No es alguien que ha aprendido un texto para recitarlo de memorieta.
Quien nos pide a los espectadores que cambiemos la mirada, que cuando nos cruzamos con alguien de otro país recordemos todo lo que se nos ha contado en la emocionante obra de teatro, es una persona que sabe de lo que habla. Un niño que con tres años vagaba por las calles, que con menos de diez había intentado cruzar siete veces la frontera para buscar una vida digna. No venía a robarnos los empleos. No venía a amenazar a nuestras mujeres. No veía a hacer ninguna cosa que la extrema derecha, y ahora la derecha, dicen que viene a hacer a España.
Es imposible que alguien escuche a Ahmed Younoussi en 14,4 y no se sienta no solo emocionado, sino avergonzado. El actor —que triunfó con la serie El príncipe y que luego ha vivido también el racismo de la industria— interpreta el texto que ha escrito Juan Diego Botto, pero que se basa en toda su vida desde que huyó de los cinturonazos de sus padres hasta que llegó a España siendo un niño. Lo hizo en los bajos de un camión, jugándose la vida.
Viendo la obra de Peris-Mencheta uno no puede dejar de pensar en las declaraciones que horas antes había hecho el PP en boca de su portavoz parlamentario Miguel Tellado, donde reclamaba al Gobierno que desplegara barcos militares de la Armada para impedir que llegaran migrantes a Canarias. El partido de Feijóo asumía de pleno el argumentario de la extrema derecha, criminalizaba a los inmigrantes y pedía que el Ejército prohibiera la llegada de extranjeros. Como si ellos fueran el peligro. Como si tuviéramos que protegernos de gente que solo busca esperanza.
Al señor Feijóo, y a Tellado, les invitaría a que fueran a ver 14,4 al teatro. Creo que es imposible que si alguien escucha la historia de Younoussi pueda decir semejante barbaridad. Que a alguien que con seis años perdió su infancia, se jugó su vida y tuvo que mendigar para sobrevivir le digan a la cara que la solución que proponen es poner a la Armada impidiendo su entrada a otro país. Ojalá Ahmed Younoussi mirara a los ojos a Feijóo y le dijera esa línea final. “Si alguna vez se encuentra con alguien como yo, de otro país, piense en mi historia”. Que un país como España, cuyos ciudadanos tuvieron que huir en la Guerra Civil y en la dictadura, que también tuvieron que buscar en otros lugares una vida mejor, se permita ver cómo miles de personas mueren en esos 14 kilómetros de distancia es un insulto a nuestra memoria y a nuestra humanidad.
Si alguna vez se encuentran con uno como yo, llegado de otro país, sepan que ahí, detrás de esos ojos, hay una historia que, en unos pocos años sobre la Tierra, contiene muchas vidas
La obra de teatro es un sopapo de realidad. Y aunque hay algunos que necesitan verla de manera más urgente, es un tirón de orejas para todo occidente, también para los que no quieren desplegar las fuerzas armadas pero miran para otro lado cuando la gente muere a escasos metros de nuestro país. El texto subraya la hipocresía europea. Los buenos sentimientos y las palabras vacías frente a los actos que muestran que, en el fondo, nadie quiere cambiar nada.
Ante la tela donde se proyectan imágenes durante la función aparece la foto de Aylán. Ahmed Younoussi pregunta a la gente si se acuerdan de él. De su nombre. Casi todos lo hacen. Aquella imagen, la de un niño de tres años muerto en la costa de Turquía abrió todos los telediarios y periódicos en 2015. Ha pasado casi una década. No ha cambiado nada. “Iba a ser el último, iba a despertar la conciencia de Europa. Se ve que Europa padece narcolepsia”, dice el actor.
Pronto nos olvidamos de Aylán. Puede que los líderes de Europa nunca quisieran cambiar nada, porque hacerlo significa cambiar un sistema económico del que todos viven. “Que no vengan, pero que vengan sus recursos. Queremos sus minerales, sus diamantes, su coltán, sus peces, sus frutas. De ellos podemos prescindir”, dicen en la obra.
Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta han escrito y dirigido, respectivamente, '14,4'No se quiere aceptar que somos culpables de la situación que les fuerza a venir aquí. Una situación que comienza en la colonización (otro tema espinoso para la derecha, que niega que España tuviera colonias) y que continúa con la explotación económica y la venta de armas a los países de donde huye la gente pero luego no queremos acoger a sus ciudadanos: “Al final la cosa es un círculo vicioso. Me llevo tus recursos, tu país se empobrece y la gente empieza a salir de allí. Entonces le doy dinero a tu presidente corrupto para que se líe a cinturonazos con los que se quieren ir. Si el presidente de turno sale rana me encargo de apoyar un candidato que se vaya a portar bien con nosotros”.
Una hipocresía que sigue cuando se enseña el mapa de los países que reciben dinero de Europa para controlar las fronteras. Argelia, Túnez, Libia, Marruecos, Mali… Al final, como dicen en 14,4, “es más fácil que en Europa entre un kilo de coltán a que entre el niño que trabaja en la mina esclava que lo produce”. Nunca Feijóo diría que hay que desplegar la Armada para que no entre el coltán en España, pero sí para impedir que los que han sido explotados en su extracción, o afectados por las guerrillas de la zona no entren. Quizás es pedir demasiado al líder del PP ir a ver una obra de teatro escrita por uno de esos “subvencionados” del cine español —otro mantra falso alimentado por la derecha—, pero cuesta creer que si alguien mira los ojos azules de Ahmed Younoussi pueda volver a pensar en las personas migrantes como problemas y no como seres humanos.