La crisis de las tuercas de los 737 Max golpea a Boeing en plena fiebre de las aerolíneas por renovar sus aviones

Unas tuercas o unos tornillos que no habrían estado lo suficientemente apretados. Esa es la aparente causa del accidente de un avión Boeing 737 Max 9 que, a principios de enero, perdió una puerta en pleno vuelo, además de parte del fuselaje, y cuyos motivos aún se están investigando. Ahora, semanas después del incidente, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) ha ampliado la investigación y ha ahondado en la crisis que atraviesa el fabricante norteamericano.

Un terremoto corporativo y de reputación que llega en un momento clave, donde las aerolíneas están remodelando sus flotas y comprando centenares de aviones para aumentar su capacidad de vuelo.

Los 737 son, hasta la fecha, una familia de modelos que ha traído tanto alegrías como grandes disgustos al gigante aeronáutico. Alegrías, porque es una de las gamas de aviones más vendidas, en sus diferentes versiones. Y tristezas, porque acumula un historial de accidentes a sus espaldas. El último, el citado de Alaska Airlines que, tras perder la puerta y despresurizar su cabina, tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en Portland. En este caso, no hubo víctimas, como sí ocurrió con otros dos accidentes en 2018 y 2019, de una versión del 737 más pequeña, en los que fallecieron casi 350 personas en Indonesia y Etiopía 

Tras el accidente del 737 Max 9 de Alaska Airlines del pasado 5 de enero, la FAA decidió dejar en tierra a más de 170 aviones del mismo modelo hasta saber qué había ocurrido exactamente para provocar que una puerta de emergencia saliese volando.

En la última semana la FAA ha ido un paso más allá y ha recomendado que todos los operadores que tengan aviones 737-900ER, un modelo anterior, "inspeccionen visualmente" las sujeciones de las puertas, para comprobar "que están bien sujetas". Se trata de un análisis adicional al de la flota Max, porque el diseño de esos anclajes sería idéntico. Unas revisiones que afectan a compañías como United Airlines, Delta o la propia Alaska. 

Esta medida amplía la lupa sobre una flota aérea que no afecta, a día de hoy, a los aviones que ya tienen las aerolíneas europeas. Tras el accidente de la puerta, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (AESA) confirmó que no había compañías bajo su supervisión que empleasen ese avión de Boeing o su misma configuración. 

A nivel global, según la información publicada por la BBC, hay más de 200 aeronaves Boeing 737 Max 9 que se han quedado en tierra. De ellas, casi un tercio han estado operando en Estados Unidos, por compañías como Alaska Airlines y United, para vuelos internos. Otros grupos que también los tienen son Aeroméxico, la panameña Copa Airlines, o Turkish Airlines.

Tras el incidente de la puerta y su falta de sujeción, Boeing respondió con dos mensajes. Por un lado, aseguró a través de un comunicado que "la seguridad es su máxima prioridad" y que "lamentaba" el impacto de este accidente en sus clientes -las aerolíneas- y en los pasajeros. "Estamos de acuerdo y apoyamos plenamente la decisión de la FAA de exigir inspecciones inmediatas de los aviones 737-9 con la misma configuración que el avión afectado". También, que Boeing estaba respaldando la investigación puesta en marcha por el National Transportation Safety Board, un organismo federal estadounidense que investiga lo sucedido. 

Por otro lado, Boeing ha puesto en marcha un grupo de trabajo para que realice una "evaluación exhaustiva del sistema de gestión de calidad" de la compañía en cuanto a sus "aviones comerciales, incluidos los programas y prácticas de calidad en las instalaciones de fabricación de Boeing y su supervisión de la calidad de los proveedores comerciales". Un análisis para el que tira de un experto militar, porque se lo ha encargado a el almirante retirado Kirkland H. Donald. 

Estas medidas, que buscan lanzar un mensaje de seguridad y tranquilidad, no ha sido suficiente para mitigar el golpe en bolsa. En un mes, las acciones de Boeing han perdido el 18% de su valor y en las jornadas posteriores al accidente la caída llegó a rozar el 20%. 

Tampoco habría sido suficiente para calmar el malestar entre las aerolíneas clientes del gigante aeronáutico. El consejero delegado de United Airlines, Scott Kirby habría sido uno de los más críticos con cómo se está gestionando esta crisis por parte de Boeing y, según la información publicada por la agencia Bloomberg, estaría instando a un cambio en la estrategia y en la dirección de la multinacional. 

Esta crisis de negocio y de reputación llega en un momento en el que Boeing está inmerso en una carrera, junto a la europea Airbus, por conseguir llevarse los megacontratos que las aerolíneas tienen en marcha con un doble objetivo. Las empresas necesitan aumentar su capacidad de vuelo en un escenario en el que hay espacios aéreos cerrados, por los conflictos bélicos en Ucrania y en Oriente Medio. También, quieren evitar los crecientes retrasos en las cadenas de suministro, que vuelven a poner en riesgo el comercio mundial. 

Boeing presentará sus resultados de 2023 el próximo 31 de enero. Una presentación que estará enfocada en la situación actual de sus 737 Max. De momento sí se conoce su cartera de pedidos, con más de 1.400 aeronaves solicitadas por las aerolíneas durante el último año, según informa la propia compañía. De ellos, más de 900 aviones corresponden a las nuevas versiones del 737 Max. Por ejemplo, tiene 150 reservados por Ryanair o 190 por Air India. Con los accidentes de 2018 y 2019, Boeing tuvo que frenar en seco el desarrollo de los 737 Max 8, lo que le supuso pérdidas de más de 18.000 millones de dólares. 

Boeing vuelve a estar en el foco, también en la esfera política. Algo que no es nuevo. Tras los accidentes de los años previos a la pandemia, el Comité de Transportes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos publicó un informe en el que apuntaba "numerosos fallos de supervisión" y "lagunas en la rendición de cuentas por parte de la FAA". 

En concreto, achacó los accidentes a "suposiciones técnicas erróneas" por parte de los "ingenieros de Boeing, una falta de transparencia" por parte de la dirección de la multinacional y "una supervisión extremadamente insuficiente" de la FAA, según recogió entonces la prensa estadounidense.

Tras el accidente del 737 Max 9, los políticos vuelven a llamar a una investigación adicional. "Creo que deberíamos llegar al fondo de esto", aseguró a Politico el senador republicano JD Vance, miembro del Comité del Senado que supervisa a la aviación y a la FAA. 

También está en entredicho Spirit AeroSystems, el contratista de Boeing encargado de fabricar la sujeción de la puerta que, previsiblemente, habría fallado. Una compañía que hace meses fue objeto de una demanda colectiva que apuntaba a "fallos de calidad generalizados", algo que la compañía negó.