Y luego está la música. El propio concepto multicultural al que conceptualmente se abraza el grupo tiene dos efectos evidentes sobre la misma. Sirve por una parte como refresco de un discurso y una manera de hacer canciones archisabida a estas alturas, que solo asoma la patita por momentos en este disco. Lo hace de forma evidente en la canción que sirve para dar título al disco y le pone punto final: Everyday Life es una bonita balada marca de la casa construida a partir del piano y remachada por elegantes arreglos orquestables, con Chris Martin -líder de la banda- apelando a la universalidad de los errores y sentimientos humanos: "Todo el mundo hace daño y todo el mundo llora", canta en el pico de intensidad.

La otra consecuencia es una obvia dispersión en el sonido del grupo, aún más exagerada al tratarse de un doble álbum de dieciséis canciones. Encontramos aquí ejercicios de gospel -BrokEn-, un arranque que perfectamente podría haber firmado Toumani Diabaté con su kora -Èkó-, soul -Cry Cry Cry-, y hasta dos ejercicios cercanos a la world music para los que Coldplay reclutan a ilustres músicos africanos entre los que encontramos a Femi Kuti o Bashar Murad.

A su vez las ideas también condicionan en buena medida el sonido de cada una de las canciones: la abiertamente política Trouble in Town, habla con un lenguaje poético de tumultos en las calles, sangre sobre el asfalto y opresión policial, para terminar transformándose en una espiral de furia instrumental -más aún teniendo en cuenta el nivel de dulzura al que Coldplay nos tienen acostumbrados-. De todo ello se desprende que Everyday Life es el disco que Coldplay necesitaban publicar para acallar su conciencia de nuevos ricos, su Graceland particular. Lo que no quiere decir, por supuesto, que el resultado de tanto esfuerzo -ecológico o no- sea el álbum que el mundo necesitaba escuchar.

 

Beck

HyperspaceCapitolPOP7

Cuaquier periodista musical acostumbrado a charlar con músicos durante sus jornadas promocionales habrá experimentado una divertida situación: el artista que defiende con determinación su recién estrenado trabajo no dudará en calificarlo de "fallido" un par de años más tarde, cuando la rueda promocional haya vuelto a girar para hablar de su siguiente colección de canciones. Sería interesante escuchar hoy la opinión de Beck a propósito de Colors, aquel experimento publicado en 2017 en el que -de la mano de Greg Kurstin- se aproximaba al sonido más mainstream e impersonal de su carrera. Como era de prever la intentona no revalorizó la carrera del californiano, más bien al revés, y el resultado es hoy un retorno a sus orígenes.

Porque a pesar de que la producción de su decimocuarto disco viene firmada mano a mano con Pharrel Williams, hoy por hoy uno de los músicos norteamericanos de mayor éxito, las canciones de Hyperspace encajan a la perfección con el habitat de un Beck al que se nota cómodo con la vuelta a su territorio natural.

Tomemos por ejemplo un tema como Saw Lightning, puesta al día de su universo sonoro: sobre una sencilla y contundente base rítmica electrónica, las armónicas y las guitarras acústicas remiten al Beck de Mellow Gold y Odelay. Es el ejercicio más obvio de este retorno a esa deliciosa "anormalidad" que ha caracterizado la mayor parte de su carrera. Y hasta cuando las canciones se vuelven más electrónicas, a medio camino del synth pop y la herencia de Todd Rungren, la sensación es de vuelta al hogar.

 

Freedonia

ConcienciaAutoeditadoSOUL7

Una de las mejores y más populares bandas nacionales de soul, los madrileños Freedonia, vuelven a la carga con su cuarto largo. La principal novedad en esta ocasión es la incorporación de la cantante de raíces nigerianas Deborah Ayo como solista, en sutitución de Mayka Sitté que había liderado Freedonia en los dos discos previos –Shenobi (2017) y Dignity and Freedom (2014)- y que a su vez había sustituido a Aurora García, que había abandonado la formación para montar Aurora & The Betrayers.

Sitté, con un amplio bagaje a sus espaldas al frente del coro Gospel Factory o poniendo voz a las versiones en castellano de algunos clásicos Disney, parece la elección perfecta para la inmersión de la banda en un sonido setentero, en el que el soul de tintes clásicos se abre a influencias de corte más funk.

El escenario para que la sección de vientos brille como nunca. Cantado íntegramente en inglés –apuesta que siempre ha caracterizado a Freedonia- y nuevamente apostando por la autoedición y el crowdfunding como política. Más que ruptura, Conciencia es el paso natural de una formación a la altura de referentes internacionales del género.

 

Hannah Diamond

ReflectionsPC MusicPOP ELECTRÓNICO8

Los aficionados a la electrónica contemporánea más desprejuiciados conocerán bien PC Music, un sello/colectivo/plataforma de productores que ha asomado puntualmente su cabeza en medios de forma esquizofrénica. Por un lado arrimándose a artistas mainstream como Charli XCX, Carly Rae Jepsen o hasta Ed Sheeran, ya sea como productores, compositores o remixers. Por otro por el éxito en los circuitos de música avanzada de Sophie, la cara más reconocible de este peculiar universo.

