Balazote, el pueblo que blindó su futuro apostando por el ajo

Durante estos días de primavera que ha dado paso el invierno con sus mañana frías de escarcha y nieblas, los ajos han comenzado a arraigar en la dura tierra de Balazote. La primera siembra de la temporada ya crece en el interior de unos bancales que desde hace más de siete décadas se han convertido en el lecho del progreso de este pueblo de Albacete.

Balazote es ajo y viceversa. Así lo demuestra el constante trasiego de tractores y el olor tan característico que flota en el ambiente.

Lo certifica el hecho de ser un sector que da trabajo a cientos de personas, del que forman parte hasta siete almacenes y una cooperativa que trabaja durante todo el año en un pueblo que no llega a los 2.400 habitantes. Además, hay decenas de empresas productoras que se asientan en el municipio. Al fin y al cabo, se puede decir que el 90% de los vecinos y vecinas de Balazote se dedican al ajo de forma directa o indirecta.

La Cooperativa del Campo de Santa Mónica lleva desde 1965 fomentando el cultivo y su transformación. Uno de los productores y comercializadores más veteranos del municipio, Mateo Simarro, presidente de Agrícola Simarro, recuerda cómo esta iniciativa se forjó por el impulso de personas representativas del pueblo, con peso social y económico, que, aún sin ser ni agricultores ni ajeros, supieron mirar hacia el futuro.

“Hablar de 2.000 o 3.000 kilos ya era de buen productor”, explica Simarro y cita los nombres de aquellos pioneros cooperativistas: Rafael Fillol, Pedro José Alfaro, Laurentino Martínez, Francisco Belmonte, Pedro Vázquez y hasta 'Don Siro', el párroco.

Ellos fueron los que pusieron en marcha la Cooperativa del Campo de Santa Mónica a la que se fueron incorporando los primeros 50 socios. Al principio “con cierta desconfianza”, matiza Mateo y sin excesiva especialización. “Incluso las cajas de madera se hacían individualmente, los agricultores en su casa, con lo que era un desastre”, rememora Simarro. Después se organizó un taller-escuela y algunos chavales empezaron a aprender a hacer cajas, consiguiendo un trabajo más presentable y organizado. 

Antes de este año de 1965, los vecinos y vecinas de Balazote ya sembraban, recogían, cortaban y vendían ajos. No era una tradición con mucho arraigo, pero sí que suponía un añadido a la economía familiar. Muchos aún conservan en su memoria aquello de compatibilizar el propio trabajo como ser fontanero, carpintero, electricista o albañil, entre otros oficios, con sembrar unas pocas hectáreas de ajos.

A día de hoy, aún hay personas que lo siguen haciendo pero en menor medida, ya que la agricultura se ha convertido en una profesión. Una labor que en Balazote ha evolucionado mucho en las últimas décadas. La maquinaria se va imponiendo con fuerza en una localidad donde el ajo es fuente principal de riqueza y economía. 

Una economía en la que la figura de la mujer a lo largo de estos años ha sido fundamental para este sector. “Siempre han trabajado en el desarrollo económico de las familias dedicándose al cultivo, recogida y producción del ajo. Esto siempre ha sido posible por el sistema de trabajo y de vida que ha tenido Balazote”, ha querido destacar Mateo quien lleva toda una vida dedicándose a la agricultura. 

Los recuerdos valen para calentarse en estos meses de frío, pero hay que seguir avanzando. En Balazote se piensa mucho en el futuro. Y en la Ciencia. Allí tienen claro que para afianzar el porvenir vinculado al sector ajero es imprescindible la investigación. Hacen falta estudios científicos sobre la virosis en el ajo y una selección de semillas que mejoren el rendimiento de este cultivo, que se ha convertido en clave para Balazote y también para el conjunto de la provincia. 

En el laboratorio de la Cooperativa de Balazote se investiga sobre el cultivo del ajo in vitro. De hecho es algo que se lleva haciendo desde 1994, aunque sin avances novedosos en los últimos años. Y se buscan soluciones porque la virosis en el ajo es algo habitual y repetido generación tras generación en la planta.

De cada cabeza de ajo se saca un diente y ese el que se vuelve a sembrar para producir una nueva planta. Algo que provoca que “se acumulen virosis u otro tipo de patologías en este producto si no se realiza un proceso de saneamiento previo”, explica Raquel Díaz, bióloga del laboratorio de la Cooperativa del Campo Santa Mónica, y apunta a que “poco a poco intentamos tener mejores resultados, buscamos dentro de lo que tenemos”.

