Los hombres tienen más accidentes laborales que las mujeres. Ocurre en todos los sectores, en prácticamente todas las secciones de actividad y a todas las edades. Los sesgos de género que impactan en el mercado laboral y decantan la siniestralidad hacia ellos están ampliamente estudiados pero hay un parámetro en el que son las trabajadoras quienes tienen más riesgo de sufrir un incidente: el 54% de los percances con baja que se producen de camino o a la vuelta del trabajo, los llamados in itinere.
Según la estadística del ministerio de Trabajo, entre enero y diciembre de 2023 se produjeron un total de 624.911 accidentes de trabajo que necesitaron una baja laboral. La gran mayoría fueron durante la jornada o en el propio centro de trabajo, pero 85.240 ocurrieron mientras la persona trabajadora se desplazaba. De ellas, más de la mitad eran empleadas, que sufrieron principalmente golpes o caídas.
El informe 'Análisis de las estadísticas de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales en España en 2023', de Comisiones Obreras, señala que estos datos son, de momento, provisionales, pero desde el sindicato analizan ese pico de siniestralidad en mujeres. “A veces escuchamos la bromita de turno de que conducimos peor, pero las in itinere, normalmente, no son por tráfico, sino por caídas o tropiezos”, aclara la coordinadora de salud laboral, Carmen Mancheño, que es también una de las autoras del trabajo.
“Nuestra teoría es que las mujeres tienen muchas más jornadas parciales que los hombres. Esto hace que, para tener un salario que les permita mantenerse, necesiten tener más trabajos, lo que les obliga a hacer muchos más trayectos de ida y vuelta”, indica Mancheño. Según los datos de la última encuesta de población activa, tres de cada cuatro empleos a tiempo parcial están ocupados por mujeres.
Rosa se dirigía a su puesto de trabajo cuando una furgoneta impactó contra una señal de stop, que se le vino encima. Era su primer trayecto del martes 13 de octubre de 2016, que se le ha quedado grabado en la memoria. “Estaba de lunes a viernes en una casa por las mañanas y en otra por las tardes”, aclara esta empleada del hogar que, por aquellas fechas, ni siquiera tuvo derecho a baja laboral, pese a estar casi tres meses sin poder trabajar. “En diciembre, también el 13, me hicieron fija en una empresa, para estar protegida ”, explica.
Aunque faltan datos que permitan bajar al fondo de la cuestión, la profesora de Derecho del Trabajo y subdirectora del Máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad Carlos III de Madrid, Ana Belén Muñoz, apunta a otra pista en la estadística. “Indica que el sector servicios es el que acumula mayor número de accidentes in itinere y, en este, trabajan más mujeres que hombres”, señala. Como muestra el siguiente gráfico, las mujeres son las que sufren la mayoría de accidentes cuando van o vuelven de trabajar en todos los sectores, salvo en el de la construcción, uno de los más masculinizados.
Si aumenta la parcialidad, se multiplican las posibilidades de accidente, señala también el catedrático jubilado de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Eduardo Rojo. Ocurre en el sector servicios, pero también en otros como los de los cuidados. “Vemos que hay mujeres que trabajan en el sector del hogar familiar, en varias casas que, en las grandes ciudades, pueden estar a distancias muy largas. Esto supone más desplazamientos y también más tensión, no por el trabajo en sí, sino por llegar a tiempo a ese segundo o tercer lugar de trabajo”, explica.
En la otra causa, la de los cuidados, coinciden también las voces consultadas. “Además de las jornadas parciales, sobre las mujeres recae más esa otra doble jornada, que hace que tengan más necesidad de llegar a tiempo a según qué cosas, como las relacionadas con los niños o las tareas de la casa”, indica el presidente de la Asociación de Víctimas de Siniestralidad Laboral de Andalucía (Avalea), Miguel Cruz, que también había identificado este fenómeno.
Ese “ir corriendo de un lado a otro” es al que apuntan también desde Comisiones Obreras. “Además del trabajo remunerado, tenemos el de los cuidados: ir a hacer la compra, llegar a recoger al niño al colegio, dejarle en la guardería o ir a ayudar a mi madre. Eso te hace ir más deprisa, corriendo y tener más posibilidades de accidentarte”, indica Mancheño, para quien esta es la “justificación más lógica”.
“Iba con prisas, pero como siempre”Carmen (nombre ficticio) no recuerda si el día que un coche se le echó encima cuando se disponía a cruzar por un paso de cebra había mirado a ambos lados de la calle, como siempre suele hacer. Sí recuerda que el semáforo estaba en verde y también que una de las cosas que pensó cuando su cuerpo cayó contra el asfalto fue que no llegaría a recoger a su nieto al colegio. Ese era su destino aquel mediodía, tras terminar su turno, a media jornada, en una empresa de limpieza de edificios y oficinas. “Tenía que ir a hacer la compra antes de buscar al niño, así que iba con prisas, pero como siempre”, recuerda. El accidente le dejó una lesión en la cadera y una baja que se prolongó varias semanas.
