello que en cuanto salió cantando Consentía, una de sus canciones más conocidas, el WiZink enloqueció. Dellafuente es uno de los precursores de la nueva ola de música urbana en España desde 2015. Ha pasado del trap hacia el rock y el flamenco. “Música folclórica atemporal”, se autodefine. Apenas da entrevistas, él dice que calla para que hablen sus canciones. En sus letras hace una radiografía de la clase obrera andaluza; de lo que es vivir pendiente de un desahucio o de lo que supone que alguien de la familia se meta en las drogas. Eso sí, no se casa con partidos políticos aunque algunos intentasen usar sus canciones para sus campañas.
Dellafuente ha llegado a un punto en el que ya sienta cátedra con todo lo que hace en la música. Puede gustar más o menos, pero artistas, fans e industria lo respetan siempre. Y eso se notó en el WiZink en el aura que levanta cuando canta. Continuó su actuación con otras de sus canciones más famosas; Dile, Veneno y Romea y Julieto.
Y de repente sale una moto a todo gas con Morad en ella. “¿Cómo estamos, Madrid?”, espetó con una mano cogiendo el micrófono y la otra agarrándose a la motocicleta para no caerse. Si Dellafuente tiene una gran fanbase, el público se sabía todos los temas del catalán con raíces marroquíes. Empezó con Se grita y continuó con Europa y Como están. Este primer round sirvió para preparar al público para el espectáculo que estaba por llegar.
La unión personal de los artistas se escenificó sobre la pista. Abundaron las miradas entre el público asistente a modo de incredulidad cuando cada uno de ellos tocó un tema del otro. Dellafuente lo hizo con Soñar y Morad con el 13/18 de Dellafuente. Mientras uno interpretaba, el otro hacía los coros. Si bien era difícil afinar como el otro, acabaron fundiéndose en un fraternal abrazo.
Fue entonces cuando empezaron a desfilar por la pista más artistas para interpretar sus colaboraciones. El primero de todos fue Maka, que tiene temas con ambos y fue uno de los grandes propulsores y acompañantes del inicio de la carrera de Dellafuente. Tocaron Siempre que amanece, tema que tienen los tres juntos. Tras ello, el público coreó en varias ocasiones el nombre de Benny Jr., íntimo amigo de Morad. El catalán tocó Mariachi, de Benny, pero este nunca salió pese a la insistencia del público.
Salieron Rels B y Lola Índigo por la parte de Dellafuente para tocar Buenos genes y Mala suerte. Ambos artistas llenaron el WiZink Center este año y están en auge en su carrera, que el público celebró. Después salió Rvfv que, como Maka, tiene temas tanto con Morad como con Dellafuente.
Mientras tocaba Desespero junto a Morad el publicó le lanzó una bandera de Palestina al artista. El cantante no dudó en ponérsela al cuello y correr por la pista con ella. Cuando acabaron de interpretar, Rvfv y Morad se fundieron en un abrazo que Morad acabó ondeando la tela de cuatro colores, en solidaridad con los ataques que está recibiendo por el ejército de Israel. Eso sí, si bien se solidariza con el pueblo palestino, hay quien a modo de demanda política, le suele pedir a Morad que haga lo mismo con el pueblo saharaui por su conflicto con el estado de Marruecos.
Tras las colaboraciones, los artistas tocaron sus temas más conocidos. Dellafuente aprovechó la ocasión, como ya hiciera en sus conciertos de Granada. Creó una atmósfera parecida a las de las fiestas de electrónica de Boiler Room para tocar canciones suyas junto a Salomon Session. Aunque Dellafuente mezcle tecno con rap, no pierde su esencia. “El banco llamando a la puerta, dice que está a cero la cuenta, mi hermano que no me contesta, se iba a matarse por mierdas, el día de cobro que no llega, y se va vaciando la nevera. ¡Otra semana que no comemos por ahí fuera!”, cantó en Alomejor bajo una base de electrónica.
También fue el turno de hablar de racismo y clasismo para Morad. Lo ejemplificó en su conocida Bizarrap session. “No tenía para entrar en las tienda’; dudo que ese mundo tú ya lo entienda’; me tenía que robar to’a las prenda’; ahora pago to’ los meses a Hacienda”, versa. Fueron unos versos tan reivindicados que hasta Jordi Évole le mostró su admiración en su entrevista.
Tras ello, tocaba poner el broche final. Tocaron su epé en conjunto; Zizou. “Sigo con la nariz limpia y sin comer M; sigo vendiéndole sueños a la gente que no tiene; pega’o sin payolas, sin vídeos con 20M”, versa Dellafuente queriendo dejar claros sus intenciones con la música en KTM. “Ninguno de ellos tú lo va’ a ver en revista, ninguno de ellos va a usar un estilista; empezaron todos en la calle, chándal Kipsta”, canta también Morad en la canción. Este tipo de letras sobre los barrios de los que vienen y el mantenerse humilde abundan en todo el epé. Continuaron con K Animal y Figo. “No quiero una mansión, quiero estar tranquilo”, asegura Dellafuente en la segunda.
Todo el público presente sabía con qué canción iban a acabar. Fue Manos rotas, que semanas antes se mantuvo varios días en el top 1 de lo más escuchado de Spotify en España y aún lo está mientras se escribe este artículo. Sobre el éxito de esta canción Dellafuente se pronunció en su momento. “Los números y la música son lenguajes diferentes. Entiendo que se busque el alcance, pero que eso no te ciegue ni frustre. No estás compitiendo con nadie. Camarón tiene 500.000 oyentes mensuales”, sentenció en su cuenta de Twitter el día que alcanzó ser la canción más escuchada en todo el país.
La canción la podían haber cantado a capella solo por los coros del público del WiZink, pero lo hicieron espalda con espalda. “Tendría que decir algo ahora, pero sobran las palabras. Te quiero hermano”, finalizó Dellafuente. Acabaron y salieron abrazados del estadio sonriendo, al ritmo de Tu sonrisa de Elvis Crespo, con la cara de haber cumplido un objetivo. Probablemente el de haber demostrado que dos grandes artistas pueden colaborar y hacer un gran show de casi dos horas juntos, sin que uno destaque por encima del otro y que la unión les empodere.