Hace años, la Cooperativa de Balazote inscribía una nueva variedad propia de ajo llamada Primicia blanco. “Antes teníamos un producto que era el ajo blanco que se sembraba en esta zona y que con los años se dejó de producir porque no se adaptaba bien al terreno”, resalta Raquel. Hoy en día se cultiva el Spring blanco y la variedad propia de la cooperativa, Primicia blanco que funciona y se adapta muy bien.

Esta variedad de ajo ha ganado terreno en la provincia de Albacete en cuanto al ajo morado, la 'estrella' en la vecina localidad conquense de Las Pedroñeras. Desde el laboratorio señalan que trabajan según la demanda del agricultor y en este caso sí que se produce más blanco que morado. A pesar de que este último es el característico de esta zona, pero el rendimiento, la calidad y el precio ha provocado que se cultive más la variedad blanca. “Llevo muchos años trabajando en el sector del ajo y espero que el ajo morado de Castilla-La Mancha tenga un futuro mejor”, dice Díaz. 

El trabajo, la dedicación y la constancia en este terreno no cesa, es por ello que hace un par de años la Cooperativa volvía a inscribir otra variedad de ajo morado, ‘Moralba’. “Buscando y viendo el comportamiento del ajo morado, encontramos una cabeza que tenía unos aspectos diferentes a la del morado tradicional de Castilla-La Mancha. Por lo que seguimos su conducta y se mantenía”, explica la bióloga. En este sentido, la Oficina Española de Variedades Vegetales la aceptaron como una variedad de ajo diferente.

En la innovación está la diferencia competitiva con otros mercados. Actualmente el ajo de Balazote está presente en 25 países. De hecho, el 80% de la producción de la Cooperativa del Campo de Santa Mónica se va fuera de España. Unos datos que revelan la importancia de avanzar en la mejora del producto. Como explica José Carlos García, presidente de la cooperativa, “la producción de los últimos cinco o seis años es bastante estable, aunque ha bajado un poco la producción del ajo morado y ha subido el spring, pero en cuanto al total de kilos y hectáreas, llevamos unos años bastante estables”. 

Es decir, casi 14 millones de kilos de ajo al año cosechados en las 1.200 hectáreas de los 120 socios de la cooperativa. Cifras de una gran industria agroalimentaria (Albacete es una de las principales productoras en España) que se enfrenta a grandes retos para mantener este volumen.

Uno de estos desafíos siempre será la meteorología. Ni será la primera ni la última vez que los “ajeros” de Balazote miren al cielo implorando piedad. Las hemerotecas guardan páginas donde se describen días oscuros de tormentas. Como aquellas de junio de 1979 en las que el agua arruinó más del 60 por ciento de la cosecha y el lugar fue declarado como zona catastrófica. Una tragedia económica que de vez en cuando acontece. 

El ajo, como decimos, medirá su fuerza del mañana según sepa adaptarse o defenderse. 'En Balazote, los campesinos duermen con escopetas', titulaba un diario en julio de 1982. La crónica periodística explicaba que los 2.500 vecinos vigilaban con sus escopetas día y noche los campos de ajos para que nadie les robara la cosecha. “Por la noche, gran parte de los campesinos se quedan a dormir en los propios campos, en camastros improvisados”, se decía en la información.

Aunque la Guardia Civil patrullaba, según el artículo, los vecinos sabían que no podían llegar a todas partes. En otras ocasiones, la defensa por la cosecha ha venido en forma de manifestación o protesta. En este sentido, a día de hoy se siguen vigilando las cosechas con personas contratadas para protegerlas de esas noches oscuras donde la luna llena no alumbra. 

Porque desde los años setenta y especialmente en los años ochenta, el auge de esta producción en Balazote ha sido espectacular. Como explica Mateo Simarro: “La cooperativa no tenía instalaciones ningunas y cuando comenzó a tener fuerza, incluso sufrió un intento de boicot”. Pero el cooperativismo fue finalmente cuajando.

Él, que empezó con 16 años a trabajar en la cooperativa y con el tiempo llegó a ser su presidente, recuerda con claridad que se alcanzaron los 500 socios. La creciente emigración de aquel tiempo se frenó y la influencia económica de la producción de ajo comenzó a extenderse por todo el pueblo y municipios cercanos. 

Cincuenta años después de que se iniciaran los primeros contactos con compradores en Puerto Rico, Brasil o Estados Unidos, el ajo de Balazote se enfrenta a un reto aún más difícil que el tiempo; la mano de obra para mantener la producción. Aproximadamente, 2.000 temporeros trabajan durante la campaña veraniega. Una de ellas es Corina Vasilache. "Pensé en venir una temporada para ganar dinero y seguir estudiando, pero aún sigo aquí”, nos cuenta.

