Qué es el efecto

El efecto 'escalón' que ha bajado la inflación interanual en marzo al 3,3%, desde el 6% de febrero, la elevará en la segunda parte del año. El IPC (Índice de Precios de Consumo) general se ha reducido a su tasa más baja desde agosto de 2021 por la caída de los precios de la energía respecto al mismo de 2022, cuando se dispararon por la invasión rusa de Ucrania.

En otras palabras, y según resume el INE (Instituto Nacional de Estadística): "Esta evolución es debida, principalmente, a que los precios de la electricidad y de los carburantes aumentaron en marzo de 2022 y este mes disminuyen".

Y esta dinámica se revertirá en meses en los que los precios de la energía cayeron durante el año pasado, a partir de julio.

Los economistas denominan a lo que está ocurriendo en este 2023 efecto 'escalón'. Los productos energéticos se dispararon un 60,9% en marzo de 2022 respecto a marzo de 2021. Un avance histórico, el mayor desde la crisis del petróleo de los 70, precedido por otro del 44,3% en febrero, otro del 33% en enero y, antes, por el 21,2% de media en el conjunto de 2021.

Aquel dato de marzo del año pasado fue el pico de una crisis energética con mayúsculas, que el Gobierno ha combatido con distintas medidas pero que poco a poco se ha extendido por prácticamente toda la cesta de consumo durante el año, a medida que las empresas han ido trasladando el encarecimiento de estos costes energéticos a los precios de venta. Un traslado que se ha traducido en una mejora de márgenes y en altos beneficios.

Esas son las principales conclusiones que se pueden extraer de los datos avanzados por el INE del último mes. La crisis energética es hoy una crisis de inflación completa. Por eso el IPC subyacente, que excluye de su cálculo precisamente la electricidad, el gas y los carburantes, se mantuvo en un asfixiante 7,5% en marzo, cerca del techo de febrero del 7,6%. También por eso se vieron subidas mensuales, del 0,4% para el IPC general y del 0,7% para el índice subyacente o estructural.

El coste de la vida sigue sin dar tregua, como se observa en los gráficos, y es especialmente preocupante en los alimentos, de los que las familias no pueden prescindir sin poner en riesgo una alimentación suficiente y sana. Un problema que principalmente sufren los hogares más vulnerables, para los que el supermercado supone una buena parte de su gasto total y que apenas pueden quitarse o reducir gastos superfluos, porque no los tienen.

La inflación estructural o subyacente supera a la general desde diciembre en tasas interanuales porque, mientras la energía ha caído o ha moderado los ascensos en los últimos meses respecto a los mismos meses del año pasado, los productos en los supermercados y los precios en los restaurantes, en las tiendas de ropa o en los almacenes de muebles han cogido el relevo y han aumentado con fuerza.

De esta manera, el 7,5% que alcanzó el IPC subyacente en marzo, según el dato adelantado del INE, es producto del contagio casi total de la inflación a todos los bienes y servicios.

En marzo de 2022, el salto respecto a febrero fue de tres puntos para la inflación general. Fue el mayor repunte de un mes a otro de toda la crisis, y así queda reflejado en el siguiente gráfico.

La caída más pronunciada se produjo en septiembre del año pasado, del 0,7%, por la caída de la energía. Mientras que en enero de este 2023 hubo un esperanzador descenso del 0,2%, pese a la retirada del descuento de los carburantes y con retroceso de los alimentos tras la bajada del IVA de la selección de productos básicos del Ejecutivo. Esa tendencia se truncó en febrero, con una escalada mensual del 1% del IPC general. Y, de nuevo, los aumentos continuaron en marzo.

Consciente del 'efecto escalón' por la caída de los precios de la energía, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, viene incidiendo en las últimas semanas en que la verdadera preocupación de la institución es la inflación subyacente. Una posición que implica admitir que las subidas de los tipos de interés oficiales (y por tanto de las hipotecas y del resto de préstamos) con las que está luchando contra las subidas de precios no sirven para distorsiones en los mercados del petróleo o del gas, como las provocadas por la guerra en Ucrania.

El BCE está insistiendo de todas formas en la estrategia de ahogar la capacidad de consumo de las familias y de inversión de las empresas, pese al riesgo de provocar una recesión económica y un incremente del desempleo.

En la última actualización de sus proyecciones, el Banco de España rebajó la estimación de inflación para el conjunto del ejercicio del 4,9% al 3,7% en España. Una desinflación [es decir, menor subida de los precios respecto a 2022] que supone un alivio sobre todo para el poder adquisitivo de los hogares, ya que la institución admite que "los salarios siguen registrando incrementos moderados en los primeros meses de 2023".

“Aunque la desaceleración de los costes energéticos registrada a partir del otoño de 2022 y, más recientemente, la de los precios de producción podrían reducir –con un cierto retardo– las presiones inflacionistas subyacentes en los próximos trimestres, a corto plazo la magnitud de dichas presiones aún es muy elevada”, concluye el Banco de España.