Las líneas artísticas son claras: la predominancia del teatro familiar y de repertorio, y la ausencia de líneas que apoyen la creación escénica contemporánea. El ejemplo más meridiano de esta línea es la nueva configuración de los Teatros del Canal, donde la dirección se diluye en seis creadores que además verán sus nuevas creaciones producidas por este mismo teatro. Un modo ideal para tener todo bien atado. La oposición madrileña, Mas Madrid en este caso, a través de su responsable de cultura, Jazmín Beirak, lo explicaba con dureza estos días pasados en la Asamblea.
Aunque el mapa ya está claro y trazado, todavía queda por saberse quien dirigirá dos de los espacios del cabildo. Empezando por el teatro Fernán Gómez, que Laila Ripoll ha levantado en los últimos cuatro años con una programación interdisciplinar y apoyando a las compañías de largo recorrido que tenían cada vez más difícil poder mostrar en la capital. El sector cree que la dirección ya está decidida y que será el dramaturgo Juan Carlos Pérez de la Fuente el nuevo regente del centro.
Un nombramiento que supondría una reivindicación política de la derecha que siempre acusó de nepotismo al gobierno municipal de Manuela Carmena, cuando de la Fuente fue destituido como director del Teatro Español al año y medio de ser nombrado en 2016. La otra dirección que está en el aire es la Nave 11 de Matadero Madrid que el consistorio quiere dedicar a la danza. Se quiere que sea el proyecto estrella de Marta Rivera de la Cruz. Pero poco se sabe de quien lo dirigirá. Habrá que esperar.
El otro oso capitalino que queda por definirse es el nuevo ministerio de Cultura dirigido por Ernest Urtasun. El ministro ya ha anunciado que la institución estará vigilante ante las posibles censuras para dar apoyo legal o facilitar otras posibilidades de exhibición, según sea el caso. También ha pronunciado que quiere apoyar la creación artística en clara oposición al nuevo rumbo madrileño. La guerra ideológica está servida. Pero, entre muchas líneas de actuación que su cartera tiene enfrente, quedan dos temas sobre los que no se ha pronunciado.
La primera es la remodelación del Instituto Nacional de Artes Escénicas y Música. El sector tiene claro que la primera actuación es sustituir a su máximo responsable, Joan Francesc Marco. Ya ha habido conversaciones para ver posibilidades de renovación. El nuevo director o directora –todo apunta a que será una mujer–, tendrá que acometer una profunda renovación de un Instituto que es un dinosaurio, donde sus centros de producción, todos situados en Madrid, no pueden girar y tienen continuos conflictos laborales. Algo a lo que PSOE y Sumar se comprometieron en su acuerdo de legislatura.
La otra gran patata caliente es la danza. La llegada de Joan Francesc Marco a la dirección del INAEM supuso la supresión de los compromisos adquiridos por la dirección anterior de Amaya de Miguel en 2018. El proyectado Centro Nacional de Difusión de la Danza y el Centro Nacional de la Danza, que se iban a construir en los terreno de ADIF del barrio de Delicias, desaparecieron del mapa. Se han cumplido cinco años de excusas e inacción que el sector ya no admite.
La deuda con la danza, sobre todo contemporánea, es ya larga, histórica. La intervención de Raquel Ramírez, vicepresidenta de la Federación Estatal de Compañías y Empresas Productoras de Danza (FECED), en el último pleno del Consejo Estatal de Artes Escénicas y de la Música permite comprenderlo. Ante un impertérrito Joan Francesc Marco, la responsable acabó blandiendo el plan nacional para la danza que el propio PSOE configuró en 2009 diciendo: "Hoy se puede volver a aprobar ese mismo plan sin cambiar ni una coma porque no se ha hecho nada de lo previsto". Su discurso resume a la perfección el gran déficit del Estado con esta disciplina que Sumar en su proyecto de país recogió y parece quiere abordar. Veremos.
Pero la realidad teatral va mucho más allá de la capital. Al igual que en Madrid está por ver que orientación dará al Teatro Español su nuevo director Eduardo Vasco; en Barcelona todos esperan ver la que emprenderá el Teatre Lliure con su nuevo líder, Julio Manrique. Además, en la ciudad condal tampoco falta la controversia política. El actual concejal de cultura de Barcelona, el socialista Xavier Marcé, veterano político, gestor cultural y antiguo vicepresidente de la gran productora catalana FOCUS; está levantando ampollas. Dos de las acciones que habían acometido los anteriores responsables del consistorio, regidos por Barcelona En Comú, están siendo puestas en duda.
El primero de ellos ha sido El Molino, emblemático espacio adquirido por el Ayuntamiento por 6,2 millones de euros, que estaba destinado a formar parte de la red de Casas de la Cultura y potenciar las artes escénicas colaborativas y de barrio. Un recinto bandera del plan de derechos culturales de la ciudad basado en las buenas prácticas, el retorno de la comunidad y la creación emergente. Es más, el pliego del concurso ya estaba visado y preparado para publicarse. Marcé lo ha parado y ha declarado que sí sacará un concurso, pero anunciando que El Molino será la nueva casa del flamenco, la rumba, la canción de autor y el jazz.