Esta joven que llegó desde Rumanía está empleada en Agrícola Simarro y realiza labores de preparación del ajo para su venta. Aunque cuando llegó a España hace 16 años, sus primeros jornales los ganó en los bancales. “Fueron días muy duros porque yo no estaba acostumbrada, pero con la ayuda de mi hermana saqué adelante el trabajo”, comenta hoy día y afirma que “lo más duro es sembrar ajos, por la postura, por las agujetas, el frío”. 

El campo es duro. Es fácil decirlo. “Se sembraban los ajos a mano, uno a uno, se desgranaban, se excavaban con un escavillo, se le quitaba la hierba, entonces no había nada”, escuchamos de nuevo a Mateo Simarro e imaginamos mejor la dificultad del mundo del ajo. Observamos también el calor en los rostros durante la recogida de verano; sentimos de cerca el agotamiento mientras se completan cajas y cajas; la pericia y destreza que se necesita para cortar “barba y rabo, no puedes mirar para otra parte porque te cortas un dedo”, cuenta Corina y confiesa que nunca había pensado de niña que acabaría aquí. 

En Balazote muchos ciudadanos llegados de otros puntos del mundo han encontrado la manera de ganarse la vida. Varios miles de temporeros trabajan aquí todos los veranos.

Preguntamos al subdelegado del Gobierno en Albacete, Miguel Juan Espinosa, quien precisa los datos: “Si bien es cierto que, a partir de 2018, cuando se alcanzó el pico en el número de trabajadores, cercano a los 2.000, a partir de ahí se ha visto un descenso en el número de trabajadores que a partir de 2021 ha empezado a recuperarse, pero no se han alcanzado los altos datos de 2018”. Espinosa, que conoce personalmente los campos de trabajo, apunta a la modernización de las técnicas y la utilización de maquinaria en la bajada del número de trabajadores. 

En los últimos años se ha intensificado la presencia de temporeros en Balazote y en algunos municipios cercanos. Este fenómeno demográfico, ampliamente analizado por Carmen García y M.ª Fuensanta Casado, se inició en la provincia de Albacete a mediados de los noventa, aunque adquirió especial relevancia y aceleración a partir del año 2000. Las profesoras de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), compartiendo datos del Ministerio del Interior, expusieron que en 1996 se contabilizaban 789 personas extranjeras en la provincia, mientras que, a finales de 2006, eran un total del 19.100; unos datos que se elevaban atendiendo al padrón. En este contexto, hace quince años, ya saltaban a la prensa nacional algunas noticias como esta: “Muchos de los rumanos de La Herrera se trasladan a otros municipios albaceteños”. 

En agosto de 2007 la Guardia Civil contabilizó a 349 inmigrantes repartidos en nueve asentamientos distintos en Balazote, Valdeganga, Pozocañada, La Gineta o la ciudad de Albacete. Se hablaba de "hostilidad" entre vecinos y extranjeros y de la necesidad de un acuerdo entre administración pública, empresarios y sindicatos para garantizar las mejores condiciones de trabajo. Tres lustros después, Balazote ya cuenta con una ordenanza pionera que regula el alojamiento de los trabajadores migrantes. Publicado en febrero de 2019, el texto expone en 19 artículos los requisitos principales de los espacios destinados a vivienda, cumpliendo siempre con la habitabilidad, seguridad y salubridad. Una responsabilidad que recae en los empresarios que contratan a los trabajadores.  

Como recuerda Noelia Garrigós, alcaldesa de Balazote en el momento en que se aprobó la ordenanza, “como toda novedad, recibimos críticas por todo”. No fue fácil sacar adelante un documento normativo de esta magnitud que estaba justificado por la necesidad. Cuenta Garrigós que "el pueblo, durante la campaña del ajo del verano, crece en población y para bien o para mal necesitamos mano de obra y la mano de obra es gracias a los temporeros que vienen. Al ver que crecía y que las condiciones en que vivían los inmigrantes no eran las adecuadas, un grupo de concejales, los técnicos de servicios sociales y yo como alcaldesa, decidimos tomar cartas en el asunto, y que estas personas no estuvieran tiradas por la calle Mayor o por los bancales; necesitaban tener unas condiciones dignas”. El Ayuntamiento realizó reuniones con los agentes implicados y finalmente, pese a las reticencias iniciales, se aprobó la ordenanza. 

