En su primer ensayo, la autora galardonada, entre otros, con el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Miguel Hernández en 2018, diserta sobre la capacidad de la poesía para ampliar y estimular nuestros conocimientos: del lenguaje, de la fantasía, del mundo, de la propia creación y pensamiento poético.

“Es difícil escribir sobre poesía. Porque no es solo ‘pensamiento’ lo que promueve: es sentimiento, y lo cruza la sensación”, expresa Faet al inicio de una obra repleta de nuevos caminos, reflexiones y sugerencias para cualquier persona interesada en leer poesía, pero especialmente en cómo leer poesía. El arte de encender las palabras no es un manual, pero tal vez sí una guía útil para quienes quieran seguir ahondando en la dimensión de Faet como poeta. Además, su publicación llega apenas un mes después de Corazonada (La Bella Varsovia-Anagrama), una recopilación de poemas escritos por la autora entre 2010 y 2022. 

“Vivo la escritura como una aventura. Lo que permanece es que vivo la peripecia de la forma como una peripecia vital. Pero he ido recorriendo distintos mundos expresivos, los llevo al límite, los agoto, me canso, cambio a otros…”, relata por correo electrónico a elDiario.es tras ser preguntada por el hilo conductor del volumen que se suma a otros publicados en el sello que dirige Elena Medel, como Una pequeña personalidad linda (2021), Los salmos fosforitos (2017), Corazón tradicionalista: Poesía 2008-2011 (2017) o La edad de merecer (2015). En todos los poemarios de Faet es posible rastrear la preocupación por dos conceptos que para la autora están entrelazados: el amor —una ‘idea-corazonada’ que se va engordando de lo más a lo menos obvio, incluyendo familia, amistad, política— y el lenguaje.

“Pero hay otro vínculo quizás menos automático entre el amor y el lenguaje, y que para mí tiene que ver con las coincidencias y los milagros. El amor es casualidad y es magia, y el lenguaje, cuando se enciende, o sea, cuando lo experimentamos como poético, lo que hace es hacer de la contingencia una necesidad”, puntualiza Faet. Y añade un ejemplo: “La relación entre la palabra ‘chisporroteo’ y esa cosa que es el chisporroteo es arbitraria, pero yo en el poema que escribo o leo y amo vivo su vínculo como absolutamente inevitable. Un poema amado nos hace eso, albergar la convicción de que lo que ‘dice’ no podría ser expresado de otra forma. O sea, azar y destino”.

Lo que más puede llamar la atención a quienes la lean por primera vez en Corazonada, dice Faet, es su compromiso con varias estéticas, desde el juego metalingüístico y bilingüe en poemas como Glory hasta el estilo narrativo de Poema sobre una novela, por citar dos ejemplos dentro de la amplia gama de estéticas con las que experimenta la autora. “Que luego están repartidas por mis otros libros”, explica. “Es como que he ido tocando varios palos, he indagado en los vericuetos de esos palos hasta que ya no he dado más de mí. También permanece el blanco de mis preguntas, que casi siempre han tenido que ver con el amor, el lenguaje y lo raro de ser un yo o algo parecido”.

En Corazonada, dice Faet, también permanece “una especie de voz, un mínimo común denominador estilístico” que los lectores tal vez puedan reconocer en El arte de encender las palabras, pues es un ensayo escrito “en parte como poesía”. “No totalmente, porque he querido teorizar, aunque minimizando lo violento que puede ser teorizar”, asevera Faet, que lleva años compaginando la creación poética con la Academia; es Doctora por la Universidad de Brown con una tesis sobre la infantilidad en la poesía contemporánea.

“Y le he puesto bastante conciencia a teorizar desde lo argumentativo pero también desde la sentimentalidad, la sensorialidad y el recuerdo”, apunta. A menudo se cataloga la poesía de Faet como una reivindicación de lo cursi o naif, una propuesta en contra de la solemnidad, pero la autora, que aúna el interés de la crítica y las instituciones con una legión de lectores jóvenes y entregados  —poemas como Me gustaría meter a todos los chicos que he besado desde el año 1999 en una misma habitación son constantemente compartidos en redes—, sostiene que no está interesada en lo cursi ni en lo solemne.

