Un barril con morenas recién pescadas, cajas de fruta y enormes sacos de harina ocupan la cubierta del Aquidabán, el mercado flotante que es la única forma de abastecimiento para las comunidades del Río Paraguay cuando este anega los caminos de tierra que conducen al norte del país.

Con más de 30 años de servicio a sus espaldas, el robusto barco sigue realizando cada semana su tradicional viaje de tres días, desde Concepción hasta el pequeño municipio norteño de Bahía Negra, que alivia las deficiencias del transporte terrestre y aéreo de la zona.

Este buque familiar de 39 metros de largo y seis de ancho no solo es el único transporte seguro durante todo el año para los habitantes de Alto Paraguay, sino que también es el principal medio para llevar a las comunidades rurales e indígenas productos básicos como el arroz, los fideos o las verduras durante la época de inundaciones.

Cuando atraca en cada uno de los puertos fluviales, los pobladores acceden a la planta baja de la embarcación, una despensa en la que se vende desde leche, harina y cerveza, hasta bombonas de gas o electrodomésticos.

Los vendedores, en su mayoría oriundos de Concepción, abandonan durante los seis días que dura el trayecto de ida y vuelta sus casas, entre las cajas y productos de venta.

Mientras tanto, en el piso superior los pasajeros descansan en pequeños camarotes y en hamacas de tela que cuelgan por los pasillos del buque, donde conviven indígenas, agricultores, empleados forestales e incluso algún turista extranjero.

En periodo de inundaciones, este barco de madera de lapacho y acero puede llegar a transportar hasta 200 personas y soportar el peso de cerca de nueve toneladas de mercancías.

Durante una de esas travesías, el capitán Alan Desvars explicó a Efe que el servicio da prioridad a los cargamentos que se dirigen tanto a Fuerte Olimpo como a los pueblos de Bahía Negra, que se encuentran a más de 800 kilómetros de Asunción.

"Somos el único medio que llega ahí. En época seca no porque llegan los colectivos pero en época de lluvias este es el único medio y siempre se priorizan las cargas para ellos", relató.

El capitán también recordó que transportan sin coste productos de primera necesidad para las comunidades como las vacunas y medicamentos para abastecer los centros médicos o los documentos de la administración de Justicia.

Desvars mantiene de esta forma una tradición familiar que inició su abuelo en la década de los años 30 navegando el río en el Estrellita I, y que después continuó su padre, que ahora ha tenido que darle el relevo por motivos de salud.

El capitán reconoce que se trata de algo "totalmente diferente a lo que uno está acostumbrado en un trabajo de oficina", ya que te permite disfrutar de la naturaleza, ver los animales de las orillas o disfrutar de las estrellas en los tramos nocturnos del viaje.

Le acompañan una docena de tripulantes, entre timoneles, marineros, comisarios y cocineros que reconocen que tras años de trabajar y convivir juntos se han convertido en una gran familia.

Es el caso de Humberto Panza, conocido como "Pitín", que se encarga de dar de comer a los pasajeros con sus tradicionales guisos de fideos, arroz, pollo o carne.

"Cuando tenía 24 años mi hermano me dio un lugar, aproveché y vine. De esa fecha ya no pude más bajarme", reconoce Panza, que ha pasado más de dos décadas a bordo del Aquidabán.

El cocinero recuerda cómo ha cambiado el panorama desde que comenzó a trabajar en el buque, cuando había un total de ocho barcos de pasajeros que navegaban a diario el Río Paraguay e incluso llegaban a transportar a enfermos o embarazadas.

"Ahora hay muchas leyes que un barco de pasajeros no puede hacer y por ejemplo a un enfermo no lo podemos llevar por la lentitud del barco o por si el paciente muere o queda por el camino", reconoció.

El futuro de la tripulación puede cambiar si el Gobierno paraguayo accede a construir carreteras de asfalto hasta las aisladas comunidades ribereñas, aunque ya estudian nuevas formulas de explotación para entonces, como convertir el Aquidabán en un barco turístico.

Carlos Villar Ortiga