El riesgo no es estrellarse contra algún guijarro de proporciones descomunales, o comerse el tronco podrido de un árbol vencido por la nieve; el verdadero peligro es dejarse llevar por una de las muchas salidas laterales que tiene su poderoso y torrencial discurso y acabar la entrevista en un punto ciego desde el que sea difícil retomarla y formular la siguiente pregunta.
Así pues, sorteando el cañón de ideas que fluyen de la boca de este novelista y periodista catalán, cronista del ambiente periférico y obrero del sur de Barcelona, concretamente de la comarca del Baix Llobregat, donde ambienta también su nueva novela, Dick o la tristeza del sexo (Anagrama, 2025), conseguimos transitar por el cauce principal de la conversación y que así Amat nos cuente qué ha buscado con esta nueva entrega, una hilarante –y muy bien construida pero también profundamente perturbadora– historia de iniciación al sexo y a la vida.
¿Qué le motiva escribir una novela de adolescentes en la era del porno analógico que fueron los 80?
En realidad la cosa surgió más bien por casualidad, porque yo estaba escribiendo un libro a rebufo de los coletazos que daban en mi cabeza los libros anteriores. En ese contexto empecé a escribir una novela criminal proletaria, un poco en la misma geografía y en un ambiente similar al de Revancha [su anterior novela, publicada en 2021]. En esa novela había una aparición, una especie de sicario alopécico al que los lacrimales le lloraban constantemente. Además, tenía una madre que pasaba de él y mostraba algún conato de zoofilia.
Y fue allí donde empecé a pensar en Franki [el protagonista] y su despertar sexual. Pensé, además, que escribir esa historia era mucho más grato que escribir el libro que estaba pergeñando. Tenía, adicionalmente, muchísimas más posibilidades de profundidad, de entretenimiento, de diversión y de encarar temas y situaciones nuevas que no había tocado hasta ahora. Entonces cambié: cancelé el primer proyecto y empecé otro que tentativamente se llamó Semen.
Semen, muy explícito...
Luego cambié el título a Dick o la tristeza del sexo para que la gente no lo confundiera con un manual de planificación familiar [risas]. Aunque, de hecho, me he enterado que hay un tebeo infantil que se llama Semen explicado a los niños, que es algo que ni en mis sueños más delirantes me podría imaginar que alguien hubiera escrito.
La novela se mueve en el Sant Boi de mediados de los 80 del siglo pasado. ¿Qué ha tomado de su paisaje biográfico para cimentarla?
Mi paisaje sentimental es el del Baix Llobregat, eso está clarísimo en esta novela. Aunque casi todas mis novelas están ambientadas allí de uno u otro modo, a veces de forma semivelada, a veces de forma supergráfica y patente, como es el caso, usando nombres reales de calles y el nombre de mi pueblo, Sant Boi. Porque, por ejemplo, en Rompepistas (Anagrama, 2009) se llamaba “El Pueblo”, pero todo el mundo lo reconoció.
Mi infancia y mi adolescencia son las partes que eminentemente nutren todo lo que hago, tanto la parte traumática como la parte exótica, la emotiva o la sentimental
No recuerdo quién dijo que quien conseguía sobrevivir a la infancia y la adolescencia ya tenía material para una carrera literaria entera. Yo así lo creo. Y en este sentido, para mí, mi infancia y mi adolescencia son las partes que eminentemente nutren todo lo que hago, tanto la parte traumática como la parte exótica, la emotiva o la sentimental. Todo nace un poco de la infancia e imagino que Dick está impregnado de mis vivencias. No fue premeditado, pero cuando empecé a situar la trama en Sant Boi y creé al nuevo personaje que es Franki Prats, inevitablemente todos mis referentes saltaron a la novela, porque además sucede en 1985, cuando yo tenía la edad del adolescente que es Franki.
Se trata de una novela de educación sentimental, pero también habla del abandono y los abusos...
La novela es claramente una novela de formación, pero con una motivación claramente antiheroica, más bien tragicómica y huyendo de todo tipo de sentimentalismos o lamentos, porque eso no va nada con mi estilo, es algo que detesto profundamente. Franki es un antihéroe que pasa por diferentes pruebas y peripecias para entrar en la edad adulta, y está claro que las cosas que le pasan son un reflejo claro de la mierda de situación sexual que vive, exigido por las expectativas de hombría delirante que se le imponían a un chico de 14 años en la época.
Kiko Amat durante la entrevista en la oficina de la editorial Anagrama, en BarcelonaEl suyo es un trauma derivado de la completa desinformación que existía entonces; Franki es un perfecto ignorante en todo y nadie le ha explicado nada de lo que sucede cuando se despierta al sexo, a las pajas y al deseo. Y todo esto sucede además en el mundo familiar de Franki, que es un mundo abusivo y sórdido, terrible. Y encima toda esta miseria sexual y esta ignorancia le hace sentir inferior o, si quieres, menos hombre, porque existe, todavía hoy, una especie de caricatura grotesca e inaccesible de lo que representa ser un hombre heterosexual.