Ambas facetas comparten en realidad presupuestos estéticos y hasta un sonido que resulta tan reconocible como intercambiable entre los artistas del sello. Partiendo de conceptos que causan furor en el sudeste asiático como la creación de artistas pop virtuales, PC Music ha construido un universo no apto para diabéticos. Se trata de ejercicios dance pop empalagosos en su perfección, con voces que no se sabe a ciencia cierta si han sido generadas a partir de herramientas digitales o han sido concebidas en una factoría de hits ubicada en Estocolmo.

El resultado es una fantasía que hasta ahora había dado para un puñado de singles con repercusión desigual a cargo de A.G. Cook o Danny L. Harle y algún que otro recopilatorio. Momento ahora para publicar uno de los primeros largos del colectivo, solo en formato digital. Como en otras ocasiones no está del todo claro hasta qué punto Hannah Diamond es una realidad o una ficción asociada a una cara bonita, con los ghost producers de turno en la trastienda. Sea lo que fuere, hay altas dosis de ironía en este ejercicio de lo que debería ser una estrella del pop de nuestro tiempo. Eurodisco -bakalao por momentos-, autotune pasadísimo de vueltas, melodías vibrantes… El mero hecho de que su escucha ponga nervioso al noventa y nueve por ciento de puristas del pop y el rock es motivo suficiente para recomendarlo efusivamente.

 

Leonard Cohen

Thanks for the DanceSonyCANCIÓN9

Adam Cohen -hijo de Leonard, productor del disco y mano derecha del músico y poeta en la recta final de su carrera- se esfuerza en dejar claro que Thanks for the Dance no es un disco compuesto por canciones rescatadas del olvido o un ejercicio de necrofilia musical. En el momento en que Leonard Cohen empezó a ser consciente de que el final estaba cerca no solo empezó a despedirse de su público sino que aceleró su productividad artística.

El resultado de ello fueron unas sesiones más o menos coincidentes con las de su último disco, You Want It Darker, publicado tan sólo dieciséis días antes de su fallecimiento. De esta forma Leonard hacía a su hijo Adam depositario de su herencia musical. Un disco concebido por ambos que las circunstancias no les iban a permitir terminar.

Tres años ha sido el tiempo que Adam se ha tomado para completar estas nueve canciones, de las que puede decirse que no solo son respetuosas con el gigantesco legado de Cohen, sino que están también a la altura de sus últimos discos: solemne, hermoso, impecable desde el punto de vista poético -durísimo ese alegato antinazi, el de entonces y el actual, que es Puppets- y brillante en lo musical. Para ellos Adam ha recurrido a los músicos de confianza de su padre, como el guitarrista español Javier Mas, protagonista en diferentes pasajes del álbum y muy especialmente en The Night of Santiago, en la que una vez más Cohen hace evidente su conexión con la historia y la tradición de nuestro país.

La aparición de personalidades como Beck, Daniel Lanois o Bryce Dessner tiene más de anecdótica reverencia al maestro que de aportación real al disco. Igualmente la urgencia de las circunstancias en las que se grabó se hacen evidentes en el spoken word de canciones que posiblemente fueran esqueletos pendientes de melodía en el momento de grabar la voz. Pero, con todo y con ello, más que ejercicio de necrofilia cabe hablar aquí de milagro: ¡resucitó!

 

The Good Ones

Rwanda, You Should Be LovedAnti / [PIAS]WORLD MUSIC7

En 2010 los ruandeses The Good Ones publicaron su primer álbum, Kigali Y Izahabu, un disco que despertó la atención internacional y que también supuso el primer trabajo de un artista o formación que cantaba en la lengua de Kinyarwanda y conseguía exportar sus canciones fuera de su país. Casi una década y dos discos más tarde el trío formado por Javan Mahoro, Adrien Kazigira y Janvier Navugimona publica su primer álbum en el prestigioso sello norteamericano, casa de Tom Waits, Wilco, una oportunidad de que su música acceda a un público todavía mayor.

Para ello el productor Ian Brennan -quien también ha trabajado con Tinariwen- se ha marchado a la granja de Adrien Kazigira, donde registra sus canciones, en la que ejerce de agricultor, el lugar en el que nació y también el lugar en que su esposa fue asesinada en 1994 en el contexto del genocidio que tuvo lugar en Ruanda. En el disco se aprecia la singular belleza de sus grabaciones, brillante ejercicio de melodías tradicionales a tres voces, acompañadas de guitarras acústicas y percusiones primitivas.

En algunos caso los artistas invitados –Nels Clin de Wilco, Corin Tucker de Sleater Kinney, Joe Lally de Fugazi o Kevin Shields de My Bloody Valentine- hacen sencillas aportaciones, suerte de rendición al arte de los músicos ruandeses más que una verdadera vuelta de tuerca al sonido original. Lo más singular, el inquietante drone de guitarra que Shields aporta a A Long, Sad Journey You Die, en las antípodas del sonido crudo y desnudo del trío.