La segunda acometida de Marcé es L’Antic Teatre. El concejal ya ha dejado saber a los responsables de este espacio dedicado a las artes vivas, la danza y el teatro contemporáneo que los acuerdos a los que llegó con el Ayuntamiento para expropiar el espacio y declararlo bien cultural de la ciudad, quedan en suspenso. Un pacto al que se había llegado para preservar este espacio que dependía de un alquiler en pleno barrio Gótico y estaba a merced de movimientos de especulación. Parece que el anuncio que hizo la propia Ada Colau a bombo y platillo está en riesgo. La dirección de L’Antic está preparando una rueda de prensa este mismo mes para explicar la nueva situación.
Más allá de tanto movimiento tectónico se imponen los espectáculos que el público ya está demostrando, por cómo va la venta de entradas, que quiere ver. Enero comienza fuerte. Los amantes de la escena clásica podrán asistir al Teatro Victoria para ver la nueva producción de Focus con Carlos Hipólito bajo la batuta de Yayo Cáceres y la pluma de Álvaro Tato, Burro. La otra gran apuesta es El castillo de Lindabridis, texto de Calderón dirigido por una de las grandes del teatro medieval y áureo, Ana Zamora.
Pero el mes de enero es también performativo y moderno. En el Teatre Lliure tendrá lugar del día 11 al 20 el ciclo Katharsis, donde entre otros se podrá ver a uno de los performers más interesantes de la escena internacional: el sudafricano, queer y judío Steven Cohen. Allí mostrará pieza Boudoir, trabajo que también exhibirá en los Teatros del Canal de Madrid en abril. En la Sala Beckett, además, podrá verse la nueva y esperada propuesta del colectivo Las Huecas, De l’amistat.
El otro gran montaje de enero es Edipo Rey , dirigida por Declan Donellan y producida y estrenada por el Teatro Nacional de Rumania Martin Sorescu. La función está interpretada en rumano, pero si pueden no pierdan la oportunidad de ver a uno de los grandes maestros de la dirección de escena europea moldear la obra de Sófocles. Atentos también (tan solo estará el 2 y el 3 de febrero), a la llegada de una de las grandes de la danza a este teatro, La Ribot, que mostrará DIEstinguished. Un trabajo que por primera vez podrá verse con un dispositivo de cámaras que incluirán los propios teléfonos del público.
El 2 de febrero llegará La Zaranda al Central de Sevilla con su nueva obra Manual para armar un sueño, montaje que podrá verse en el Teatro Español de Madrid a finales del mismo mes. Mes en que el Centro Conde Duque de Madrid tendrá dos de sus grandes apuestas, la nueva obra de la compañía de danza La Veronal, Firmamento, una de sus piezas más potentes de los últimos años; y el “obrón” para el cual ya no hay entradas, Vudú (3318) Blixen de Angélica Liddell.
En febrero llegará otro de los espectáculos más esperados, el nuevo montaje de Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional, que en esta ocasión dirigirá la obra de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba. Sanzol, en cierto sentido, se la juega después de su cuestionado anterior montaje, Fundamentalmente fantasías para la resistencia. Los otros dos espectáculos recomendables que se programarán en el primer trimestre en el CDN son Misericordia, de la uruguaya Denise Despeyroux, en enero; y el nuevo trabajo de La Tristura, Así hablamos, obra que parte del texto de Carmen Martín Gaite La búsqueda de interlocutor.
Más entrado el año llegarán títulos que generan igualmente grandes expectativas, como el nuevo montaje dirigido y escrito por Mayorga, La colección, que estará protagonizado por José Sacristán y Ana Marzoa .Así como la nueva propuesta de María Velasco en abril en el CDN, Primera sangre. Un montaje que más tarde viajará al Teatre Nacional de Catalunya, corresponsable de la producción de la obra.
El otro regreso a las tablas más relevante será en las Naves de Matadero, Vania x Vania. Un título sobre el autor ruso Chejov, que cuenta con un reparto descomunal con nombres como Javier Cámara, Juan Codina, Israel Elejalde y Marta Nieto. Tampoco hay que dejar pasar la adaptación teatral de esa novela imprescindible de Francisco Casavella, El día del Watusi, que lleva a escena Iván Morales en abril en el Lliure de Gracia.
Para terminar, dos recomendaciones imprescindibles. Carlos Marquerie, el gran pintor de nuestra escena, llegará el 23 de mayo con un montaje sobre el libro más oscuro y libre de Federico García Lorca, Poeta en Nueva York. Y, ya en junio, acabando la temporada, volverán Juan Diego Botto junto a Peris Mencheta con un nuevo proyecto, 14.4, obra sobre esos dos mundos separados por el Estrecho de Gibraltar y que contará con el actor Ahmed Younoussi (El Príncipe). Un proyecto que llega tras el gran éxito de su anterior trabajo, Una noche sin luna. Si quieren verla, apresúrense a por las entradas. La obra tendrá su estreno absoluto en Las Palmas de Gran Canaria los días 14 y 15 de junio en el Teatro Cuyás, para luego recaer en las Naves de Matadero a finales de mes.