En El Reino, Rodrigo Sorogoyen retrató a la clase política española como nadie se había atrevido hasta ese momento en la ficción. La corrupción como un intercambio de favores que deja el hedor del marisco en las manos y el del plástico de las bolsas de basura en el dinero. Es decir, mostraba una clase política más chabacana que maquiavélica y con eso ganó siete Goyas sin necesidad de disparar a ningún partido en concreto.
Por precaución o temor, el director garantizaba que su película no trataba "solo del PP". Las referencias eran inequívocas y sobre cosas que vemos a diario en las noticias, pero a la hora de plasmarlas por escrito en un guion y acompañarlas de unas siglas, se volvían prohibidas.