El libro está escrito en clave humorística, pero tiene un trasfondo, como usted mismo reconoce, terrible. ¿Era imprescindible esa clave de humor para que la historia no se convirtiera en un relato demasiado duro?
Sin duda. Utilizo mucho el humor en mis novelas porque ayuda a digerirlas. La historia de Franki sin humor resulta descorazonadora, un puñetazo en el estómago. Pero es que además el humor la redime en cierto modo. Vengo de un pueblo con mucha inmigración histórica, mucha clase obrera con serias dificultades; es el entorno donde me he criado, donde he hecho amigos de infancia y adolescencia, y en esos ambientes donde el infortunio era frecuente, el modo de exorcizarlo era contar a los demás lo que te había pasado con humor, riéndote de ti mismo, aunque la desgracia fuera terrible. El caso es que cuando lo contabas, ya empezaba a doler menos. De ahí creo que he tomado este humor que creo que es diferente a otras cosas que puedes leer.
Para los hombres que fuimos adolescentes en aquellos 80, el personaje de Franki es bastante reconocible. ¿Cree que las mujeres pueden reconocerse igual?
Algunas de las personas que han leído los borradores me comentaron que el personaje parecía un tarado, con esa fogosidad que le lleva a hacer las cosas más grotescas, pero yo creo que no es así. Al contrario, creo que recoge todas las inquietudes de una sexualidad reprimida e ignorante que está explotando. Vale, tal vez el personaje es un pararrayos que aglutina todas las locuras que pueden pasarle por la cabeza a un adolescente que despierta al sexo, pero estoy seguro de que a todos se nos pasó en su momento por la cabeza no digo totas, pero sí alguna de ellas.
En cuando a las mujeres, yo creo que sí se pueden sentir identificadas; también despiertan al sexo en la adolescencia y aunque su problema no fuera tanto tener acceso a los chicos, sí sentían la represión, incluso más que los hombres, y corrían muchas veces el riesgo de ser utilizadas o quedar embarazadas sin saber a veces ni cómo, porque la desinformación reinante era bestial.
Franki sublima su ímpetu en un alter ego literario que es un héroe fornicador, Dick Loveman, un poco como un Don Quijote de las fantasías sexuales...
Desde luego, Dick Loveman, la invención de Franki, proyecta todo lo que él desearía ser, esto es la hipermasculinidad sexualizada a la máxima potencia. Dick encarna la masculinidad y la hipersexualidad de los actores de películas porno y, por tanto, hace todo lo que él sueña con hacer, que son cosas delirantes. Él cree que eso es lo que debe hacer un hombre de verdad, auténticas proezas absurdas y excesivas.
Dick encarna la masculinidad y la hipersexualidad de los actores de películas porno y. por tanto hace todo lo que el sueña con hacer, que son cosas delirantes
¿No es un poco lo que les sucede a los chavales de hoy en día que acceden al porno?
Sí, porque el mito del supermacho sexual pervive en ese acceso sin filtros al porno. Y ello a pesar de que hoy en día hay mucha más formación e información en torno al sexo. Pero se creen ese relato igual que lo hacían los chavales de los 80 con los VHS del videoclub, los Lib o los Private [revistas de desnudos y consultorio sexual]. En el libro incluyo anuncios que se publicitaban en ellas y que son totalmente hilarantes: contactos o venta de productos. Pero si estaban era porque la gente los creía, les hacía caso.
En una entrevista con elDiario.es en 2021 cargaba contra lo que usted llama “la izquierda progre clasemediera”. ¿Es el padre de Franki una nueva muestra de ese colectivo?
Sin duda lo es. El padre es el clásico hombre de letras con veleidades falsamente progresistas que, en realidad, solo busca conseguir un cierto poder; situarse en un cierto entramado de poder cultural o político. Es un ser pomposo, vanidoso y completamente desprovisto de talento, un palanganero de una cultura que se pretende seria y solemne, pero en realidad es rancia y aburrida. Es peor, incluso, que su hermano Jesús, el tío de Franki, que al fin y al cabo es como es por problemas de salud mental. Creo que es el peor personaje de todos.
Creo que soy la persona que ha juntado más sinónimos de pene en una sola novela en la historia de la literatura
Finalmente, hay un aspecto estilístico que llama la atención y es un cierto lenguaje pretendidamente arcaico e hiperbólico para las partes del texto que hacen referencia a las cuestiones sexuales.
Creo que soy la persona que ha juntado más sinónimos de pene en una sola novela en la historia de la literatura [risas]... y cuando se me han acabado, he tenido que usar palabras que no tienen realmente ese significado. Hablando en serio, el uso del lenguaje al que refieres pretende un cierto alejamiento de la historia, como si se narrara desde el Siglo de Oro, por ejemplo, con la intención, de nuevo, de tomar distancia con las vicisitudes de Franki y acentuar el humor. Lo último que quisiera con Dick es que la gente la tomara, como te he dicho, una novela sentimental o lastimera.