Hoy nadie duda en Balazote de la importancia de los temporeros para sacar adelante la producción del ajo. Una presencia que no merma la buena convivencia entre los vecinos. “Albacete es una provincia en la que los datos nos muestran que el número de delitos relacionados con la seguridad ciudadana en el ámbito rural es bastante bajo", comenta el subdelegado del Gobierno, Miguel Juan Espinosa.

No oculta que se producen detenciones, "principalmente por sustracción de ajos en el lugar de trabajo, en los tajos, además de determinados temas relacionados con la explotación laboral o la usurpación de identidad. Pero es bastante mayor el número de casos en los cuales se han visto vulnerados los derechos de los trabajadores más que lo que son los propios delitos relacionados con la seguridad ciudadana que son prácticamente nulos o arrojan una especificad en cuanto al trabajo en la recogida de ajos”, recalca. 

Durante la pasada campaña de verano en Balazote, la Delegación del Gobierno en Castilla-La Mancha incrementó la presencia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para garantizar las condiciones de dignidad, seguridad y salud de los alojamientos. Una campaña que ha venido marcada por la aplicación del nuevo contrato laboral fijo-discontinuo fruto de la reforma laboral y que valora así Miguel Juan Espinosa: “La aplicación de la reforma laboral, evidentemente, ha supuesto una mejora con respecto a la temporalidad que les garantizaba el tipo anterior de contrato. Estos contratos estables siempre son una mejora en las condiciones y la valoración por parte de la Subdelegación es altamente positiva. Ahora únicamente confiamos en que se vayan puliendo aquellas cosas que puedan no funcionar como es de esperar, si las hubiera y por supuesto que el resto de los sectores se sumen a estos contratos”. 

Sobre este aspecto, preguntamos a José Carlos García, presidente de la Cooperativa del Campo de Santa Mónica de Balazote. Tiene una opinión bien distinta. De entrada, deja dos titulares: “No es casualidad que venga la reforma laboral y tengamos problemas” y segundo: “Hay muchos que no han querido trabajar por el tema de los fijos discontinuos”.

Explica con más profundidad su postura: “Las condiciones de trabajo sabemos las que son, nunca los empresarios han estado fuera de los acuerdos, siempre dentro de unas demandas que tengan sentido, no pueden los sindicatos venir a decirnos lo que tenemos que hacer en el campo. Es que desde un despacho se hace bien. Hay que venir al campo y ver la realidad del campo. Dicen que defienden al trabajador con la última reforma laboral, pero es al trabajador al que han estropeado”. Y añade García que “esto es una cuestión política, me da igual quien mande, es una cuestión de números, ellos quieren que los números del desempleo les cuadren”. 

El tiempo medirá las consecuencias de la reforma laboral. Mientras tanto, el mundo del ajo en Balazote camina hacia un futuro que pasa por la mecanización, la exigencia de la garantía sanitaria para el producto en la Unión Europea y así poder competir internacionalmente y, por último, el mantenimiento de la convivencia. Ese tesoro de las sociedades avanzadas.

Visitamos la tienda ultramarinos de Ramona para saber en qué consiste esta joya. “Ha venido bien, cincuenta euros, que me debe ahí un piquillo, me cagüen la pena, que me voy a ver en otra”, nos dice la propietaria del establecimiento. Acaba de cobrarle a un temporero una deuda que le debía. Entre tanto, llega otro jornalero del campo y le pregunta: “Señora, ¿cómo vale una bolsa? Los tomates, ¿cuánto?”. 

Esta tienda lleva abierta décadas en Balazote. El negocio lo montaron los abuelos de Ramona. Ahora ella madruga a las cuatro y media de la mañana para ir a la lonja de Albacete y surtir su establecimiento donde no falta de nada. “Me dicen baba, es decir, abuela. Me dan un guerrazo”, bromea la risueña tendera, usando un término albaceteño casi equivalente a 'tabarra'.

"Hay gente a la que conozco desde hace 15 ó 20 años”, nos dice para explicar que durante la campaña de recogida del ajo, su establecimiento amplía el horario para atender a los centenares de temporeros. Y no entiende ciertas posiciones sobre la inmigración. “La gente está muy confundida. Aquí comemos gracias a lo que ellos trabajan porque a los españoles no nos gusta el campo. Cuando me voy temprano a Albacete, allí están con sus linternas alumbrando el campo”. Para Ramona son gente valiente que sale de su país sin idioma, con un coche y la familia a cuestas y se pregunta: “¿Cómo estarán que se han venido aquí?". En su opinión, cada persona lleva su propio drama a las espaldas.