Ellas ya lo han experimentado, aunque a menor escala, en sus conciertos foráneos. “La respuesta es buenísima. Hay mucha conexión. El público escucha atento, muy cariñoso y luego viene a saludar. El idioma no es una barrera. Aunque no comprendan las letras, sí las pueden tararear y parecen sentir lo que estamos diciendo, lo cual nos flipa” explica Laura Torre (batería), quien atiende en solitario esta entrevista porque sus compañeras, Oihana Herrera (guitarra, teclado y voz), María del Amor (teclado) y Leire Zabala (bajo) se afanan con los preparativos de la manifestación del 8M que se desarrolla la tarde de la entrevista.
Siendo un grupo íntegramente conformado por mujeres, su compromiso con el feminismo es inexcusable. “La mentalidad está cambiando –apunta Laura– estamos mucho más visibilizadas. Hay muchos festivales y programaciones que apuestan por la paridad. Pero también queda mucho por hacer. Echamos de menos presencia femenina en el mundo de la producción, de los estudios de grabación o de los promotores, hombres en su mayoría. Y, conforme avanzas hacia los puestos de responsabilidad, se hace más evidente. Esperamos que vaya cambiando”.
Lo que sí va en buena dirección y a buen ritmo es el lance internacional de las navarras. La diseñadora Ulla Johnson contó con ellas para actuar durante su desfile en la New York Fashion Week en 2020. Un año después eran galardonadas con el premio Music Moves Europe de la Comisión Europea –antes lo fueron Fontaines D.C., Dua Lipa, Hinds o Rosalía– y cuya dotación económica amortiguó el varapalo de la publicación durante la pandemia de su segundo álbum –también de visionario título–, Días raros (2020).
En diciembre pasado Pitchfork reseñaba Ahora con un elogioso 7.7. Y a principios de año saltaba la noticia de que Wilco, la banda norteamericana liderada por Jeff Tweedy, las había incluido entre sus recomendaciones de 2023 junto a nombres como Lana del Rey, The Feelies o Sleaford Mods. “Es un subidón muy grande todo este reconocimiento, Wilco son unos músicos que admiramos y, de repente, te ponen a la vista y dices, ‘ostras, qué pasada’. Pero luego es de eso que, de alguna manera, se siente como lejano y sigues con tu vida normal, la rutina, tus mil cosas”, señala.
Todo empezó relativamente pronto para ellas. Habituales de la efervescente escena que congrega el pub pamplonés Nébula, estas cuatro mujeres se aventuraron juntas el verano de 2016 tras haber militado en distintas bandas, como Río Arga, Ginkas, Delmonos y Panty Pantera. Solo unos meses después se inscribían con éxito en el festival multidisciplinar SXSW de Austin, Estados Unidos. “Llevábamos poquísimo tiempo. Habríamos hecho unos seis conciertos. Y nos cogieron. Estábamos emocionadísimas. Fue la primera experiencia que tuvimos con público de fuera”.
No fue la única. En 2022 se embarcaban en su primera gira europea y ahora arrancan otra que incluye una quincena de ciudades y que ya ha colgado el cartel de “no hay localidades” en las citas de Londres y Berlín. A su regreso será el turno de las salas españolas a través de la iniciativa GPS (Girando por salas), que las llevará durante el mes de mayo a Sabiñánigo (4) Barcelona (10), Tarragona (11), Albacete (17), Murcia (18), Valencia (23) y Castellón (26). Ese mismo mes, participarán en el festival Tomavistas (Madrid). También se ha anunciado su presencia en festivales de verano como el Bilbao BBK Live (julio), Boga Boga Festibala (septiembre).
Parte de esta repercusión se explica por su vinculación al acreditado sello de Chicago, Trouble in Mind (Mikal Cronin, Ultimate Painting), que las distribuye a nivel internacional mientras aquí lo hace Mushroom Pillow. Un fichaje que se remonta a 2019 cuando, tras agotar rápidamente la primera edición de su debut homónimo, Melenas (2017), y llegando incluso a Francia, Estados Unidos o Australia, Bill Roe las contactó por Facebook para pedirles un ejemplar. Y acabó publicándoles los siguientes. “De esas cosas que ni te crees. Es el sello de artistas que nos gustan mucho”, refiere Laura. Pero no solo eso. También respaldan su ideario: “Es un orgullo estar en una discográfica con alma independiente y underground, con esa ética y esa forma de entender la industria. Y, a pesar de ser un sello pequeño, tiene prestigio. En Estados Unidos es referencial. Gracias a eso nos ha conocido gente que nunca hubiéramos imaginado. Por ejemplo, Henry Rollins de Black Flag, que es fan nuestro y que dices ‘¡pero, ¿qué demonios?!’. O lo de Wilco, que también tiene que ver con esto”.
¿Y qué tiene de especial su propuesta para recabar tales atenciones? No poca cosa. Poseen instinto para las melodías, cuentan con una impecable producción y exhiben un reguero de influencias de las que engordan el currículum. Dicen sí a nombres como Broadcast, Yo la Tengo, The Magnetic Fields, Electrelane, Deerhunter, The Jesus & Mary Chain, Aventuras de Kirlian, Exnovios o Family. Y también se identifican, en cuanto a etiquetas, con el jangle pop, el twee pop, el noise, el dream pop, el garaje, el shoegaze, el C86, el kraut pop, el reverbcore y el pop noventero norteño de Xixón y Donosti.
