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Más de 100 festivales de música cancelados, ¿se ha pinchado la burbuja?
Alguno de lo más veteranos llevaba activo desde 1965.

Son demasiados festivales suspendidos en una sola temporada como para no advertir una tendencia. En Holanda suman sesenta, aunque según informan los medios locales este mismo año han nacido otros treinta festivales. En Reino Unido se empezó hablando de 40, pero ya son más de 50. Esta cifra dibuja una curva devastadora: en los últimos cinco años han desaparecido más de 180 festivales británicos. Casi un centenar cayeron durante la pandemia, pero en 2023 se cancelaron otros 36, una cantidad ampliamente superada este año. Nadie se atreve a extraer conclusiones, pero en Reino Unido ya se han organizado alianzas entre festivales para reclamar ayudas a las administraciones públicas.

Los motivos de esta oleada de cancelaciones son tan variados como las músicas que se programan en ellos. Algunos eventos zanjan el tema aduciendo “motivos inesperados”. Otros reconocen que la escasa venta de entradas impide que el negocio sea rentable. Los hay que cancelaron tras perder al artista estrella y no encontrar sustituto. Y muchos justifican la decisión en un aumento de los costes de producción que no se atreven a repercutir en el público subiendo el precio de las entradas. En Reino Unido, el período de tres años durante el que se rebajó el IVA de las entradas del 20% al 5% toca ya a su fin; un obstáculo evidente de cara al futuro. En Holanda se añade otro factor: las nuevas exigencias medioambientales del gobierno que se aplicarán en 2026 y obligarán a los promotores a invertir más tiempo y dinero si quieren obtener los permisos. Festivales como DGTL y Open Air lo consideran una traba insalvable a corto plazo.

Edición del Melt Festival de 2018 Edición del Melt Festival de 2018

En Francia hay un motivo muy conyuntural que ha forzado la cancelación de varios festivales este verano: los Juegos Olímpicos de París. En 2022 ya se anunció que, por motivos de seguridad, los grandes festivales programados entre el 11 de julio y el 18 de agosto que necesitasen la movilización de fuerzas de seguridad deberían cancelarse o cambiar de fechas porque toda la policía, gendarmería y personal de vigilancia estaría destinado a los eventos de cita olímpica. Summer Vibration, Pointu, Lollapalooza París y Montjoux ya renunciaron a celebrar su edición de 2024. También la mayoría de festivales franceses programados entre el 24 de agosto y el 8 de septiembre que requieran de refuerzos policiales deberán suspenderse al coincidir con los Juegos Paralímpicos.

El portal especializado en festivales Music Festival Wizard ha creado una página con todos los festivales que han anunciado su final al tiempo que investiga el incierto futuro de otras citas como el neoyorquino Electric Zoo. En la lista aparece el español Cala Mijas, aunque no el Boombastic que iba a celebrarse en Port Aventura (Tarragona) ni el Air Music Fest de Getafe, suspendido a una semana de abrir puertas. Habrá que esperar unos meses para comprobar si la tendencia es similar en España. Lo cierto es que pocos festivales han colgado el cartel de entradas agotadas. Este año están siendo más habituales los carteles de “sorteamos entradas”, “descuento de última hora” y “promoción 2 x 1”.

Comprar 80 festivales

En este contexto, el fondo inversor estadounidense KKR (Kholberg Kravis Roberts) acaba de adquirir Superstruct Entertainment, el gigante del ocio musical fundado por el empresario británico James Barton, antiguo responsable de la división de música electrónica de la multinacional Live Nation. El lote de acciones de más de ochenta festivales adquirido por Superstruct en apenas seis años, gracias al respaldo económico del fondo inversor Providence Equity Partners, pasa así a las manos del fondo neoyorquino KKR en una operación valorada en 1.308 millones de euros. Eso significa que con una sola firma, una veintena de macrofestivales españoles, que durante años han recibido notables inyecciones de dinero público, han cambiado de dueño estadounidense. Entre ellos, destacan Sónar, Viña Rock, Resurrection Fest, FIB, O Son do Camiño y Arenal Sound.

El productor y Dj francés Laurent Garnier en el Sónar 2024. El productor y Dj francés Laurent Garnier en el Sónar 2024.

Superstruct es actualmente el mayor competidor de Live Nation en el circuito festivalero mundial, pues también también posee exitosos macroeventos europeos como Sziget (en Hungría), Tinderbox (en Dinamarca) o Wacken y Parookaville (en Alemania). Según fuentes del sector, el fondo inversor Blackstone también había considerado la posibilidad de adquirir Superstruct Entertainment en un momento en el que pujaba por adquirir el catálogo de canciones Hipgnosis Song Fund, que aglutina los repertorios de Shakira, Neil Young y Red Hot Chili Peppers, entre otros. Esta semana se ha confirmado que la oferta definitiva queda fijada en 1.476 millones de euros. La música en vivo y los derechos de autor son los sectores más lucrativos de la industria musical y, por lo tanto, los que llevan años despertando más interés en los fondos de inversión.

En los últimos meses, algunas voces del sector han alertado sobre los efectos que puede traer consigo la progresiva concentración del negocio musical en pocas manos. Fondos de inversión como Providence, Blackstone y Silver Lake también está comprando acciones de las principales agencias de contratación de artistas y de grandes recintos donde celebrar conciertos. Son movimientos en las altas esferas del negocio de la música en directo que contrastan con las dificultades que están teniendo muchos festivales para cuadrar sus balances económicos tras la euforia festivalera mostrada por el público tras la pandemia.

La burbuja explotará… o no

Hace más de quince años que se empezó a hablar de una burbuja de festivales y cada verano se reactiva el debate sobre si esta explotará o no. La oleada de cancelaciones de este año invita a pensar que sí, pero el creciente interés de los fondos inversores apunta en la dirección contraria. Pudiéramos estar ante dos caras de una misma moneda. Los fondos inversores están apostando por los eventos más sólidos y las empresas con más festivales para que su inyección económica les permita sostenerse con más holgura mientras los eventos más frágiles se ven desplazados y finalmente colapsados en un momento de sobreoferta. De ser así, la burbuja de festivales explotará, sí, pero solo para barrer a los más débiles justo cuando los festivales más poderosos ya estarán en poquísimas manos. Manos de inversores que no proceden del negocio musical sino que llegaron a él oliendo la oportunidad de lucrarse rápidamente aun a riesgo de devastar el sector. 

El empresario británico Tim Chambers, con más de cuatro décadas de experiencia en el negocio de la música en directo y la venta de entradas, publicaba una columna de análisis meses atrás en la revista inglesa IQ donde afirmaba que “la estrategia del capital privado es aumentar el volumen de los eventos ampliando su alcance territorial y mejorando el entorno donde se celebran para luego extraer más beneficio del público a través de paquetes con valor añadido y precios dinámicos”. Se trata, como en cualquier otro sector de la economía, desde la industria textil hasta la alimentaria, de reventar la oferta, aniquilar al competidor y, a partir de ahí, establecer las nuevas condiciones sin apenas oposición. Como reza el refrán: a río revuelto, ganancia de (fondos) inversores.

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