“Lo contrario a la cursilería sería la cursilería con un twist. Para mí tiene que ver con jugar con lo exaltado y con lo suave sin saber si es un disfraz o más bien una vértebra o una esencia, pero con el pensamiento crítico en el centro”, prosigue. “La aventura tiene dos lados: desde uno boicoteamos la asepsia emocional; desde otro, boicoteamos la ideología y la estética Mr. Wonderful. En todo caso, la cursilería twisteada que me gusta en varias autoras y la que he podido practicar a veces está bastante medida, es un delicado equilibrio de fuerzas”.

En los últimos años, han obtenido el Premio Nacional de Poesía varias autoras que escriben en lenguas cooficiales: en 2023 y 2020, las poetas gallegas Yolanda Castaño y Olga Novo, y en 2021 la vasca Miren Agur Meabe. ¿Se está prestando más atención a la diversidad lingüística en el panorama poético español? “Sí, así es, pero queda mucho por hacer”, opina Faet. “Es muy necesario, por una cuestión de estudio y de rigor, de belleza, pero también de justicia y de una idea, si no de la nación, al menos del Estado, más plural y menos esencialista. Con lo primero me refiero a que a cualquiera que le interese la literatura les ha de interesar Yolanda Castaño, Miren Agur Meabe y Olga Novo, y si uno no habla sus lenguas, debería estar deseando que estas autoras sean traducidas a la suya”.

“Una lectora española de habla castellana que no puede acceder a las obras de estas creadoras (Castaño, Novo o Meabe) es una lectora empobrecida”, continúa Faet. “Con lo segundo me refiero a que, personalmente, siento un profundo rechazo por la idea de “nación”. Pero si tiene que creer en alguna España, sostiene, “la única que me parece deseable es la España plurinacional. Y, en este sentido, si quisiéramos acercarnos a cumplir este ideal, no es solo que una lectora española de habla castellana debería estar deseando leer a Novo en castellano, es que sería su derecho”. “Y lo que es más, sería su derecho poder haber aprendido gallego en el colegio para leerla en su lengua original”, recalca la autora valenciana.

La poesía, además de como vehículo para reivindicar una mayor diversidad lingüística, puede servir para hacer trampas “a los lenguajes normativos que nos cercan y descubrir o inventar desvíos y utopías”, tal y como menciona Faet en El arte de encender las palabras. “Hay muchas maneras concretas de hacerle trampas al costado coercitivo de todos los lenguajes, personalmente me gustan las tácticas de borronear las fronteras de los conceptos y de los argumentos, aunque también me enamoran las tácticas contrarias, los lenguajes económicos, discretamente inteligentes, tranquilos”. A este respecto, la autora piensa en algunos referentes como Natalia Ginzburg, Wislawa Szymborska, Caroline Lamarche, Carmen Martín Gaite, Anne Tyler, John Cheever, Joy Williams, Richard Ford, Raymond Roussel, Jorge Luis Borges o César Aira.

“Son nombres que me vienen a la cabeza hoy”, dice Faet, pero que seguramente impregnan su obra poética y teórica desde hace mucho tiempo. Y sugiere algunas pistas para quienes quieran seguir iluminando nuevas voces, no necesariamente jóvenes: “Recomendaría rastrear los catálogos recientes de editoriales como Ultramarinos, La Bella Varsovia, La Uña Rota o Letraversal”.

¿Hay entonces una diferencia entre pensar sobre poesía y escribir poesía? No, sentencia Faet. “Para mí escribir poesía es pensar. Sin embargo, escribir sobre poesía también es pensar, pero menos. Pienso mejor en mis poemas que fuera de ellos. Es que en mis poemas, en los que me gustan, sucede esa cosa portentosa que es que soy completamente yo pero consigo librarme de mí”.