Un mar de encinas centenarias rodea Retortillo, un pueblo salmantino de menos de 200 habitantes y sólo tres niños en la escuela, claro ejemplo de la España vaciada que está dispuesta a agarrarse a un clavo ardiendo para evitar que sus habitantes sigan marchándose a buscar trabajo fuera.
El clavo ardiendo ha llegado a Retortillo y su vecina Villavieja de Yeltes en forma del proyecto de construcción de una mina de uranio a cielo abierto, una planta de tratamiento del mineral extraído y un espacio de almacenamiento de residuos, que daría trabajo a la población de la zona durante unos diez años.
"Está claro que un tema radioactivo como éste nunca va a ser bueno para la salud, por eso estoy totalmente en contra de esta mina; distinto es que puede servir para dar trabajo, por eso mucha gente del pueblo en el que nací está de acuerdo", argumenta Lorenzo Calderón, exalcalde de Retortillo y uno de los pocos que se atreven a hablar abiertamente porque, asegura: "Total, ya tengo tanta gente en contra, que qué más da".
Mientras Calderón dice estas palabras en la plaza el pueblo, parte de sus vecinos le miran con desconfianza desde el bar donde juegan la partida de cartas.
"No venga usted a escarbar aquí -advierte uno de ellos a la periodista de Efe-. No queremos polémica ni problemas, sólo queremos trabajo".
"El proyecto de la mina ha creado muy mal ambiente en el pueblo. Hay hermanos que no se hablan y amigos que se han enfadado. ¡Hasta le han pinchado la rueda del coche a alguno!. Ni en el bar se habla ya porque todos sabes que si sale el tema se monta el lío", explica Eugenia González, que regenta el bar La Casa Blanca.
Muy cerca de allí, la empresa minera ya ha talado cerca de 2.000 árboles, una pequeña parte de los 25.000 que tendrá que eliminar si finalmente se aprueba el proyecto.
"Estamos hablando de una Zona de Especial Conservación (ZEC) y Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA), donde habitan especies únicas como la sarda salmantina, que se vería afectada por la contaminación de los acuíferos; por no hablar de los encinares, los bosques de ribera, la cigüeña negra, el milano real y el perjuicio para la ganadería", señala el portavoz de Stop Uranio José Ramón Barrueco.
"La contaminación atmosférica y de los acuíferos está demostrada y la afectación a la salud es real -sentencia el alcalde de Villavieja, Jorge Rodríguez-. Esto ya pasó en Saelices El Chico, donde había una mina y una planta de tratamiento similares a las que quieren abrir aquí, y los estudios demostraron que la contaminación bajaba por el río aguas abajo".
"Pero hay mucha gente que no quiere ver este riesgo porque la empresa está ofreciendo trabajo, aunque son migajas porque el proyecto sólo estará activo diez años, pero con sus promesas han logrado comprar voluntades", añade.
"A mí nadie me ha comprado mi voluntad -responde una vecina de Retortillo que no quiere dar su nombre-. "Dicen que la mina provoca cáncer, pero eso es una tontería, siempre ha habido cáncer".
"La empresa que impulsa el proyecto ha construido un parque infantil en Retortillo, ha pagado paellas en verano, ha regalado dulces en Navidad y ha dado dinero al Ayuntamiento para que las fiestas mayores sean las mejores y la piscina tenga bar", según González.
Pero todos coinciden en lo que realmente ha convencido a los favorables a la mina es la posibilidad de tener un trabajo bien remunerado en su propio pueblo.
"Este tipo de proyectos polémicos buscan zonas despobladas y deprimidas económicamente porque tienen menos capacidad de respuesta que otras regiones", lamenta el alcalde de Villavieja.
"Es una situación muy contradictoria -reflexiona un asiduo del Balneario de Retortillo-. Aquí todo es saludable, desde el aire que se respira hasta las aguas termales, y justo ahora, cuando la salud y el medio ambiente están tan bien valorados y parece que pueden ser fuente de negocio, nos quieren obligar a elegir entre salud y trabajo".
Por Rosa Díaz