La lista de actrices que fueron fagocitadas por la industria es eterna, y muchas acabaron en el ostracismo absoluto. Pero los tiempos han cambiado, y el cine vive un momento en el que hay una revisión, gracias a la nueva ola del feminismo de los últimos años, hacia cómo se trata el cuerpo de las mujeres en el cine y en intentar buscar bellezas y figuras no canónicas como protagonistas.
Es curioso que este año hayan coincidido tres películas -y ojo, las tres dirigidas por mujeres- que rescatan a estrellas que sufrieron dicha presión, y que incluso la integran en sus tramas. En Cannes se vio La sustancia, el filme de Coralie Fargeat que recupera a Demi Moore como una estrella de un programa de aeróbic que es sustituida por, literalmente, una versión joven de sí misma. En Venecia estuvo Babygirl, que aunque plantea si la sumisión puede ser una práctica feminista cuenta con una Nicole Kidman a la que se ve poniéndose bótox y recibiendo las bromas de sus hijos por ello.
Ahora, en San Sebastián, ha sido el turno de Pamela Anderson. La jugada aquí es más arriesgada todavía, porque ella nunca fue una estrella de Hollywood tal cual, sino más una celebrity a la que la parte más baja de la industria explotó su cuerpo para venderlo como reclamo en subproductos como Los vigilantes de la playa, Barb Wire y numerosas portadas de revistas para adolescentes con las hormonas desatadas.
Pamela Anderson en 'The last showgirl'Ella es la protagonista de The last showgirl, el filme de Gia Coppola, la nieta del director de El Padrino que bebe más del estilo de su tía Sofía que del de su abuelo para contar la historia de una cabaretera de un show de Las Vegas que se enfrenta al cierre del espectáculo en el que baila. Ella es Pamela Anderson, que venía desde Toronto envuelta en piropos por su interpretación y hasta peticiones de una nominación al Oscar. Anderson está más que correcta en este papel, sí, pero lejos de ofrecer un trabajo que merezca la atención de los premios.
Es digno de alabar que Coppola haya ofrecido este perdón en forma del mejor papel de su vida, y que ella se entregue mostrando facetas y registros desconocidos hasta ahora, pero el filme no pasa de una anécdota. Es una película bonita y correcta cuyo principal acierto es la dignidad, el cariño y la empatía con la que mira a su protagonista. No la juzga, no la envuelve en un miserabilismo trágico, sino que la mira a los ojos, y eso no es tan fácil.
A su lado en el filme se encuentra Jamie Lee Curtis, divertida como otra bailarina de Las Vegas a la que también juzgan por su físico y su edad. Un papel de esos que encanta a la actriz en esta última etapa, ya que la permite lucirse con un toque mamarracho -ese Total eclipse of the heart es la mejor muestra- tan efectivo y que tanto gusta a la gente.
Me he perdido algunas décadas. De ‘Los vigilantes de la playa’ a Playboy, es como si no recordara lo que ha pasado en medio
Pamela Anderson se convirtió en la estrella de la última jornada del festival, y aunque no fue especialmente crítica con Hollywood sí que confesó que pensaba que a estas alturas ya no iba a poder demostrar su talento. “Me he perdido algunas décadas. De Los vigilantes de la playa y Playboy hasta ahora es como si no recordara lo que ha pasado en medio. Ha sido una bendición que llegara este proyecto, nunca es demasiado tarde. Yo estaba en el jardín haciendo mermeladas cuando me llamaron. Siempre he sabido que era capaz de hacer mucho más y pensé que quizás esta era la única oportunidad de hacer un papel así, pero ahora, a mi edad, sé que puedo hacerlo”, dijo en la rueda de prensa del filme.
Anderson explicó que en su carrera había dudado de sí misma y de los demás muchas veces, y que por eso este papel le sorprendió: “Me encantó el papel, es algo que me pilla de cerca. Cuando leí el guion, me sorprendió, nunca me habían ofrecido un papel como este y estaba muy emocionada. Me atraía la relación de madre e hija, y también cómo se gestionan tus sueños en este negocio. Tomé experiencias que he vivido en mi carrera, con mis hijos, en mi carrera”.
Un personaje con el que se identificó desde el primer momento y que construyó basándose en su “experiencia personal y tratando de encontrar formas de resumir toda la vida, que es casi imposible de articular, por la que pasé, ya sabes, desde Playboy hasta Los vigilantes de la playa”. “Estoy muy agradecida de haber tenido esta experiencia, porque siempre supe que era capaz de mucho más. Creo que simplemente no tenía nada que perder. Y me sentí tan atraída por este proyecto porque pensé que esta podría ser la única oportunidad de poder hacer algo así. Así que realmente me inspiré en la experiencia y en todas mis experiencias: mis matrimonios, mis hijos, mi vida, mi carrera… así es cómo funcionó. Ha sido adictivo y divertido”, añadió.
A sus 57 años sabe que su carrera “trató de lo físico”, pero también ha aprendido a “no ser definida por lo que la gente dice”, sino por lo que ella hace. “He aprendido a tener pasión, a no amargarme, a no cansarme, a encontrar alegría en el proceso, en la vida y en este negocio. Ese es otro rasgo que me unía al personaje”. También dejó una interesante metáfora sobre cómo veía Las Vegas: “Durante el día es como una mujer sin maquillaje. Es más vulnerable, más revelador y más íntimo”.