Cuando las protestas estallaron el 17 de octubre en El Líbano, Youmma Hamooud se fue a la calle ilusionada y entusiasmada; cinco meses después ha perdido la esperanza y solo busca un billete de ida para huir de un país que se va hundiendo en una de las peores crisis económicas de su historia.

"Nuestra generación perdió la última batalla", asegura a Efe Hammoud, de 22 años, que no puede ocultar cómo "las grandes esperanzas" que tenía puestas en el futuro de su país cuando miles de personas salieron a las calles para exigir un cambio en el régimen político del país han desaparecido.

"Pensé que no quería irme, pero ahora me veo obligada a encontrar un futuro mejor", añadió esta joven graduada en Gestión de Conservación de Recursos Naturales en Beirut.

El caso de Hammoud no es el único. Según datos de la consultora regional Information International en 2019 las salidas con carácter definitivo de libaneses se duplicaron en 2019 con relación a 2018.

UN PAÍS QUE SE HUNDE EN LA CRISIS

El primer ministro libanés, Hasan Diab, admitió el pasado día 7 que el Líbano se está "hundiendo" en la peor crisis desde que terminó la guerra civil, en 1990, que asoló el país.

El pasado 17 de octubre, los libaneses tomaron las calles hastiados de la corrupción de la clase dirigente y de una situación que le ha llevado a ser uno de los más endeudados del mundo.

El Líbano arrastra una deuda pública, según afirmó Diab, que supera los 90.000 millones de dólares, lo que supone un 170 % del PIB.

El Gobierno anunció el fin de semana que, por primera vez en su historia, entraba en cese de pagos de deuda externa al no poder honrar un vencimiento en eurobonos de 1.200 millones de dólares el 9 de marzo.

Diab reveló, en un duro discurso a la nación, que un 40 por ciento de la población "pronto se verá bajo el umbral de la pobreza" y el país necesita ese dinero para cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos.

LA HUIDA

Según cifras de la consultora Information International ofrecidas a Efe, el número de libaneses que emigraron en los últimos tres meses de 2019 cuando comenzaron las protestas alcanzó los 19.263 libaneses respecto a los 14.129 libaneses del mismo periodo en 2018.

Además, la firma apunta que en todo 2019 fueron 66.806 libaneses los que compraron un billete de ida para no regresar, respecto a los 33.841 del año anterior, lo que representa un aumento del 97,5 % en un país de 6 millones de habitantes.

Guita G. Hourani, directora del Centro de Investigación Libanés para Estudios de Migración y Diáspora subraya a Efe que para "la migración a largo plazo, la mayoría de los libaneses están eligiendo Estados Unidos, Canadá, Francia, Suecia, Alemania, Armenia y Australia, entre otros".

Aunque aquellos que buscan trabajo "optan ahora por las oportunidades que se ofrece en Asia y Europa del Este, que se consideran nuevos destinos para la migración libanesa ".

EL COSTO DE UNA NUEVA VIDA

Araz Topalian asegura a Efe que está haciendo lo posible para irse, pero salir tampoco es sencillo.

"Hablé con un abogado de inmigración para ir a Canadá y me pidió 7.000 dólares solo por sus honorarios. (...) Es demasiado caro por lo que he decidido hacer yo solo el proceso", explica este joven con un postgrado en Arquitectura.

"Si alguna vez me voy, nunca volveré y no culpo al gobierno, culpo a toda la nación", afirma.

Garabed Khachadour es desarrollador de videojuegos y recientemente se mudó a Armenia, dejando atrás un país incapaz de garantizar suministro eléctrico las 24 horas a su población y donde los bancos no permiten retirar más de 200 o 300 dólares, dependiendo del banco, cada quince días, por falta de liquidez en la divisa verde.

"Lo que encontré en Armenia nunca lo tuve en el Líbano: libertad financiera para elegir cómo transferir mi dinero y usarlo, además de la accesibilidad a Internet, una herramienta muy importante en mi trabajo", afirma el libanés, de 25 años.

También decidió marcharse Rouba F. Zebian, de 35 años, que se mudó a Yibuti tras casarse, con la esperanza de formar una familia, dice a Efe.

"Protestamos contra los políticos, pero finalmente decidimos irnos, no teníamos nada que perder", zanja.

Anna María Guzelian