Back to Top

Y el Oscar es para… Donald Trump
“Este instinto de humillar cuando es utilizado por alguien en una plataforma pública por alguien poderoso llega a la vida de todos. La falta de respeto incita a la falta de respeto. La violencia incita a la violencia”, dijo refiriéndose a la burla de Trump hacia un periodista con una discapacidad física.

La gente aplaudió. Hollywood le había declarado la guerra a Trump durante toda la campaña y allí estaba una de sus grandes estrellas. La, para muchos, mejor actriz de la historia usando su discurso para plantarle cara. Por supuesto, Trump contraatacó y dijo que Streep era una actriz sobrevalorada. Un mes después de su toma de posesión, el 27 de febrero, los Oscar se convirtieron en un hervidero político contra el presidente. Desde el monólogo de Jimmy Kimmel, a las apariciones de Gael García Bernal o de Asghar Farhadi. La gala no pudo evitar alzar la voz ante la llegada de una de las figuras más peligrosas de la política reciente.

Han pasado ocho años desde aquello. Entre medias, otro presidente, y el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Pero poco tiene que ver aquella ceremonia con la que ha tenido lugar en esta ocasión. A pesar de que la llegada de Trump ha sido más ruidosa y violenta. A pesar de que en apenas unas semanas haya atacado a la comunidad trans, a los migrantes, a las mujeres, a Ucrania y a Palestina, los Oscar prefirieron callar.

El cómico y presentador Conan O'Brien fue registrado este domingo, 2 de marzo, durante la gala 97 de los Premios Óscar, en el TeatroDolby de Hollywood, en Los Ángeles (CA, EE.UU.). EFE/Allison Dinner El cómico y presentador Conan O'Brien fue registrado este domingo, 2 de marzo, durante la gala 97 de los Premios Óscar, en el TeatroDolby de Hollywood, en Los Ángeles (CA, EE.UU.). EFE/Allison Dinner

Además de Anora y de Sean Baker, el otro ganador de los premios de la Academia de Hollywood fue Donald Trump, que pudo ver la ceremonia desde su casa, tranquilo, sin ataques, sin nadie que le pusiera la cara colorada. Sin nadie que le dijera que sus políticas son racistas, reaccionarias y nos dividen. Solo los directores del documental No Other Land, que muestra la ocupación israelí en Cisjordania, dijeron que las políticas de EEUU apuestan por la “limpieza étnica” en Palestina. No exageran. Trump quiere convertir la franja de Gaza en un resort de lujo.

Eso sí, ni una vez se oyó el apellido. Trump ha pasado a ser Voldemort, el villano de Harry Potter, el que no debe ser nombrado. Los Oscar decidieron callar justo cuando estudios como Disney, Amazon o Paramount ya han anunciado que recortaran sus programas de diversidad como pide el presidente de EEUU. Los señores que producen cine han hincado rodilla ante las medidas conservadoras de Trump, y la ceremonia hizo lo mismo. Solo hubo una mención (sin nombre) en todos los monólogos de Conan O’Brien y fue suave. Nadie quiso molestar. Nadie quiso enfadar. No quisieron un tuit en directo.

Qué pena ver que un colectivo que hace años clamó contra la poca diversidad de la propia Academia, que alzó la voz pidiendo igualdad salarial para las mujeres, que habló de machismo en sus discursos, haya pasado de puntillas en un año tan crucial. Parecía que fuera del Dolby Theater no pasara nada. Podía ser una gala del año 2025 como de 2012, porque nada de lo que se dijo dentro plasmó el sentir ante una situación tensa, agresiva y que asusta. La misma Academia, la misma industria que hace dos años pedía ayuda a Ucrania calló ante el bullying al que sometieron a Zelenski su presidente y su vicepresidente apenas unos días antes. Algo ha cambiado en Hollywood, y no es para bien.

El cine debe poner el foco en lo que ocurre en el mundo, y los miembros de su industria también. Su altavoz privilegiado es importante, se escucha e influye. En un momento donde los youtubers de extrema derecha adoctrinan a los jóvenes es necesario e importante que gente como Ariana Grande hable claro y se note que es referente para millones de niñas.

¿De verdad nadie de los ganadores está preocupado por lo que pasa en su país y en el mundo? Se siente el miedo. Miedo a que les señalen, a que las políticas de Trump les afecten. O incluso, a que como ocurre en España, la derecha la tome con ellos. Allí no podrán decir ese falso mito de los subvencionados, pero crearán otro. Al menos en los Goya no les importa que les acusen de politizar la gala. Lo hacen. Son conscientes de ello y siguen adelante.

Lejos queda aquel 1973, cuando Marlon Brando no acudió a la ceremonia y su premio al mejor actor por El Padrino lo recogía Sacheen Littlefeather, nativa americana que denunció en directo el “tratamiento que hace la industria cinematográfica de los indios americanos”. También 1978, cuando Vanessa Redgrave defendió el activismo propalestino, por desgracia queda hasta lejos aquel 2003, cuando varios valientes se atrevieron a decir 'No a la guerra', entre ellos Gael García Bernal, que se saltó el guion y se jugó su carrera en Hollywood, nuestro Pedro Almodóvar, que dedicó su Oscar al mejor guion por Hable con ella a “los que alzan su voz por la paz, por el respeto a los derechos humanos, la democracia y el derecho internacional”.

Y sobre todo, queda lejos un momento que ahora parece impensable, el de Michael Moore diciendo aquel “Shame on you, mister Bush” (Avergüéncese, señor Bush) que le espetó al presidente de EEUU por la guerra de Irak cuando ganó el premio al Mejor documental por Bowling for Columbine. Ojalá alguien le hubiera dicho esta vez a Trump que se avergüence. Los Oscar tendrán más dinero, más glamour, pero ojalá tuvieran el valor del cine español para decir lo que quieren en sus premios.

Cron Job Starts