La actriz se retrasó unos minutos porque el tráfico estaba imposible pero, una vez conseguido el objetivo, recuperó el aliento y su discurso para explicar que "el teatro es nuestra contribución a que las cosas no vayan a peor".

La trayectoria de Portillo abruma en su repaso: Mejor Actriz en Cannes, Concha de Plata en San Sebastián, Premio Nacional de Teatro, tres nominaciones al Goya, dirige y tiene su propia productora. Por si fuera poco, ya tiene programados proyectos de cine, teatro y televisión hasta 2022.

Eso sí, de momento da vida a la cantinera Ana Fierling del texto de Bertol Brecht que dirige en el Centro Dramático Nacional Ernesto Caballero. Una madre que en la guerra de los Treinta Años no quiere que el conflicto termine, pues de él depende el sostenimiento de su pequeño negocio. El dramaturgo alemán escribió la obra en 1939, durante su exilio en Suecia, pero sigue resonando y ancla en la butaca por su sobrecogedora actualidad.

Madre coraje y sus hijos habla sobre la guerra y apela a la responsabilidad cada uno sobre ella. ¿Es algo que se nos olvida?

Sí, y también a quién le interesa que ocurran estas cosas. Hay guerras de muchos tipos, no solo las de la bomba y el fusil, y de las que alguien saca provecho siempre. En la función se dice: "Las victorias y las derrotas de los poderosos y de los de abajo no son siempre las mismas". Se pregunta todo el tiempo quién vive de esto y cuál es tu contribución personal a alimentar ese monstruo. 

La protagonista de la obra no se ata a ningún bando por feo o ideología. ¿Dónde está la barrera de su lucha?

Madre coraje asume que ella no puede hacer nada. Por lo que lo único que puede hacer es vivir de la guerra. Le da igual estar con los protestantes o con los católicos.  Hace lo que sea, sobrevive, que es lo que en el fondo hacemos la mayoría. Por eso te avergüenza reflejarte en eso. Es un personaje muy real, que saca los colores, porque dice cosas que a veces pensamos pero no nos atrevemos a decir. Su ideología pasa a un segundo término, la deja para los que dicen que saben. Algo que en teoría no se debe hacer, pero que hacemos. Está esa frase maravillosa de "todos son igual de malos", y no. No todos son iguales.

En España, la guerra civil ha vuelto a estar de actualidad por la película de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra, que ha sido criticada por ser equidistante y su retrato de Unamuno y Franco. ¿La ha visto? ¿Opina parecido?

No la he visto, pero por las declaraciones que he leído de Alejandro, él ha querido hacer retrato más real y menos partidista. Algo interesante, porque aquí pasaron y están pasando cosas, y no se pueden contar desde un solo lugar. Aunque las hay que no tienen vuelta de hoja las mires como las mires. Una revuelta militar contra un gobierno elegido de manera democrática es una dictadura. Punto y pelota. Lo de los jubilados también es una realidad, llevan toda su puta vida trabajando y tienen todo el derecho del mundo a que un país cuide de su ancianidad y su vejez.

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En 2003 se unió a las protestas contra la invasión de Irak al grito de "No a la guerra" que protagonizó aquellos Goyas. ¿Ha cambiado algo desde entonces?

El sector cultural sigue siendo incómodo para los políticos, y esto está bien. Nuestra posición debe ser siempre crítica. Aquel fue un momento en el que la ciudadanía en conjunto se expresó. A partir de ahí, se grita con cada vez más fuerza en la calle. Ha habido una especie de excitación en la gente de decir "estoy hasta los cojones". Te voto y te pago para que hagas lo que necesitamos, no lo que tú quieras hacer.

Se calla menos y se protesta más, y eso siempre es bueno, porque si no, hacen lo que les da la gana. Parece una gota en el océano pero eso molesta y agita. Estoy absolutamente en contra de la violencia, pero hay una necesidad de salir a decir lo uno quiere. Y que ellos aprieten el culo y se pongan a trabajar.

También está siendo un momento reivindicativo para la mujer.

Es la gran revolución pendiente y sigue en marcha. Es la que creo que está destinada a cambiar el mundo, y que lo está cambiando. La presencia sistemática de la mujer y de su golpe en la mesa es la gran revolución. Ahora las mujeres ya no se callan aunque todavía muchísimas que no hablan todo lo que deberían. Faltan muchas cosas.

¿Qué cree que debería ser lo siguiente en cambiar?

Los puestos de responsabilidad y la igualdad salarial. Todavía hay un lugar en el que cuando una mujer habla los hombres tardan en escuchar, o escuchan menos. En el ámbito cultural, para que a las mujeres se nos escuche todavía hay que gritar un poquito. No es fácil porque hay que quitarse cientos de miles de años de encima. Yo lo sigo notando. Hay veces que cuando produces o diriges hay gente que no te escucha porque eres una chica.

¿A usted le pasa?

Sí. Más allá de que la gente te tenga un respeto, hay momentos en los que hablas de ciertas cosas y como eres una mujer se reacciona distinto. No tanto por lo que digas, sino porque todavía se sigue pensando que una mujer tiene que pedir permiso para hablar. Sus razones siempre son más criticables y les cuesta mucho darnos la razón, no sé por qué.

Además, numerosas mujeres han manifestado haber sufrido abusos sexuales. ¿A usted le ha pasado?

No. He vivido situaciones en las que un hombre ha tenido poder y ha hecho un cierto abuso de ello, pero creo que eso lo hemos vivido en este ámbito y en cualquier otro. Debe importarnos igual que a una mujer le falten al respeto verbal o físicamente, porque no se deben permitir ninguna de las dos.

¿Dejará de pasar? Yo no sé si lo veré. Esto no es una cosa de un día para otro. Es un cambio que tiene que ver con la educación. Cuando escuchas que hay gente que dice que esto es una secta de locas o que hay quien dice que educar a tus hijos en la igualdad es transformarlos en maricones piensas: "Nos queda un montón".

Llegado a este punto de su trayectoria ¿qué es lo que le queda por hacer?

Cuando me preguntan qué personaje querría hacer, siempre digo que el próximo. Me sigue gustando y seduciendo muchísimo lo que hago. Sobretodo por la gente, el público. Ir al cine o al teatro y ver una sala llena. En estos tiempos me sigue pareciendo increíble que alguien pague para que le cuenten una historia, y yo quiero seguir contándoselas.

Cuando los actores de alguna serie de éxito se reencuentran, el mundo fan se paraliza. El último ejemplo, la foto que Jennifer Aniston compartió con el elenco de Friends. Usted lo vivió en primera persona con 7 vidas. ¿Cómo lo recuerda?

Ocurre con las series que han marcado un cambio, que son hitos. No todas producen ese placer de ver un reencuentro. 7 vidas me ha permitido tener la sensación de haber participado en algo que está en la memoria colectiva, que de alguna manera has sido parte de la historia de la televisión. Lo viví con un orgullo enorme. Eso sí, nunca me he equivocado tanto como cuando hicimos ese capítulo 200 en directo. Agradezco y me parece precioso que la gente se acuerde de Carlota. Al principio parecía que no te ibas a a despegar nunca de ese papel, pero con los años lo veo con una ternura enorme.