Con todo ello han sublimado una fórmula que, simplificando mucho, es pop de factura electrónica. Un cruce entre la expresividad melódica y vocal de Nosoträsh y los desarrollos retrofuturistas de Stereolab con sus hipnóticos ritmos motorik. Al menos, en cuanto a su último disco. Porque su sonido, en paralelo a la maduración del proyecto, ha ido encaminándose hacia la más frecuente de las transformaciones: el salto de las guitarras a los sintetizadores. En su caso, sin perder el talante más pop de su armazón ni desechar por completo el rasgueo de cuerdas. “Conforme adquiríamos más experiencia y mayores destrezas, también desbloqueábamos ciertas puertas y hemos evolucionado hacia grupos, como puede ser Broadcast o Yo la Tengo, que siempre nos han molado, pero que igual no los teníamos en mente porque estábamos empezando y hacíamos una música, no sé si decir básica, pero sí con lo que teníamos en ese momento”.
Esta metamorfosis –anticipada en un par de cortes de Días raros– se impuso finalmente tras la publicación de Osa polar (2021), una persuasiva adaptación de Eisbär, el hit ochentero de los suizos Grauzone, surgida a partir de una propuesta televisiva. “Nos quedamos contentísimas con su sonido y con lo que habíamos disfrutado haciéndola. Y, además, gustó mucho a la gente. Para el siguiente disco fuimos probando las canciones en el local y cada vez vimos más claro ese cambio”.
En la culminación de este proceso sale a colación su productor, Guillermo Mutiloa, colaborador habitual y pieza fundamental durante la conformación de este nuevo sonido. “Ha sido muy importante. Fuimos con la ventana abierta, teniendo en cuenta que en el estudio podían pasar otras cosas con las canciones. Nos tomamos nuestro tiempo y él aportó mogollón por sus conocimientos de cajas de ritmos, sintes analógicos y herramientas digitales”.
“El tiempo es algo que nos preocupa mucho”, confiesa Laura sobre una de las temáticas inherentes a Melenas. Y emerge especialmente en sus dos últimos trabajos, en los que han pasado de la fascinación por la nostalgia de Días raros a centrarse en vivir el momento –en un sentido más pragmático que optimista– defendido en Ahora. Un eje vertebrador sin premeditación alguna. “Cuando ya teníamos compuestas y escritas las letras del disco nos dimos cuenta de que esa idea estaba en todas las canciones. Que lo único que tenemos es el ahora. El presente es lo único que nos pertenece y, a partir de él, se va construyendo poco a poco el futuro. Es un llamamiento a ser conscientes de ello. Además, a nivel musical, también coincide que tenemos un montón de canciones con secuenciadores, con ritmos muy marcados que se relacionan con esto del tiempo, como el tictac del reloj”.
De hecho, son varios los temas (Ahora, K2, Bang o Promesas) que incitan a deshacerse de lo superfluo y desligarse de todo aquello que nos impide disfrutar del presente. Y el futuro, ni mentarlo. “Supongo que de manera inconsciente esto resulta de una mezcla de cosas: desde la pandemia que hemos vivido a la situación vital que tenemos. Todas somos mujeres que tenemos una media de 40 años. Ya no somos unas chicas. Somos mujeres adultas”.
Este casual hallazgo de la temática que lo hilvanaba provocó que una de las canciones, el solemne mantra psicotrópico de Ahora, se impusiera como título y fuera elegida para abrir el disco. Porque, si bien insisten en que no se trata de una trabajo conceptual, sí asoma cierta concepción clásica de álbum, achacable a la edad de sus integrantes. “Empezamos a comprar música en casete, cedé o incluso en vinilo. Fuimos crías en los 80, cuando todavía se compraban vinilos. Es algo que tenemos muy metido en la cabeza. Y, a día de hoy, aunque muchas veces picoteamos, somos de escuchar álbumes completos. Y sí, nos preocupa mucho el orden de los temas. Entendemos los discos como una obra completa y nos gusta que tengan un sentido y que la escucha tenga una especie de progresión o te lleve de una manera o de otra”.
Sin ser un álbum manifiestamente político, en Ahora sí subyace un ramillete de reivindicaciones de tinte social. Desfilan la dificultad para acceder a un empleo decente sin invertir todo tu tiempo –en una desasosegante Mal–, el elogio de la unión y la sororidad para sortear las balas y avanzar –en la incontestable Bang–, o la resiliencia y la búsqueda de raigambre en nuestros ancestros, en una emotiva La flor de la frontera. “Hablar de manera más evidente de la unión y de reconquistar el tiempo me parece que son temas políticos. Quizá no nos veamos escribiendo unas letras más explícitas en ese sentido. Pero quién sabe. Ojalá nos salieran como a Public Enemy”, concluye Laura entre risas. La palabra “unidad” se repite varias veces durante la conversación. Un concepto a menudo subestimado, usurpado o mal empleado, capaz de encender por sí mismo el motor de una revolución.