“Una imagen puede transformar tu vida pero no lo sabes. Las emociones tienen una relación con el inconsciente y las imágenes poéticas pueden ser un medio para entenderlo: ¿qué hay en mi memoria?, ¿cuál es mi deseo?”, explica el comisario de la muestra y filósofo francés Georges Didi-Huberman. En realidad, la muestra es un ensayo de este teórico de la semiótica visual, “una exposición de un francés sobre la España emancipadora”. Para difundir su idea sobre el arte como activador de revolución personal y social ha desplegado casi 300 obras, entre pinturas, esculturas, instalaciones, fotografías o películas de 140 artistas, variados y sin aparente conexión como Goya, Dalí, Picasso, Goethe, Víctor Hugo, Miró, Passolini o Rodin.
Lado a lado pueden compartir una misma pared un montaje fotográfico de Bertolt Brecht y una secuencia cinematográfica de Béla Tarr, las coreografías del bailaor Israel Galván como un grabado de Goya. El hilo conductor aquí es las emociones que pueden despertar una imagen y su posterior conmoción, entendida como una concatenación de sensaciones que afectan a un conjunto, un entorno y sus relaciones. “La pregunta que planteo no es saber si las emociones son buenas o malas, sino el uso que les damos. Una imagen de propaganda es una imagen que produce una emoción captura pero esta, por ejemplo [señala una de las fotografías de la serie Una vez y no más de Corinne Mercadier], es más ambigua, pone una pregunta que es hipotética, poética, abre nuestra mirada y, cuando se abre, también lo hace un pensamiento emancipador”, dice Didi-Huberman.
La imagen de Corinne Mercadier 'Une fois et pas plus' (Una vez y no más)Para desarrollar su tesis, el también historiador de arte francés ha dividido la exhibición en siete capítulos: infancia, pensamientos, caras, gestos, sitios, políticas e infancias. El leitmotiv es la obra de García Lorca que atraviesa todas las salas con sus manuscritos dibujos o fotografías. La primera y última parte están ambas dedicadas a la primera fase de la vida humana: la niñez. Así, la exposición se abre con una Ana Torrent niña en una secuencia de La colmena de Víctor Erice, chavales sentados en la calle Peironcely de una bombardeada Vallecas capturada por Robert Capa o la mirada atónita, curiosa y desconfiada de un niño que ve una obra de teatro, retratado en el corto Diez minutos más viejo de Herz Frank.
Fotografía de Robert Capa 'El barrio madrileño de Vallecas'“La pregunta en un museo o en cualquier institución cultural es cómo miramos. García Lorca tiene una respuesta y es magnífica: necesitamos mirar con ojos de niño y pedir la luna”, asegura Didi-Huberman. El segundo capítulo, 'Pensamientos', refleja cómo el ser humano ha querido explicar y comprender las emociones y cómo se evocan. Se exhibe desde un ejemplar de La expresión de las emociones en el hombre de Charles Darwin, hasta un estudio de las expresiones del ojo realizada por José García Hidalgo. Dialogan en esta parte, a través de documentos y ensayos filosóficos, las teorías de Descartes con la de Kant.
'Valencia' de Henri Cartier-BressonEn rostros, se recogen los intentos de transformar en materia plástica el abanico de expresiones que puede producir una cara. Están los estudios de cabeza de Alberto Giacometti, la escultura Máscara de Montserrat gritando de Julio González o dos piezas, en cera, ásperas y poco definidas, que Medardo Rosso moldeó de la cabeza de su hijo. Pero las emociones no solo utilizan el rostro como vehículo, también se exteriorizan en el lenguaje corporal (las manos, los cuerpos danzantes), la base del capítulo 'Gestos'. En él, aparecen los histriónicos movimientos de la bailarina alemana, pionera de la performance, Valeska Gert, retratada por Suse Byk. La gestualidad involuntaria, asociada a la locura o la experimentación con sustancias psicotrópicas, también se incluye con obras de Antonin Artaud o Dalí.
Una imagen del corto 'Diez minutos más viejo' de Herz FrankEl lado más abstracto e inconcreto de En el aire conmovido es el capítulo dedicado a los 'Sitios'. No solo por acoger piezas de Miró o Lucio, sino por el concepto que Didi-Hubermann tiene del espacio: “Lugares alterados por el elemento trágico de la emoción humana, impregnados de emociones y deseos”. De lo irreal se pasa a lo tangencial y puntual por medio de la sección 'Políticas'. La emoción de una imagen puede convertirse en generador de movimiento social, de rechazo de masas, como prueban los grabados de la guerra de Goya, las fotografías de velatorios de Julio Ubiña o el documental La rabia de Pier Paolo Passolini. “En esa película tenemos dos temas conjuntos: el luto de las mujeres de los mineros muertos por una explosión de gas y la explosión de la bomba atómica”.
El filme de Passolini conecta con la última sala, que vuelve a las infancias, pero de manera más cruda y visceral. Se cuelgan dibujos de los niños supervivientes de Hiroshima junto al de otros menores sirios refugiados. Uno de estos últimos dibuja una serie de bombas cayendo a una familia, el rostro de uno de ellos traza pequeñas lágrimas. Es la mirada de un niño transformado por una imagen, al igual que aquel que ve la luna en el Romance de la luna de García Lorca.