Las ocasiones, de Rubén Lardín (Fulgencio Pimentel). Parece ser que el editor de este libro —quien, por cierto, parece ser tocayo de mi tío Fulgen— quería ponerle tan solo como sinopsis que trataba sobre “una persona de Barcelona que se muda a Madrid”. Al final han añadido más texto pero, ojo, que a mí no me parece mala idea, ya que la mayoría de las obras maestras de la literatura se podrían resumir así: “Un tipo chungo se muda a Londres” (Drácula); “Una familia pobretona se muda a la costa oeste” (Las uvas de la ira); o, para El resplandor, “Un escritor frustrado se muda a un extrañísimo hotel”.
El diseño de las cosas cotidianas, de Don Norman (trad. Esther Cruz Santaella; Capitán Swing). Interesante libro que versa sobre la multitud de iconos que nos ayudan a llevar a cabo tareas habituales y sin los cuales no nos podríamos manejar. Por ejemplo, el icono de las barritas de la wifi que nos indica si nos vamos a aburrir o no en la sala de espera del doctor; el icono del solecito que en el parte meteorológico nos avisa de que mañana va a empezar a apretar el calor; ¿los iconos que acompañan a los cartelitos de “tirar” y “empujar” que encontramos en las puertas? Qué va, esos no existen, y por eso ninguno sabemos abrirlas o cerrarlas con dignidad.
Mundo turbio, de Fernando Alfaro (Contra). Fascinante juego el que propone aquí el cantante de Chucho y Surfin’ Bichos por el cual las letras de su nutrido repertorio de canciones alimentan un oscuro bildungsroman sucio e hiriente que me deja con la duda sobre cuán inspirado en su Albacete natal está… Como mi amigo Miguel Alcázar también es de por allí, le he preguntado si resulta verosímil que los niños de esos pueblos se dediquen principalmente a apedrearse, a esnifar pegamento, a herirse con lanzagrapas como Alfaro nos viene a contar, a todo lo cual Miguel me ha contestado esta mañana por WhatsApp con este escueto mensaje: “Sí, sí, es que es tal cual”.
Una, grande y rara, de Servando Rocha, ed. (La Felguera). Yo sé que no debería, porque escribo para elDiario.es y Dios me libre de tenerle simpatía alguna a Aznar, pero… yo qué sé…, es que es ver la portada de esta enciclopedia sobre la España más extravagante y curiosona, esta portada con la fotografía del expresidente disfrazado de Cid Campeador en un castillo de Valladolid, y, no lo sé, se me vienen las lágrimas a los ojos fruto de la nostalgia por una época —la de finales del siglo XX— que, si bien no era mejor que esta, claro está, sí que te daba sorpresas de este calibre que te podían dejar sin respirar.
El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata (Caballo de Troya). Nos cuenta la editorial que esta novela se publicó por vez primera en México en 1979, que escandalizó a la sociedad de la época por sus crudas descripciones de los bajos fondos del país, que fue odiada por los intelectuales e incluso desaconsejada por Juan Rulfo, y que —lo más importante— está protagonizada por un “chichifo”: ¡Chi-chi-fo, qué palabra tan graciosa! No sé ustedes, pero yo la pienso adoptar y empezar a utilizar a diario y para todo, pues total nadie se va a enterar de que en realidad significa “prostituto gay”, aquí en Ciudad Real.
Cecilia 2, de Eduardo Bravo (Lengua de Trapo). Nueva entrega de la magistral colección Cara B a la que nos tiene enganchados Lengua de Trapo (ellos, tan musicales, a lo mejor se refieren a sí mismos como la Lengua Trapera del Río, no lo sé), en esta ocasión el sujeto de estudio una Evangelina Sobredo que para producir su segundo álbum se tuvo que enfrentar a la censura, a su propia discográfica y a la expectación de sus fans, quizás de una manera muy parecida a la que yo he tenido que luchar contra los jefes de elDiario.es para que hoy pudiese ver la luz esta también segunda parte de “Las novedades de Germán”.