Muñoz indica, no obstante, que “se precisan más estudios que permitan realizar un diagnóstico”. “Por ejemplo, sería interesante comprobar si hay un patrón de conducta orientado a la notificación del accidente que sea más acusado en el caso de las mujeres que en los hombres. En este caso, se podría estar produciendo una infradeclaración de accidentes en el caso de los trabajadores varones”, aclara.
Donde los trabajadores declaran un mayor número de accidentes in itinere es en aquellos casos en los que el resultado es fatal. Ocho de cada diez personas que fallecen yendo o volviendo de su centro de trabajo son hombres. Este 80% plantea otra incógnita: ¿por qué si ellas tienen más accidentes son ellos quienes fallecen más? “Utilizan más el coche en los desplazamientos, también por un tema de sesgo y un mayor poder adquisitivo”, explica Mancheño.
Según un análisis de Informes Mecánicos, con datos de la encuesta de características esenciales de la población y las viviendas del Instituto Nacional de Estadística, el 64,4% de los hombres se desplaza al trabajo en coche particular, frente al 58,2% de las mujeres. Además, ellos utilizan más la moto y la bicicleta y ellas van a su empleo caminando en el 20,7% de los casos, siete puntos más que los trabajadores y estudiantes varones. “Conviene recordar que sólo el 10% de las pérdidas del carné por agotamiento de puntos son de mujeres, según la Dirección General de Tráfico”, apunta la profesora de la UC3M, que menciona también otros factores como “el estilo de conducción, la agresividad al volante” o que “los trabajadores masculinos suelen hacer un trabajo con mayor exigencia física, lo que puede suponer un mayor cansancio y distracción al volante”.
Mientras las empresas pueden establecer planes y tomar medidas para evitar los accidentes que se producen durante el desarrollo de la actividad en el centro de trabajo, evitar los in itinere es más complejo. “Al ser reconocidos como accidentes de trabajo en España, deben ser objeto de prevención en las empresas”, pero “las estrategias deberían estar coordinadas por la Dirección General de Tráfico y con la implicación de otros actores, como las propias empresas y entidades públicas, educativas y de la administración”, apunta Muñoz, que señala también la importancia de medir el impacto de las campañas de seguridad vial desde la perspectiva de género.
Rojo apunta otras estrategias para abordar estas tasas de siniestralidad, como una mejora de la contratación a tiempo parcial, como la que se está estudiando en el marco del estatuto del siglo XXI, que permita “que la persona conozca bien sus condiciones de trabajo y sepa con tiempo suficiente los cambios que puede tener en esas condiciones, que afecta especialmente a los contratos parciales” y al desarrollo de políticas efectivas de conciliación, para ahondar en la corresponsabilidad de los cuidados.
Más allá de los accidentes in itinere, los percances en jornada, los que se producen en el centro de trabajo mientras se realiza la actividad, tienen un perfil masculino. “Son profesiones muy masculinizadas, como la construcción, las manufactureras, las industriales o la agricultura, donde la exposición al riesgo es mayor”, señala Mancheño, que aclara que las trabajadoras están más sometidas a trabajos donde tienen más riesgo de enfermar por trastornos musculoesqueléticos, relacionados con las labores de limpieza y cuidados, por exposición a agentes biológicos, en el sector sanitario, eminentemente feminizado. “Ellas tienen más riesgo de enfermar, pero menos de tener un accidente y, de nuevo, hay un sesgo de género, porque estás patologías nunca se declaran o se hace con menos frecuencia”, continúa.
Esa segregación, sigue la portavoz de Comisiones, se produce incluso dentro de un mismo sector: “Quienes limpian los cristales de los edificios o pulen los suelos con una máquina, que suelen ser hombres, tienen un plus o un complemento salarial, mientras las mujeres limpian o mueven mobiliario, con movimientos repetitivos y no tienen nada. Y no es la señora la que decide, es el mercado de trabajo y el empresario, que asigna roles diferentes”, lamenta. “Eso del llamado 'plus de peligrosidad' es de una mentalidad bastante masculina clásica”, coincide Rojo. Este catedrático fue uno de los firmantes de un manifiesto, impulsado entre otras por Ana Belén Muñoz y rubricado por cerca de un centenar de expertos y expertas, en el que se pedía al ministerio de Trabajo que tuviera en cuenta, entre otras cosas, la perspectiva de género en la prevención de riesgos laborales.